“Donde se impone un régimen opresivo hay una actitud simulada”. Esta es una de las múltiples sentencias de Madres arrepentidas (Reservoir books), de la académica Orna Donath, que llega ahora a España tras haberse convertido en un éxito en Alemania. La premisa es sencilla: la maternidad no es exactamente una elección, sino una imposición social que parte de la construcción cultural de la mujer. Si no eres madre, no eres nada. Ante ese vacío aterrador, las mujeres pueden sentir que su único destino es ser madre. Pero, ¿qué pasa con las que después se arrepienten?
La investigadora Donath se propuso tratar ese tabú después de que un artículo sobre ello en Alemania desatara la caja de los truenos: las madres no pueden arrepentirse porque eso las transforma en una aberración social. Así que el estudio fue metódico: veintitrés madres israelís se pusieron en sus manos para tratar lo que ella denomina una “falacia social”: las mujeres deben ser madres y esa construcción no puede tener fisuras. Entrevistamos a Donath por el que puede ser el libro feminista de la temporada.
En la historia de la cultura tenemos malas madres, madres vengadoras, madres asesinas... pero nunca madres arrepentidas.
¡No! Esa es la gran omisión histórica. Incluso en las teorías feministas sobre la maternidad se habla de la vergüenza, de la culpa, del aburrimiento... pero no sobre el arrepentimiento. Se ha ignorado siempre.
Una empieza el libro con la idea de que se encontrará con un fenómeno “monstruo”, una excepción. Pero cuando lees los testimonios, sus experiencias, sus dudas y ambivalencias resultan muy comprensibles y universales.
Me alegro de que lo digas porque quiero dejar muy claro que no se trata de un fenómeno, ninguna emoción humana lo es, y odiaría que la gente lo pensara así. En el libro no hay historias dramáticas, esas ya las hemos oído y leído. Lo diferente es el resultado. Aquí no hay mujeres diciendo: “Fue durísimo, pero la sonrisa de mi hijo lo compensa todo”, simplemente su experiencia es otra. Y es la siguiente: “No vale la pena”, o “sabiendo lo que sé, no lo hubiera hecho”. Nada más.
En algún momento casi se lee un arrepentimiento de vivir en sociedad por parte de algunas mujeres, que no saben como estar en un mundo basado en la maternidad y en el instinto maternal.
Creo que la sociedad forma parte del problema, pero no es sólo un tema social. Incluso si sacamos de la ecuación las expectativas sociales y sus mitos, la maternidad sigue siendo una relación muy dura porque eres responsable de la vida de otra persona. Aunque no seas la madre ideal, los problemas están. Pregunté en un foro online cuando hacía mi investigación a un grupo de mujeres: “si pudierais criar los hijos en comunidad, con todos los medios financieros, con una red de soporte, con tiempo para vosotras mismas, ¿los tendríais?”. Y me dijeron que no. Eso implica que hay mujeres que no quieren ser madres, lo que para mí tiene lógica. No entiendo aún por qué la sociedad no asume que porque tengamos los mismos órganos biológicos eso quiere decir que deseamos las mismas cosas.
Aquí mismo, estamos sentadas dos mujeres que podemos tener gustos personales diferentes en todo: comida, orientación sexual, lo que leemos, lo que escuchamos, nuestros estilos de vida. ¿Por qué debería ser diferente con los hijos? ¿Por qué deberíamos querer todas lo mismo?
Usted inició su investigación en 2008 y la cerró en 2013. ¿Ha habido cambios sustanciales en la percepción de la maternidad en los medios de comunicación?
No lo sé. En Israel mi primero libro trataba sobre las mujeres que no querían tener hijos, y se publicó en 2010. Desde entonces veo más y más mujeres que expresan que no quieren ser madres pero no sé si hay un cambio en como se percibe la maternidad. Las redes sociales les dan a las mujeres una nueva percepción de espacio para expresarse sin mediaciones, pueden crear sus comunidades para hablar de sus cosas. Pero la maternidad sigue siendo considerada la esencia de la vida de la mujer.
¿Cómo recibe el público una investigación como esta?
Hay quien niega totalmente que estas mujeres puedan existir, hay quien dice que exagero, que manipulo la información, o me tachan de loca. Por otra parte, hay quien lo acepta y aprecia que se hable de este tema, no sólo las arrepentidas sino las que tuvieron una maternidad problemática.
¿Hay padres arrepentidos?
Sí, entrevisté a diez. El estudio al principio era sobre madres y padres arrepentidos. Pero el estudio resultaba demasiado largo y tuve que elegir un enfoque. Como feminista, decidí tratar a las madres.
¿Hay algo que no esperaba encontrar en el testimonio de esas madres?
No. Y no sé por qué, ya que nunca había hablado con mujeres arrepentidas de su maternidad con anterioridad. Sólo me sorprendió pensar en la discrepancia entre cómo querían vivir esas mujeres y los hechos en sí. Las diferencias entre la vida que querían y sus vidas reales se hicieron evidentes.
Supongo que de haber sido madre me habría arrepentido yo también, así que en mi mente hubo desde el principio una conexión con las entrevistadas y entendía lo que me contaban.
El hecho de que se trate de una metodología tan concreta – veintitrés mujeres israelíes-, ¿cuan universales resultan sus experiencias?
Como el libro se ha publicado ya en Alemania tengo la experiencia de poder decir que es más común de lo que pensaba. Recibo mensajes todos los días de madres y no madres que agradecen que por fin se hable de la posibilidad de no ser madre. Y son mensajes de todo el mundo: desde Suecia a Kazajistán.
¿Cuántos mensajes recibe?
Muchísimos. Depende de la época. Por ejemplo, cuando estoy de promoción pueden ser unos cientos al día, en épocas más tranquilas rondan la docena diaria. En mi web académica explico que quiero saber por qué la gente descarga mis artículos, y la respuesta es enorme. Hay hombres que los descargan para entender mejor a sus esposas, por ejemplo.
Todas las mujeres entrevistadas son israelíes. ¿Qué dice este libro sobre su propio país?
Sé que en muchos aspectos Israel es un país único. Nuestro índice de natalidad es de tres hijos por mujer y somos el primer país en el uso de tecnologías para la reproducción asistida. Pero en otros aspectos somos exactamente iguales que otros países. Todas las naciones necesitan mano de obra y por lo tanto bebés, en algunos países la religión tiene especial importancia: Israel, España, Italia...Las mujeres en Israel no pueden decir que no quieren ser madres, mucho menos arrepentirse si lo son.
El libro incide especialmente en cómo la sociedad capitalista neoliberal difumina la línea entre elección y no elección de la maternidad para las mujeres. Usted habla de cómo la clase social afecta a la maternidad.
Creo que este libro va más allá del simple arrepentimiento maternal, se dirige a nuestras percepciones sobre lo que es el tiempo y la emoción y sus usos. Lo paradójico es que hay muchas mujeres en riesgo de exclusión social que tienen menos problemas con la maternidad que mujeres de clase media. No puedo argumentar que las mujeres pobres sufren más que las ricas. En algunas ocasiones la maternidad es la luz de su vida, las integra socialmente, les da un papel. Lo que creo que es fundamental escuchar a las mujeres de diferentes ámbitos sociales para poder hablar así de maternidades, no de maternidad.
Usted habla de la maternidad como una especie de empresa pública, y aún así hay discursos desde la izquierda que tratan los cuidados y los afectos y no incluyen una idea conflictiva de la maternidad. ¿Hay también ahí una idealización?
El peso del altruismo con respecto a la maternidad siempre me sorprende. Todos somos egoístas, es parte de ser humano. Eso no quiere decir que queramos hacerle daño al prójimo, pero el egoísmo es natural. Desde una perspectiva feminista me parece fundamental que las mujeres podamos pensar en nosotras mismas sin ser ese objeto que responde a las necesidades de los demás. Ni en los padres, ni en los maridos -para las mujeres heterosexuales-, ni en los hijos. No me preocupa que se me considere egoísta mientras recordemos que todos lo somos y que eso no es negativo.
Conozco a muchas mujeres que contribuyen a sus comunidades. Yo soy voluntaria desde hace doce años en un centro que ayuda a las víctimas de agresiones sexuales. ¿Y soy egoísta porque no tengo dos hijos biológicos? Es absurdo y retorcido.
En el libro trata ejemplos chocantes sobre cómo los estados animan a la maternidad como “deber nacional”. Australia, por ejemplo.
Ese ejemplo es tremendo, me encanta. A las mujeres se nos establece en un orden social del que no podemos movernos. Quieren que estemos allí. Entiendo por qué las naciones necesitan trabajadores, y supuestamente eso implica tener más bebés. ¡Pero hay tantas maneras de cambiar eso con un cambio de perspectiva! Se retira a gente válida de puestos de trabajo a una edad muy temprana, a partir de los 45 años en algunos países eres irrelevante. Hay gente que quiere trabajar y no puede, pero sin embargo los problemas son nuestros úteros.