La editorial Malpaso vuelve a tropezar por el impago a sus trabajadores: “No seas ridícula, son menos de 4.000 euros”
“Ridícula”. Ese fue el insulto elegido por el presidente de la editorial Malpaso, Bernardo Domínguez, para descalificar a una de las traductoras a las que debe dinero desde hace dos años. Ana Flecha dirigió el lunes una cadena de tuits a Lince Ediciones, sello para el que ha traducido varios títulos y que pertenece al grupo Malpaso, exigiendo de una vez por todas el pago de una deuda que se remonta a 2017.
“Por favor, no te confundas, Lince no niega sus deudas y tampoco la voluntad de pagar, si no lo ha hecho es por la imposibilidad de hacerlo”, contestaron ellos en otro hilo en el que aclaraban que “nosotros no te deseamos mal y tampoco descalificamos tu trabajo”.
La sorpresa llegó cuando, en plena pugna con la pequeña editorial, apareció el magnate del conglomerado para afearle que reclamase un dinero que él estima insignificante. “No seas ridícula, se te deben poco menos de 4000 euros”, espetó a su acreedora, aunque añadió que entendía “que es una cantidad importante para un profesional autónomo”.
“Hay mucha gente que me dice que la cuenta de Bernardo Domínguez es falsa. No lo es porque da una cantidad muy aproximada a lo que se me debe que yo no he hecho pública nunca porque está en la denuncia”, cuenta Ana Flecha a eldiario.es. La traductora realizó cinco trabajos con ellos, cuatro libros y un informe de lectura, de los cuales le deben tres: Violación en Nueva York, de Jana Leo, otro título sin publicar y el informe.
El convenio que emplean las editoriales con los traductores que no están en plantilla es el denominado “contrato de cesión de derechos”, por el cual cobran un adelanto en concepto de derechos de autor. Además de esa tarifa, y si venden los libros suficientes, los traductores percibirían los royalties correspondientes. Flecha no ha recibido un euro ni de un concepto ni de otro, pero “en la declaración de 2018 ellos declararon el IRPF como si me hubieran pagado”.
Ella no quiere erigirse portavoz de nadie porque sabe que son muchos los damnificados por el impago de Malpaso. Sin embargo, ninguno ha recibido una respuesta parecida por parte del presidente del grupo catalán. Sus desafortunadas palabras han despertado una oleada de apoyo en la red bajo el hashtag #MalpasoPagaYa que ha rescatado otras deudas flagrantes como la del escritor Galder Reguera, el primero en denunciar hace un año en Twitter el mal trato recibido por el sello que publicó su Hijos del fútbol.
También la traductora María Enguix, miembro de la asociación ACE Traductores, ha hecho público su caso personal con Malpaso Ediciones y, en nombre del colectivo, ha lanzado un comunicado en apoyo a Flecha que abunda “en la denuncia general de impagos por parte de este grupo editorial”, con el que ACE rompió relaciones a finales de 2016, y en el que reiteran a los afectados “la disponibilidad de sus servicios jurídicos”.
Entre la solidaridad de los compañeros, firmas como Lucía Baskaran asegurando haber sido testigo de la situación y la condena de las editoriales rivales, Malpaso no ha tenido más remedio que abordar la crisis de frente. En un comunicado firmado personalmente por Bernardo Domínguez, el presidente del grupo editorial se ha comprometido a saldar sus deudas en un periodo de cuatro meses.
En la nota, el empresario mexicano explica que inició una “restructuración financiera” el pasado julio, cuando la crisis se volvió inmanejable, y anuncia una “garantía de deuda a acreedores” por la que los que acepten recibirán el 100% del dinero adeudado y un 5% de los intereses en cuatro meses. Los acreedores de cantidades mayores recibirán un interés de un 5% anual.
Aunque desea a las otras editoriales “que se suman a las descalificaciones” que “nunca tengan que pasar por nuestra situación actual” y pide “objetividad” a los periodistas, no menciona el incidente en redes con Ana Flecha, a la que calificó de “ridícula”. Tampoco dice que los impagos se produjesen por falta de capital, sino por una estrategia inadecuada. Algo en lo que coinciden fuentes cercanas al engranaje de Malpaso cuando todo se fue a pique: “No tiene mucho más misterio”.
El gigante de barro editorial
Malpaso nació en Barcelona en 2013 entre miradas de recelo por parte del sector por su rápido crecimiento en un momento aciago para las editoriales españolas. Fue fundada por Bernardo Domínguez, un empresario mexicano especializado en el sector de la construcción. Por mucho que quisiese llevar una vida discreta por culpa de un secuestro que sufrió en 1994 en su país, hace un año fue señalado durante el juicio a Jordi Pujol Ferrusola y su clan, con el que fraguó una amistad que incluía diversos favores financieros.
Tras ser llamado ante la Audiencia Nacional en julio de 2018, “el juez le retiró el pasaporte, le prohibió salir de España sin autorización judicial y le emplazó a comparecer en sede judicial cada 15 días. Está investigado por blanqueo, falsedad documental y ocultación de bienes”, tal y como informó en su día El Confidencial.
Sin embargo, el declive de Malpaso comenzó algo antes. “Hubo dos momentos: el primero, en mayo, cuando despidieron a cinco editores, y luego el momento más crítico, en junio, cuando se cerró la librería y pusieron en la calle a gente de edición, corrección y márketing. De cuarenta pasaron a ser solo quince en Barcelona”, explican fuentes del aparato de la editorial a eldiario.es. Hoy en día, apenas son ocho los trabajadores que quedan en Malpaso y con los que Domínguez pretende relanzar el proyecto.
“No fue una mala estrategia”, conceden dichas fuentes, “lo que se intentó, en lugar de tener un crecimiento orgánico a través de un catálogo propio, fue aumentar el volumen de facturación a través de la compra de editoriales”, como hacen otros grandes sellos como Penguin Random House o Planeta. ¿El problema? “Cuando eres una empresa pequeña y creas una megaestructura pensada para un nivel alto de facturación que no eres capaz de sustentar, colapsas”.
Entre sus siete sellos (Malpaso, Lince Ediciones, Biblioteca Nueva y sus filiales Salto de página y Minerva, Dibbuks y la mexicana Jus), el grupo alcanzó el año pasado una deuda de al menos 700.000 euros, según pudo saber El País. Es en ese momento en el que “la empresa entra en una situación de restructuración y a partir de ahí es cuando se hacen una serie de promesas y se producen unos impagos”, reconocen las fuentes.
Sin embargo, no creen que se deba a la falta de olfato editorial de Domínguez señalada por algunos estos días. “No, allí había una serie de editores muy experimentados y muy válidos. Que él como dueño de la empresa tomara una serie de decisiones, por ejemplo en el momento de crecimiento de volumen o de adquisición de editoriales, es otra cosa”, afirman.
Lo que sí es cierto es que se apostó por unos autores y unas ediciones muy caras que no resultaron tan rentables como se esperaba. La obra literaria de Bob Dylan tras ganar el Nobel o las lujosas tapas duras pintadas a mano jugaron en su contra. “Se hizo una apuesta al caballo ganador y no salió bien. Pero no porque fueran contrataciones malas o arbitrarias, se puso todo el esfuerzo para intentar que eso funcionara”, reconocen los que formaron parte del entorno de Malpaso.
En resumen: “Ha habido una estrategia que no ha funcionado, una gestión de crisis que no ha sido lo suficientemente generosa como para contentar a los acreedores y ponerse en marcha de nuevo, y eso se ha dilatado mucho y al final ha explotado. Y todo el mundo, cuando le deben pasta, tiene el derecho a reclamarla. Sea Malpaso o tu primo”.