El chup chup de Australian Blonde. El Super 8 de Los Planetas. Pero también el Amanecer de Los Fresones Rebeldes, el logo de Subterfuge, la androginia de Sideral, el sonido de Beef, la aparición de Nosoträsh, la voz de Sr Chinarro, el fanzine Malsonando, la riada en el Festival de Benicassim... ¿qué definió al indie español?
Ante la posible vaguedad de esa pregunta, el periodista musical Nando Cruz emprendió una tarea titánica: explicar la historia oral de un movimiento musical y estético que se presentó como la alternativa de una década, basada en el noise, el rock garajero y el pop naif, con el apoyo de una gran parte de la prensa especializada.
Pequeño circo, historia oral del indie en España (Contra) está compuesto por más de cien entrevistas en las que se narra con todo lujo de detalles cómo una generación se entusiasmó ante lo que iba a ser mucho y se desmigó a finales de los años noventa, a caballo de la entrada de los grandes festivales musicales.
¿Por qué la historia del indie necesita explicarse en más de mil páginas?
No he conseguido que sea más corto, al fin y al cabo se trataba de un libro sobre los noventa como biografía oral. Acepté el encargo para hacer también una relectura veinte años después del fenómeno. Combinarlo en una sola narración fue difícil, porque quería preguntar a la gente sobre qué hacía en ese momento y qué opina ahora de lo que hacía en ese momento, para que no quedara un libro nostálgico sobre qué bonito eran los noventa. Al querer hacer las dos cosas, eso amplió necesariamente su dimensión.
Además, quería retratar las diferentes escenas de los distintos lugares. Por ejemplo, no quería tratar el caso de Granada y que se quedara corto. Es decir, si haces 600 páginas y cuatro son sobre una escena, decepcionas a una serie de lectores que puedan querer comprar el libro para saber cómo surgió la escena de Granada, y además queda incompleto. Y por último, no hay un libro sobre este tema, si no, no haría falta explicar todo por primera vez.
En el libro, el hecho geográfico específico tiene mucha importancia, ¿sirve para explicar los grupos y sus particularidades?
Tenía claro el título y la estructura geografica. El indie de los noventa tiene una característica que no tiene el rock laietà, o la movida madrileña y es que es muy deslocalizado, no existió únicamente en un lugar, y lo compruebas a la que vas entrevistando a gente. David Guardado, de Penelope Trip lo explica: “Nosotros entramos en el indie de una manera y otros de otra”. Intentar resaltar cada diferencia local se convirtió en una razón estructural. En Gijón se trató de la influencia de la radio, en Euskadi resulta muy sintomático su posición junto a la frontera francesa, y gracias a ello tenían más acceso a las tiendas de discos extranjeros. Y la geografía también permitía ver cómo se trató de diferencias también de clase. En Zaragoza fue un movimiento mucho más obrero, en Barcelona de gente con pasta, con la excepción de Beef y la gente del Baix Llobregat, cada historia varía según la geografía.
Recuerda a cómo han tratado otros periodistas musicales anglosajones con afán teórico, como Jon Savage, que dice que en muchos grupos importa tanto el urbanismo como el sonido, como el caso de Joy Division, o que incluso influye directamente.
En realidad lo que importa es conocer el contexto. Savage puede hablar de Manchester y el momento porque conoce el contexto, yo conocía más la escena de Barcelona que las otras, y no conocí otras más interesantes. En el indie español, el sonido no se crea sino que se importa, por lo que no hay variaciones en ese aspecto, son intercambiables. Como mucho puedes extraer que en Mallorca suenan un poco más a los Beatles porque eran más fans de los Beatles, y en otros lugares son más fans de My Bloody Valentine. Las peculiaridades las marca la vivencia.
En un libro de tal extensión, ¿qué ha quedado fuera o no se ha podido incluir?
Muchas cosas, porque era inviable. Me gustaría haber preguntado a los de la emisora de Los 40 sobre su visión al respecto, porque tenía el contacto sobre quien decidía qué entraba o no en la radio. Lo mismo con la empresa de publicidad que decidía las canciones que sonaban en un anuncio. Pero no daba para más, si seguía ampliando no hubiera acabado nunca. Por otro lado, quise que hubiera más mujeres, algunas no están porque no han querido. Pero aún así, sorprende comprobar que había muchas más mujeres en el indie al principio de los noventa que después. Pero mis intentos fueron poco fructíferos.
Precisamente, en las conclusiones hay una amplia reflexión sobre si el indie fue político o no, pero el tema del género apenas aparece.
Sospecho que cuando preguntas sabes preguntar mejor sobre algunas cosas que otras. Cuando se me han quitado de encima los entrevistados al hacer la pregunta sobre las diferencias por temas de género creo que es que yo no lo he sabido preguntar bien, porque preguntar, sí pregunté. Y las respuestas no eran suficientemente aclaratorias. Salvo Nosoträsh, apenas nadie explicitó en esa época los conflictos de género pero incluso Cova, que también tocó en Penelope Trip, me dijo que era un asunto demasiado complejo como para tratarlo superficialmente y tuve que darle la razón.
¿Ha habido alguien a quien quisieras entrevistar pero no ha querido?
Silvia Fayanás de El regalo de Silvia, Gema del Valle de Subterfuge Records, después de que le mandé el cuestionario no contestó ni al correo ni por teléfono, imagino que no quería hablar. Javier Aramburu no concede entrevistas. También hubiera querido hablar con Gabi Ruiz pero se me quitó de encima: le gusta mucho la polémica en Twitter pero al parecer no le gusta tanto hablar con los periodistas. Y algún periodista que me contestó que no tenía tiempo. Por otro lado, me hubiera gustado que estuvieran Alicia Álvarez de Pauline en la playa y Nacho Álvarez de La Plaza.
Una de las cosas que más llama la atención es el dinero que parecía haber en algunos momentos. Se abrían más locales, para la gente era más fácil tocar, se montaban festivales... Juan Santaner relaciona en el libro el fenómeno del indie con la burbuja inmobiliaria. ¿Estás de acuerdo?
El indie es un fenómeno que abarca de finales de los ochenta a finales de los noventa. La afluencia monetaria se nota especialmente a finales de los noventa con festivales como Benicassim. Jaime Gonzalo, de Ruta 66, comentaba que no es que hubiera dinero para festivales, sino que había dinero para todo: para comprar discos, revistas, drogas... Sin duda, yo compraba muchos discos, lo recuerdo. Todo junto genera que el circuito fuera mucho más boyante. Y es cierto que de eso no te das cuenta hasta que desaparece.
Casi parece que el indie haya sido la banda sonora de los primeros estudiantes de Erasmus, los que pudieron acceder a aquella idea de una Europa próspera.
Sin duda se trató de una escena que no tiene sentido creativo si no puede comprar esos discos que vienen de fuera. Que el indie está hecho de gente que fue al extranjero lo puedes contar de dos maneras: lo puedes decir o lo puedes preguntar. Yo preferí preguntarlo para constatarlo, pero sin duda hay una relación causa-efecto clarísima. Aunque los discos llegaran a España igual de importación, saberte la discografía completa de Sonic Youth exige tener unos ingresos no tan mínimos.
El libro también abunda en detalles a través de los testimonios, que a veces le hacen al lector preguntarse si las batallitas le interesan a los que no estuvieron allí.
Cuando empiezas a hablar con la gente explican la historia como la recuerdan. Intenté evitar lo que no tuviera importancia poniéndome reglas como entrevistador: ¡nada de anécdotas sin chicha!, sino que se explicaran cosas con entidad, al no saberme la historia de todos los grupos es una buena manera de buscar las cosas más interesantes. Pero hay historias que las he puesto por delirantes o por cómicas.
¿Cual es la mejor anécdota para ti?
Eric Jiménez de Los Planetas es tan divertido cuando cuenta que se casó con 16 años al ritmo de The Killing Moon, y lo explica tan cómicamente: “El backliner que hacia de monaguillo...”, dice. Llamar backliner al ayudante de párroco que le casó todavía me hace reír.
¿Qué importancia tuvo la Administración pública en el desarrollo del indie?
A nivel institucional tiene mucha importancia, especialmente en Andalucía, dónde el rock socialista -el protoindie de Lagartija Nick o el rock aún ochentero de 091- acaparó muchos fondos. El indie no interesaba a la Administración porque no aportaba público a las fiestas que organizaban, porque cantaban en inglés. El guitarrista de Automatics, en los ochenta, se había forrado con otro grupo cantando en castellano, por ejemplo. En temas de contratación o de rock subvencionado al principio el indie no pilló nada. Más adelante, con los festivales que montaron los ayuntamientos, sí.
Con respecto al efecto de las políticas municipales, todas las músicas fueron afectadas por el tema, si recuerdas en Barcelona lo que se definió como “sonido Barcelona” que era la música de mestizaje que se popularizó en calles y bares justamente cuando la ordenanza cívica se comenzó a aplicar, fue una paradoja, ya que se trataba de música explícitamente festiva y callejera.
En el último capítulo en el que se establecen las conclusiones sobre el fenómeno, cada uno de los protagonistas opina. Hay quien dice que el indie fue una continuación del punk y la autoorganización y por tanto es contracultural y político, y hay quien dice que es un ejercicio puramente elitista y apolítico. ¿Cuál es tu conclusión?
Es una historia oral que fomenta el debate, así que yo incluyo todas las opiniones, más allá de lo que yo opine. ¿Es contracultura o no? Mi visión es que no, en absoluto. Formalmente sí se acerca al punk en su idea de la autoedición, el DIY [háztelo tú mismo]. Pero yo que el DIY sea rompedor no lo tengo nada claro. ¿Por qué sacar un sello y autoeditarte es una acto político? Lo es dependiendo de lo que saques, si no, no es tan distinto a montarte un gimnasio pequeño, por ejemplo. El que se autoeditó porque no pudo fichar por una multinacional sabía que era su única salida. A mí el “Do It Together” [hazlo acompañado] me parece mucho más político.
También hay quien argumenta que la solidaridad grupal era en sí política.
Intento dejar caer que no. El indie no llegó a ningún lado porque no era solidario. Apenas hubo dos iniciativas, una fue la cooperativa del colectivo karma, que la montó un inglés que sí conocía el ideario político y solidario que venía de allá. Me parece significativo que no lo montara un sevillano. Lo otro fue el caso de Gijón, con la camiseta 'Córtate el pelo' en la que salían todos los grupos de la ciudad y el festival posterior en el que participaron todos los grupos. Y eso acabó enseguida, al cabo de cuatro días se pelearon todos porque resultaba que el rockabilly no quería tocar con el otro que sonaba a Sonic Youth. Básicamente, porque se acabó imponiendo un criterio de gusto estético.
Un miembro de El inquilino comunista define el indie como un movimiento “sin más ambición que el puro disfrute”, ¿fue así?
En algunos casos sí fue por falta de ambición, y no me parece mal. No se puede criticar, la idea de “a los cuatro años lo dejas”, no se le puede exigir nada y mucho menos eso. Tito de Penelope Trip decía que los que más duran son los persistentes, yo añadiría que como en todo y en todas las escenas. Los Planetas tienen más valor que eso, pero seguro que tuvieron mas ambición, y se nota en sus decisiones: cantar en castellano, es decir, la vocación de comunicarse con su público, fichar por una multinacional. O por las razones que sean, siempre quisieron que les escuchara más gente.
También es muy significativa la imagen que se narra de los músicos o periodistas que después de un concierto se van a una casa, sin socializar, a escuchar discos y drogarse. Transmite la sensación de abulia muy propia de una generación.
Eso de quedarse encerrado a escuchar discos y demás es muy de ese momento, pero lo más significativo para mí es que a la gente normal le dices “fuimos a un concierto y eramos veinte” e inmediatamente le parecerá que el concierto era una mierda. Mientras que en ese momento quería decir “he acertado con el sitio”, ¡tenía valor! Eso de “yo sé lo que mola y lo sabemos solo cuatro, me encierro con otros porque somos unos elegidos” es un discurso que da pena a toro pasado. No iba nadie porque esa música no le gustaba a nadie. Víctor Lenore lo define muy bien, “en la movida querías ser una estrella que tocara ante cien mil personas, en el indie querías ser una estrella que tocara ante cien”, es decir, ya la vocación era de rechazar lo masivo y a la gente por una cuestión de gusto.
En la actualidad parece haber un esfuerzo por parte de algunos periodistas por ejercer un papel de sociólogos ante algunos fenómenos, un poco siguiendo la tradición anglosajona de los estudios culturales.
Yo no tengo demasiadas lecturas al respecto, así que mentiría si dijera que me ha influido a la hora de escribir el libro. Tampoco me han interesado demasiado las biografías de músicos. Básicamente, no quería hacer unicamente una historia oral elogiando una época, creo que el periodismo musical tienen que hacer una valoración mas allá de lo estético. No solo el indie. Se trata de un terreno que se debería abordar y esta era la ocasión ideal. Espero poder seguir haciéndolo con artículos más cortos, no necesariamente en libros, es difícil que te lo publiquen pero se puede hacer. Por otra parte, la revisión de escenas es algo interesante, te ofrece perspectiva sobre tu trabajo y sobre todo lo demás.
¿Es significativo que en un fenómeno sobre el que se dice en tu libro “las verdaderas estrellas eran los periodistas”, sea revisado precisamente por esos periodistas?
En el fondo es porque nos seguimos dedicando al periodismo y nos lo queremos explicar. Yo no reniego de esa época, me sigue gustando la combinación de melodía y distorsión. Quizás no como a los veinte años, pero me gusta. En el fondo, el indie fue tan insignificante que ni el ámbito académico le prestará
Y después de todo, ¿qué conclusión extraes?
Así que pasarse un año y medio encerrado contribuye a la idea del crítico musical aislado en una torre de marfil.