Un 29 de abril de hace 80 años nació en Buenos Aires una niña con apellido y acento rusos. Creció en el barrio de Avellaneda y, cuando empezó a hablar, reveló un leve tartamudeo. Con los años, se le sumó un trastorno límite de la personalidad que la conduciría al suicidio en 1972. La muerte trágica de Alejandra Pizarnik a los 36 años vistió su poesía rupturista de leyenda negra. Acabó convirtiéndose en una de las voces más influyentes de la era contemporánea.
“En los últimos años parece que su nombre se ha manoseado un poco. Todas queremos ser como ella, escribir como ella. Con el tiempo yo he encontrado otros referentes, aunque sigue siendo mi cabecera”. Lo dice María Sotomayor, poeta y propietaria de la editorial Harpo Libros. “Fue el primer poso de poesía femenina que leí, cuando hace quince años me regalaron una primera edición de El infierno musical. Yo ya escribía antes de leerla a ella, pero fue descubrirla y comprender que con palabras puedes transmitir dolor y desfogarte”.
Menciona otros nombres entre sus referentes como Sylvia Plath, María Negroni y españolas “que hay que reivindicar” como Amalia Bautista o María Zambrano. “Al fin y al cabo no somos las únicas ni las primeras que estamos escribiendo y tenemos que tener un hilo conductor, hay que leer a las personas que venían antes que nosotros para saber que no somos los únicos, que luego vendrán más”.
Confiesa que a nivel personal “hace cuatro años que sólo leo poesía femenina”, y aunque en su editorial publica tanto a mujeres como a hombres, “estoy más volcada en visibilizar a las mujeres”. “Es supercurioso porque a mi parecer escriben muchas más mujeres que hombres, y por el número de publicaciones parece lo contrario. A mí me llegan muchos manuscritos, ahora tengo 11 títulos y sólo dos son de chicos”.
“Yo también voy a buscar mujeres cuando quiero publicar un libro. Estamos muy descompensados en eso, pero no en nivel de escritura y de calidad. Pero interesa más publicar a hombres, seguimos viviendo en ese mundo machista y patriarcal y ellos generan más masas”, continua. Entre los 15 libros de poesía más vendidos en la FNAC sólo hay ahora mismo dos escritos por mujeres: Mujer Océano de Vanesa Martín y Las noches son para los artistas de María Cabañas.
Cómo sacar la poesía de los libros
Para Ana Llurba, compatriota de Pizarnik, la poeta maldita también fue un referente adolescente. “Aunque lo sigue siendo, es una poesía joven, su tradición tan metafísica la vinculo a otra etapa de mi vida”, comenta. En su último libro, Este es el momento exacto en que el tiempo empieza a correr, ha querido justamente “poner en duda la poesía joven. Aurora Venturini ganó un concurso de nueva literatura con 85 años. Yo bromeo con que lo mío es parecido, gané el premio de Poesía Joven pasados los treinta”.
En su poemario, cada una de las piezas va precedida de un epígrafe en el que dialoga con escritoras y poetas. Por un motivo: “Me interesan mucho los escritores que son buenos lectores, antes que escritora me considero lectora”.
Para otra poeta, Miriam Reyes, Pizarnik era “un monstruo”. Su último libro, Haz lo que te digo, es una obra experimental construida a partir de la mezcla de estrofas aleatorias programadas. “Una manera de perder el control sobre la propia escritura”. La autora, que a sus 41 años recalca que “ya hay poetas que escriben muy bien y que podrían ser hijas mías”, asegura que ve el panorama del género muy rico “a nivel creativo. A nivel de difusión y de recepción, no es un buen momento”. Las listas hablan: entre los quince libros más vendidos de la FNAC, ninguno es de poesía.
“Lo ves en las librerías, en el espacio que ocupan los libros de poesía, que es mínimo. Lo ves en las presentaciones de libros. En recitales. No hay mucho público, o el público está formado por gente que también escribe. Y eso es un problema. Igual que no todo el mundo que va a un concierto es músico, o en una obra de teatro no todos son actores, la poesía tendría que llegar a todo el mundo. Algo hay que hacer”, prosigue.
¿Y qué se podría hacer? “Yo, a nivel personal, intento llevarla a otros escenarios, utilizar otros formatos. Hacer recitales con vídeo y música; entrar en otros escenarios, en teatros, en festivales. Llevar a otros contextos, a donde no esperas encontrar poesía y cuando la encuentras la recibes bien. Iniciativas de lecturas en la calle, en el transporte público, en los institutos, la educación es muy importante. Sacarla del libro. Sacarla a pasear”.