La portada de mañana
Acceder
Feijóo confía en que los jueces tumben a Sánchez tras asumir "los números"
Una visión errónea de la situación económica lleva a un freno del consumo
OPINIÓN | La jeta y chulería de Ábalos la paga la izquierda, por Antonio Maestre

Entrevista Escritora

Sara Barquinero: “Nuestra sociedad olvida que vamos a morir, pero en realidad somos irrelevantes para el mundo”

Ana Tenías

16 de mayo de 2024 22:06 h

0

“No hay a quien culpar de la desgracia humana. Y menos a la enfermedad o al delirio”. Es una de las frases reveladoras de Los escorpiones (Lumen, 2024), la novela de Sara Barquinero que ha despertado debate en la crítica y que alienta al lector a pensar de qué forma, individual y colectiva, uno transita los males contemporáneos. Algo así como un libro de búsqueda y encuentro que, alejado en realidad de moralismos y segundas intenciones, la autora prefiere definir como una mera “descripción” de la realidad. Pero Los escorpiones, por cómo se articula, acaba siendo más: un largo camino narrativo, un desafío literario, una perspectiva vital y una cuestión filosófica.

Cuando Sara Barquinero decidió adentrarse en la escritura de una historia que le acompañaría durante 10 años de su vida, lo único que sabía con seguridad es que quería “explorar la relación entre depresión y capitalismo”, cuenta en una entrevista con elDiario.es, “eso y el deseo de recuperar elementos de la historia y la prehistoria de internet”. Con estos dos puntos de partida, una entonces recién graduada de Filosofía “que no había escrito nada antes”, asegura, empezaba así a tejer lo que luego se ha convertido en una novela de novelas que exige al lector desmenuzar el tejido de historias que la componen para llegar, especialmente, a una pregunta: qué lugar ocupa en el mundo.

“Todos somos protagonistas de nuestra historia y en realidad no lo somos, pero vivimos con esa creencia”, sostiene Barquinero. Es precisamente lo que le ocurre a los personajes principales de su novela, Sara y Thomas, dos jóvenes de la generación milenial que se ven envueltos en un circuito de sucesos misteriosos que desemboca en suicidios, asesinatos y organizaciones de personas “malvadas” —nombran en ocasiones— que inducen al daño físico y psicológico de la sociedad. 

Conspiración para hallar respuestas

Pero no es coincidencia que los personajes se vean también atravesados por un hastío vital en el que se cruza un estado deteriorado de salud mental, depresión, adicciones y soledad, una condición que permanece de una manera u otra a lo largo de las diferentes tramas de la novela. La autora explica que no le interesaba “tratar la depresión en un único personaje”, sino “a través de una estructura de carencias que se repite una y otra vez”, dice, alegando que se ajusta “a la realidad de muchísimas personas”

Y es así como Barquinero avanza hacia la idea de cómo, en realidad, conspiración y vacío existencial guardan una larga genealogía en común que se manifiesta en las vidas de la gente —y aquí lo difícil, recalca la filósofa—, “deslizándose con mucha sutileza”. 

La conspiración es una manera de articular el tejido social comunitario

“La conspiración es una manera de articular el tejido social comunitario”, plantea Barquinero, “lo que ocurre es que en lugar de ser un espacio de subjetivación por decisión, es más bien algo que sucede de a poquito cuando uno no piensa de forma explícita en cuál es su ideología”. Es algo que pone a prueba a lo largo de todas las novelas que construyen la propia novela, incluso viajando en espacio y tiempo a otros contextos históricos como la Italia de los años veinte para plantear que “los mecanismos de los fascismos eran los mismos”, explica la autora, “pasar de algo muy seductor a la creencia de algo muy loco en lo que, de entrada, uno nunca hubiera creído”.

Una forma de creer

Hace tiempo que Barquinero siente fascinación por las teorías conspirativas y por cómo la construcción de las mismas destapa un fondo revelador, algo que también investiga el filósofo Pepe Tesoro en su reciente ensayo Los mismos malvados de siempre (Editorial Círculo de Bellas Artes, 2024), donde pone la mirada en la visión “reducida y estigmatizada” de la conspiranoia, detalla en su sinopsis. Desde teorías de la conspiración de internet que sostienen “que todos los famosos son transexuales, desde Taylor Swift a Ryan Gosling”, señala Barquinero, hasta aquellas que se extienden difundiendo “que los pájaros no existen o que alguien se ha inventado el COVID” tienen en común algo esencial, piensa la autora: “Creer nunca es una decisión voluntaria de una persona, siempre es un desliz, fruto de sentirse apartado”.

La doctora en Filosofía argumenta que, de hecho, lo realmente difícil es no ser conspiranoico. Constata que no es algo contemporáneo, “ya el mismo Kant decía que entre las necesidades racionales del ser humano está la necesidad de creer”, corrobora. Pero quizás en contextos de mayor vulnerabilidad es cuando uno se ve más impulsado “a buscar un sentido”. Y para Barquinero, como ya refleja en Los escorpiones, la conspiración tiene que ver con esto. “Algo en lo que casi nadie piensa en su día a día es en que todos nos damos mucha más importancia a nosotros mismos de la que tenemos en el mundo”, dice.

Debes aprender a reconciliarte con el hecho de que vas a morir algún día

Por eso, para Barquinero, urge atender a dos ideas, las únicas “moralinas”, sospecha, que contiene el libro: “La primera: no culpes de tus problemas o de los problemas de la humanidad a algo mágico: la culpa casi siempre la tienen personas atravesadas por el capitalismo que te están fastidiando la existencia y que no son enemigos imbatibles”, sostiene. “La segunda: debes aprender a reconciliarte con el hecho de que vas a morir algún día”. 

La autora pone un ejemplo cotidiano: “Una persona cualquiera fácilmente puede pensar que otra no le habla porque le tiene envidia, y enseguida tiende a construir un relato”, explica. “Es algo muy humano, no me parece criticable por sí mismo, simplemente debemos estar alerta”, porque esto podría ser también una forma de “creer en algo”. Pero la autora es tajante: “La idea la tengo muy clara en mi cabeza: no eres tan importante, vas a morir pronto y nada de lo que hagas le importará a nadie dentro de 50 años”, reivindica. “Casi nadie acepta esta idea en totalidad”, continúa diciendo, “porque nuestra sociedad se construye en el olvido consciente de que vamos a morir, pero en realidad somos irrelevantes para el mundo”.

El primer sesgo es pensar que el mundo tiene sentido para los humanos y que tenemos un papel en el universo

Conspirar podría entonces responder al supuesto de que “la humanidad se está poniendo por encima del resto del medio”, razona la filósofa, “y ese es el primer sesgo: pensar que el mundo tiene sentido para los humanos y que tenemos un papel en el universo”. Pero Barquinero recalca la idea de que “no hay ninguna prueba empírica que sostenga que el mundo tiene un sentido y que además es un sentido adaptado para que lo comprenda el hombre”, expresa, “pero todos lo creemos porque si no, no podríamos vivir”.

Alimentar socialmente las formas de creencia desde diferentes mecanismos para hallar un sentido en el mundo podría ser sencillamente una acción cotidiana. “Algo que me produce mucha angustia pensar”, declara la escritora, “es que en la conspiración ni siquiera hay una voluntad política, sino una voluntad de consumo”. Barquinero pone el ejemplo de cómo las redes sociales son muchas veces las que a través del algoritmo conducen a la audiencia hacia el contenido conspiranoico por su potencial viral.

Me interesa entender cómo Internet se constituye en tanto que texto o imagen, como una especie de poema épico colectivo anónimo

Y no por eso la zaragozana se posiciona moralmente contra el uso de internet, sino más bien todo lo contrario: la web, los foros, las redes sociales, Tinder o los videojuegos funcionan como un espacio central en Los Escorpiones, no solo por la evidente relación de la autora como usuaria que ha crecido a la par que el desarrollo digital de los años dosmil, sino también por todo lo que internet conlleva como mediador en las relaciones internas y sociales con los demás. “Me irritan los discursos que se empeñan en diferenciar internet de la vida real: lo malo y lo bueno, lo falso y lo verdadero. No tiene sentido. Ya no hay vida real sin internet”, defiende.

Para trabajar en la novela, la escritora pasó mucho tiempo en la deep web —o internet oculto, que contiene información poco accesible públicamente como páginas en las que se habla abiertamente del suicidio y sus métodos— y en diversos foros de internet que luego ocuparían un papel principal en el libro, aunque asegura que es algo que hacía ya desde su adolescencia. Lo que ahora le interesa de esto, sobre todo, es entender “cómo internet se constituye en tanto que texto o en tanto que imagen, como una especie de poema épico colectivo anónimo”, relata. 

Internet, espacio central en la novela

“Si entras en un vídeo de YouTube de una canción depresiva y bajas a la sección de comentarios, de repente ves cómo la gente está hablando de sus cosas más íntimas”, detalla la escritora. “Sociológicamente puede hablarse de deshumanización y señalar que la gente no se comunica entre sí, pero para mí hay algo mucho más interesante, y es esa conexión de alguien que no es capaz de salir de su casa pero que le apetece hablar con un desconocido”, dice, dejando pistas de cómo se articulan algunas de las experiencias de sus personajes. “Esto es algo que, para mí, merecía la pena rescatar”.

“Mi primer acercamiento a la filosofía fue por internet”, recuerda la escritora, que dice no saber quién sería a día de hoy sin haberlo tenido. Cuenta Barquinero que, para “una niña que no era la más popular del instituto”, los foros le descubrieron muchas cosas, entre ellas amigos y literatura. Pero también esa otra parte en la que ella misma descubre, en la escritura de este libro, algunas de las vulnerabilidades humanas más complejas. 

No creo que haya que posicionarse en contra de Internet, sino a favor de otras dinámicas sociales que tienen que ver con la gestión del espacio público o de la salud mental”, propone Barquinero. “Si nos preocupa la soledad de las personas no es que tengamos que trazar una red nueva, sino ocuparnos de las relaciones sociales que ya tenemos y lograr que haya mecanismos públicos para esta cuestión”, piensa.

Los Escorpiones' es una crítica al capitalismo, un deseo de aceptar la tristeza propia y una apuesta por restarse importancia a uno mismo

Si Los escorpiones pone sobre la mesa la cuestión filosófica de la conspiración, lo que hace Sara Barquinero no es plantear soluciones, sino permitirle al lector “que el libro le lleve a una serie de prácticas de reflexión sobre sí mismo en relación con la sociedad”, relata. Construido entre varios registros y a través de más de 800 páginas, una extensión que supone un desafío para muchos lectores cuyos ritmos de vida también interfieren en las formas de vivir los libros, la autora defiende que “está bien presuponer que la gente es inteligente, válida y sensible” como para adentrarse en una novela de esta dimensión. Luego, Sara juega a resumir sus intenciones en la creación de esta obra y concluye: “Es una crítica al capitalismo, un deseo de aceptar la tristeza propia y una apuesta por restarse importancia a uno mismo”. 

La fe, la conspiración, la creencia y las ideas en torno a la verdad y la mentira acompañan a la humanidad en los gestos más pequeños, en las búsquedas identitarias internas y colectivas y en los anhelos de hallar un motivo por el que vivir. Ante esto, Sara Barquinero no pretende interferir, tan solo termina diciendo: “Lo único que debemos hacer es ser conscientes de en qué medida estas fórmulas operan en nuestra vida cotidiana y en nuestra psique y así ver cuándo nos son útiles para ser más felices”, advierte, “pero también estar alerta para cuando nos hagan más infelices”.