No es tan fácil despertar el sentimiento de terror en los lectores. Hacer que miren de reojo para comprobar que no hay una presencia extraña alrededor, que tengan pesadillas con la historia, que necesiten cerrar el libro para darse un respiro. O que quieran meterlo en el congelador como hacía Joey con El resplandor en la serie Friends. Parece exagerado, pero Mariana Enríquez lo consigue en su novela Nuestra parte de noche (Anagrama, 2019). Y se ha corrido la voz.
Las listas de libros más vendidos dan una idea de lo que se está moviendo en las librerías, pero quizás no tanto de lo que se está leyendo en realidad (existen las bibliotecas, las librerías de viejo, los mercados de domingo, el préstamo entre conocidos) y este verano, Enríquez ha tenido muchos, muchos lectores. Con un vistazo rápido a las redes sociales se comprueba un boom al que también ha contribuído el clásico boca-oreja.
Es curioso, porque no se trata de una novedad. La escritora ganó el Premio Herralde 2019, que se falla en el mes de noviembre y en diciembre ya había aparecido en la sección de cultura de casi todos los medios. Que aún se hable del libro casi un año después de su lanzamiento es casi un milagro. Hoy en día se publican tantos títulos nuevos en tan poco espacio de tiempo que su ‘vida’ es corta: enseguida quedan sepultados por otros recién llegados a los que les pasará lo mismo.
La historia de Nuestra parte de la noche, que ocupa casi 700 páginas, empieza con el viaje en carretera de un padre y su hijo. La normalidad dura apenas dos parpadeos porque la cosa no tarda en ponerse rara y comienza el desasosiego. No sería justo desvelar mucho más para quienes no la hayan leído aún, así que aquí van solo unos ingredientes: ritos, presencias inexplicables, oscuridad, diferencia de clases, una dictadura brutal y relaciones familiares espinosas.
El éxito de la novela ha hecho que el público rescate obras anteriores de la autora como los libros de cuentos Las cosas que perdimos en el fuego (Anagrama, 2016) o Los peligros de fumar en la cama (Anagrama, 2017). Sorprende que el género de terror resulte atractivo en medio de una pandemia mundial ya bastante terrorífica de por sí, pero parece que entretenerse con otros miedos ha sido un buen bálsamo para muchas personas.
Este verano se ha publicado otro libro que pone la carne de gallina: Muro fantasma, de Sarah Moss. La novela cuenta la historia de Silvie, una adolescente que participa junto a su familia en una simulación de cómo vivían los británicos en la Edad de Hierro. Acompañan a un profesor de arqueología y a sus tres alumnos, pero la experiencia cada vez tiene menos de teatro y más de realidad por culpa del fanático de su padre, que termina por poner en marcha junto al profesor un ritual en el que se sacrifica a una mujer de la tribu.
Si bien no tiene tantos elementos propios del terror gótico (fantasmas, esoterismo, ocultismo), sí comparte con la novela de Enríquez el simbolismo de los rituales, el ofrecimiento de un ser a otro poder superior e incluso una manera de morir: el engullimiento de la tierra, la misma tortura natural que sufrió la niña colombiana Omaira. Observada por un público masivo atraído por el morbo de la muerte y el miedo.
Las aterradoras de siempre siguen ahí
Este 2020 tendría que haber sido de Shirley Jackson, la reina de la literatura de terror. Se cumple el 55 aniversario de su muerte y además llegaba a la gran pantalla la película Shirley. Protagonizada por la omnipresente Elizabeth Moss y producida por Martin Scorsese, estaba destinada a ser uno de los grandes estrenos del verano pero el coronavirus trastocó los planes y finalmente vio la luz en la plataforma Hulu. Un debut más mustio de lo que se tenía previsto y que hizo que el filme pasase bastante desapercibido.
No se trata de un biopic en sí mismo, sino de una adaptación de la novela homónima de Susan Scarf Merrell (2014), que tiene a Jackson como protagonista, junto a su marido y a una pareja joven que va a vivir a su casa durante una temporada. La directora es Josephine Decker y la encargada de convertir el texto en un guión Sarah Gubbins.
Un proyecto comandado por mujeres y que hace especial hincapié en la relación de la escritora y la chica, que se acabará convirtiendo en uno de sus libros. La vida de las amas de casa de mitad del siglo XX, las relaciones de pareja y la vida social de una pequeña ciudad de Estados Unidos son temas propios de la literatura de Jackson y claves de la película.
Aunque el filme omite algunos aspectos de su vida, como la maternidad (tuvo cuatro hijos) sí permite imaginarse cómo fue la existencia de la escritora, que murió a los 48 años. Incómoda con su cuerpo y un marido infiel que no escondía sus escarceos, fumaba sin parar, tenía interés por el ocultismo pero ninguno en las tareas del hogar y sufría de agorafobia. Su salud mental era bastante precaria y su manera de trabajar obsesiva y dolorosa.
Jackson no disfrutó de la fama sino que más bien la padeció. Cuando en 1948 publicó su relato La lotería en la revista New Yorker, muchos suscriptores se dieron de baja escandalizados (y posiblemente aterrorizados). Pero pese al rechazo escribió varias novelas, numerosos relatos y ensayos que la convirtieron en un referente. Algunos de sus títulos se han adaptado al cine, al teatro o a la televisión: en 2018 Netflix convirtió su novela La maldición de Hill House en una serie de diez capítulos.
Su obra la ha ido rescatando de un tiempo a esta parte Editorial Minúscula. Hasta hoy han publicado Siempre hemos vivido en un castillo, Cuentos escogidos y Deja que te cuente: cuentos inéditos, ensayos y otros escritos, traducidos los tres por Paula Kuffer, así como La maldición de Hil House traducida por Carles Andreu.
Otra clásica que tiene su hueco en la actualidad es la autora de uno de los grandes títulos del terror: Frankenstein o el eterno prometeo. La editorial Akal ha recuperado la novela El último hombre de Mary Shelley: una distopía en la que imagina cómo será la sociedad del siglo XXI después de haber sido arrasada por una plaga. El libro se publicó originalmente en 1826, así que a la habilidad de Shelley para causar miedo también se le podrían añadir ciertas dotes de videncia.
La presencia del terror firmado por mujeres en las listas de novedades seguirá en otoño. La editorial Impedimenta tiene previsto lanzar en noviembre el libro Reinas, una compilación de relatos de miedo de autoras de principios del siglo XX como Marie Corelli, Lady Eleanor Smith, Leonora Carrington o Edith Nesbit. Una dosis más de inquietud para unos tiempos inciertos en los que el miedo no solo está en las páginas. Quizás sea el año para que Joyce Carol Oates, otra genio del terror, se lleve el Nobel de Literatura de una vez.