Patrícia Font, entre el éxito, el fracaso y el plagio

Carmen López

17 de abril de 2023 22:33 h

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A Germán García no le van bien las cosas. Tiene un runrún en su cabeza que le impide disfrutar de cualquier aspecto de la vida porque le han hecho algo imperdonable según su punto de vista. Matías Zambrano –“el puto Matías”– le ha copiado su novela Inundación, le ha cambiado el título por Flotación y ha conseguido algo más que él: publicarla. Por si esto no fuese suficiente para minar su ánimo, su archienemigo –aunque el plagiador no es consciente de su papel en esta historia– ha mejorado su obra. Ha copiado las ideas pero las ha desarrollado mejor, aunque esto tampoco se sabrá nunca, claro, porque a nadie le interesa conocer la verdad. Y para colmo de males, Germán trabaja en un teatro, lo que le recuerda cada minuto que no ha firmado nada de lo que se va a representar en el escenario. Estas pequeñas grandes desgracias abren la trama de Plagio, el libro que Patrícia Font acaba de publicar en la editorial Barrett.

El atormentado autor de Inundación no es el único que lleva la voz cantante de la historia. Entre otros, comparte protagonismo con su jefe y con una antigua trabajadora del mismo teatro a la que entrevista la propia Patrícia Font, que se cuela en su propia ficción para plantear un juego de espejos que rompe la continuidad del relato. Su intención con este ejercicio es que el lector o lectora se deje llevar por el tumulto de los sucesos enredados, desmarcarse de las estructuras narrativas más habituales. “Estamos acostumbrados al planteamiento de causa-efecto, a una lógica aristotélica. Como lectora a mí me gusta hundirme, perderme y no enterarme de lo que está pasando pero que la historia me lleve a otro sitio. Y cuando escribo también, porque me importa un bledo lo que pase con la trama inicial, me dejo llevar”, comenta a elDiario.es.

Hay mucho de la historia vital de Font en Plagio, un proyecto que desarrolló gracias a la beca Monserrat Roig que el Ayuntamiento de Barcelona le otorgó en 2019. Su primera novela también se titula Inundación (Sloper, 2017) y fue finalista del Premio Born de Teatre en 2008 por su obra 111bis, que se estrenó en lectura dramatizada en la Sala Beckett de Barcelona, el lugar donde trabajaba por aquel entonces. Lo que pudo ser un éxito se convirtió en uno de esos fracasos que con el tiempo se pueden contar como una anécdota graciosa siguiendo la estrategia que la escritora y guionista Nora Ephron aprendió de su madre: si te resbalas con una piel de plátano, te caes y los demás pueden reírse de ti. Pero tú misma lo cuentas, te haces con el control de la historia y eres tú la que hace reír a la gente.

El día en el que Font debutó con su obra en el escenario fue el mismo en el que Iniesta marcó el gol histórico con el que el Barça pasó a la final de la Champions League. Y todo esto pasa en su libro aunque no a ella, sino a su personaje. “En este rollo autoficción me hago el chiste a mí misma, por eso puse lo de mi primer texto teatral, que estrené el día que Iniesta metió el gol del Barça. La fecha no le vino muy bien a la gente, sobre todo futbolera y del Barça, era como el partido del siglo, así que no vinieron”, dice. Estas experiencias y el resto de acontecimientos que se exponen en la novela tienen como objetivo explicar que el éxito no es algo que se consiga solo con esfuerzo o con talento, sino que está influido por otros muchos aspectos. “Quería darle la vuelta al concepto de triunfar, de pensar que esto de tener éxito no es una cosa individual porque somos parte de un sistema operativo”, sostiene.

El punto de partida

Font reconoce que David Foster Wallace, quien también aparece en el libro de manera referencial, es una de sus inspiraciones: “Solo soy una hormiguita que pasa por encima de su zapato”, dice sobre el escritor. Comenta que le interesa su escritura porque “te permite hundirte en las mil chorradas que te va contando. Lo mismo ocurre con Rodrigo Fresán, que además tiene el plus de que le lees en castellano, no traducido”. Pero, pese a su admiración por él, en los libros del escritor estadounidense echa de menos cierta carga social en sus reflexiones. “Es un señor de los años 90 del siglo XX con mentalidad grunge que vive en un país que es una enorme clase media. Aquí hay gente más rica y gente más pobre”, comenta. La autora escogió el mundo del teatro, que conoce muy bien, para desarrollar esa idea del condicionamiento de la clase social, aunque se puede aplicar a casi cualquier ámbito profesional.

“El sector de la creatividad es exclusivo en el sentido de que es muy difícil ganarte un sueldo en condiciones. Tienes que trabajar mucho y es una carrera de fondo, estar mucho tiempo. Si no tienes ningún gasto te puedes permitir estar diez años intentándolo pero si no tienes que abandonar y ya no puedes permitirte pertenecer a él”, declara. No todo el mundo parte desde la misma posición de salida y es un hecho que condiciona toda la carrera. “La paranoia del triunfo y el no triunfo también se pueden discutir en términos de economía y clase social”, concluye.

En Plagio se muestra al gremio del teatro como competitivo, feroz e integrado por trepas que no dudan en utilizar las peores tretas para lograr sus objetivos. La duda sobre la veracidad o el grado de hipérbole que alcanza el texto planea durante toda la lectura y la escritora no da muchos detalles al respecto. “La novela pertenece a ese género de autoficción en el que el lector no sabe si se la están colando o no. Cuando escribía me acordaba de Emmanuel Carrère, que en un texto decía que iba a misa cada día y aunque nunca lo sabré, un mes más tarde caí en la cuenta de que no podía ser así”, dice. “Mi libro no pretende ser un reflejo naturalista del mundo del teatro. Solo en el aspecto social en el que hay gente más pija a la que le va a ir mejor a priori por la posición de la que parte, eso sí lo he querido hacer a posta”, añade.

La plagiadora que se autoplagia

La cubierta del libro es obra de María Cañas, una artista audiovisual que, como dicen desde la editorial Barrett, “practica una videoguerrilla que se introduce en los tópicos y los géneros para dinamitarlos”. También es conocida como María Coñas o La Virgen Terrorista del Archivo y es la directora de Animalario TV Producciones, un espacio de creación dedicado al pensamiento crítico, la cultura libre del reciclaje y a la experimentación artística entre otras actividades.

En su trayectoria laboral hubo un hito curioso que se da la mano con la novela de Font: en 2017 los responsables del Festival de Cine Europeo de Sevilla le encargaron el diseño del cartel de su decimocuarta edición. De entre las diversas propuestas que les presentó, los organizadores escogieron la que rendía homenaje a la estética pulp para la que Cañas había reutilizado, con retoques, una imagen descargada de manera legal de un repositorio de Internet.

Algunas personas la acusaron de plagio aunque ella en ningún momento –según se especifica en el texto que la presenta en el libro– había afirmado que la ilustración fuese suya y explicó que se enmarca en la tendencia estética llamada ‘apropiacionismo’. Este hecho y el propio estilo artístico de María Cañas hicieron que la editorial pensara en ella para el diseño de la portada. “En Barrett pillaron la idea del libro la primera, es como si el texto tuviera vida gracias a la portada”, afirma Patrícia Font, que no tuvo nada que ver con la elección pero está “muy agradecida”, sostiene.

En las ilustraciones que componen el total de la cubierta, que definen como ‘autoplagida’, se puede ver a Picasso vestido con un albornoz rojo con un cuchillo en la mano. La propia artista ha explicado la idea de su obra a este medio de la siguiente manera: “Es un autoplagio de un fotomontaje cañista apropiacionista sobre el melodrama, el doppelgänger, el teatro del absurdo y de la crueldad, la traición, la puñalá trapera... de anterior realización remezclado con Picasso,k el mayor plagiador mundial, con el emoticono pooemoji mierdecita onfire, y un cráneo balón de fútbol. Una visión de Foster Wallace sodomizando a Barton Fink. La crisis creativa y existencial. La noche oscura del alma. Cachondeo y terror por igual, valientes. La puta vida”.