La colonia, de Audrey Magee (Sexto Piso). Esta novela nos viene de Irlanda y promete adentrarnos en un retrato de personajes que se mueve —copio de la contraportada— “entre la sátira amable y la fábula moral”, lo cual coincidirá con el estilo de esta columna que hoy estrenamos en elDiario.es: será sátira amable porque, si no, me acabarán por echar y, ¿la fábula moral? Que ustedes mis lectores no lean demasiada literatura si es que no quieren acabar como yo: un simpático pero fracasado intelectual todavía interesado en las novedades que van sacando las editoriales, escribiendo, pese a estar semijubilado, desde la ya demasiado cálida Ciudad Real.
Mundofiltro, de Kyle Chayka (Gatopardo Ediciones). Interesante ensayo sobre cómo los dichosos algoritmos se han colocado al volante de la experiencia humana, decidiendo desde lo que se pone de moda hasta lo que uno tiene que comprar en el supermercado, o lo que debe leer. ¡Qué diferente a mis tiempos de crítico literario en los años noventa! Entonces éramos solo unos pocos privilegiados en la prensa escrita —y no los algoritmos estos del demonio— los que desde nuestras columnas culturales veníamos a decidir tus gustos y tu personalidad por ti.
Estuve aquí y me acordé de nosotros, de Anna Pacheco (Anagrama). Se descubre Pacheco en este ensayo como una agudísima cronista y antropóloga pero, sobre todo, como una maestra en el arte de titular: entré en mi librería de confianza, vi el librito con su portada azul añil, me vinieron varias preguntas a la cabeza (“Que estuviste, ¿dónde?”; “que te acordaste, ¿de quién?”) y, claro, ya me lo tuve que llevar.
Indigno de ser humano, de Osamu Dazai (Satori). Obra maestra de la literatura japonesa en la que se propone un periplo vital que lleva a Yozo, su protagonista, por “antros de mala muerte y sórdidos rincones de la ciudad”, justo —qué coincidencia— las mismas palabras que suele utilizar mi hija mayor, a la que tengo haciendo un máster en Madrid, para describir los pisos compartidos que ella y sus amigas se ven obligadas a alquilar en los barrios más asequibles de la capital.
Nueve cantares para Yung Beef, de Manuela Buriel (H&O Editores). Mira que yo intento estar a la última en novedades literarias —aún más ahora que me pagan por escribir esta columna quincenal— pero ¡qué difícil se lo ponen a alguien de mi edad! Por ejemplo, me pongo con este nuevo libro de una muy interesante editorial: lo escribe una tal Manuela Buriel que, descubro, a veces se hace llamar “Colectivo Juan de Madre” y a veces se hace llamar “Daniel” (!), un libro que trata sobre un cantante (ellos, entiendo que con guasa, lo llaman trovador) cuya primera canción que me pongo en el Spotify dice cosas como “Pe’o pa’ hace’ billete’ tie’ que hablar con Yung Beef / Beef, Beef, bitch, Yung Beef”, del todo ininteligibles para mí.
Tierra, de Alberto Torres Blandina (Candaya). Bravo por el autor de este libro por hacerse valer, pues me lo imagino convenciendo airadamente a los editores de la barcelonesa Candaya para publicar este fresco sobre la historia contemporánea con sus dos apellidos (y no solo con el más pintón de ambos, como viene siendo habitual), aunque, claro, después también me imagino la respuesta de los de la editorial, algo así como “vale, Alberto, si te empeñas, pero entonces el título que sea tan solo una palabra porque, si no, no nos cabe todo en la cubierta frontal”.
Crímenes pregonados, de Rebeca Martín (Contraseña Editorial). Fascinante estudio de cinco historias de true crime que causaron un gran impacto mediático y social en la España de los siglos XVIII y XIX: infanticidios, asesinatos, homicidios, todos tanto o más impactantes que aquel también crimen pregonado que vivió la crítica literaria de nuestro país hace casi veinte años, cuando el polémico reseñista Ignacio Echevarría publicó una crítica demoledora a un libro de ¿era Bernardo Atxaga? que consiguió que le fulminaran inmediatamente de El País.
Los idiotas prefieren la montaña, de Aloma Rodríguez (La Navaja Suiza). Se reedita este libro que la radiofónica Aloma Rodríguez publicase en su día en la editorial Xordica. El libro homenajea al renacentista cantante y compositor Sergio Algora y, entiendo —aún no lo he leído— que el título se corresponde a alguna frase que solía decir él… Fuera la frase suya o de Rodríguez, no puedo estar más de acuerdo con ella: a ver quién pijo va a preferir pasarse un domingo pasando calor y escalando riscos vestido con ropa del Decathlon, en lugar de estar en su casa tan a gusto, escuchando las inmortales canciones de El Niño Gusano, leyendo elDiario.es, disfrutando de estas “Novedades de Germán”.