En la película El hermano bastardo de Dios, el director Benito Rabal rodaba una historia sobre cómo la Guerra Civil marcó a tantas generaciones de españoles. Lo hacía desde el punto de vista de un niño âque posteriormente crecíaâ, que ve cómo su madre está obligada a exiliarse y dejarle solo con sus abuelos al haber fallecido su padre. Una espina que queda clavada en aquel chaval, al que aquel conflicto bélico le arrebata a su madre durante décadas.
Buceando en los créditos de aquel filme con Paco Rabal como protagonista, uno ve que se basa en una novela del mismo nombre, y que su escritor es José Luis Coll (fallecido en 2007), el mítico cómico y miembro del dúo humorístico Tip y Coll que desde los últimos años del franquismo hasta la década de los 90, se convirtió en uno de los iconos más populares del panorama televisivo de una España que dejaba atrás aquella dictadura en blanco y negro.
Aquella historia no era una simple novela escrita por José Luis Coll, sino que se trataba de su propia vida. Coll había hecho una biografía donde hablaba de uno de sus grandes traumas, esa huida de su madre hacia el exilio dejándole con unos abuelos conservadores. Una ausencia demasiado dura para ser entendida por alguien tan pequeño.
Faltaba escuchar el otro lado de la historia, el de aquella madre que se vio forzada a abandonar a sus hijos y cuyo compromiso político fue intachable e insobornable. El golpe de Estado y la posterior dictadura la alejaron de su familia y, a miles de kilómetros, formó otra hasta que ambas pudieran reencontrarse. Aquella mujer tenía nombre, Angustias García Usón, y es mucho más que la madre de un cómico célebre. Maestra republicana, activista, luchadora infatigable y, finalmente, exiliada. Una historia de esas que en otro país tendrían ya una serie o una película.
Lo que Usón (que falleció en 2005) sí tenía era la pasión literaria. Eso hizo que cuando se asentó en Argentina se pusiera frente a una máquina de escribir para redactar unas memorias que sirvieran como forma de explicar lo que había sufrido. Unas memorias que ahora han sido publicadas por la editorial de su sobrino (Qurtuba Editores), y que reivindican su figura bajo el nombre de Años para NO olvidar. Con ese NO en mayúsculas dejando claro la importancia de la memoria histórica, más en estos tiempos donde los esfuerzos por la verdad, justicia y reparación a las víctimas del franquismo siguen encontrando oposición.
Un “relato en primera persona de una mujer que vivió desde dentro el sueño de una España justa e igualitaria que representaban los ideales de la Segunda República Española”, como recuerda la contraportada de esta autobiografía de una mujer nacida en 1909 en Cuenca, en el seno de una familia conservadora y católica. Fue un amigo de su padre, llamado Mario Coll, quien abrió su mirada al mundo más allá de las paredes de su casa y de la iglesia. Mario, republicano y ateo, se casó con ella y tuvieron dos hijos, Mario y José Luis, aquel que posteriormente se convertiría en uno de los humoristas fundamentales del país.
Muy pronto se quedó viuda, y tuvo que volver a Cuenca, a casa de sus padres, para buscar un trabajo de maestra. Es allí donde entra en contacto con los obreros y campesinos republicanos gracias a los que comienza a descubrir las desigualdades sociales de España. El otro momento fundacional para ella fue la universidad, en Madrid, donde conoce la lucha de los jóvenes republicanos. Así entra a trabajar para el Gobierno de la República.
Un primer exilio
Como si de un anticipo de lo que ocurriría posteriormente se tratara, el golpe de Estado pilla a Angustias García Usón en Segovia, y a sus hijos con sus padres, en Cuenca. Ella ya trabajaba para el Gobierno de la República, y un vecino incluso llega a denunciarla por roja. Su primer exilio fue a Francia para huir de una detención segura en una ciudad que cayó pronto del bando franquista.
Posteriormente volvería a entrar en España y pudo ver a sus hijos antes de separarse del todo de ellos. Durante la Guerra su activismo no cesa. Discípula de la pedagoga renovadora María Montessori, trabajó aquellos años en el Ministerio de Instrucción Publica y Sanidad a cargo de los programas de educación en las colonias infantiles.
Pronto tiene que volver a huir, esta vez a Catalunya. Allí su destino vuelve a girar 180 grados cuando se cruza con las Brigadas Internacionales que habían llegado a España para luchar contra el fascismo. Es donde conoce a Salomón Helbert, o Carlos, como siempre le llamó por su nombre durante la Guerra: Comandante Carlos. Con aquel argentino comenzaría una relación y pronto se quedó embarazada. Aquel hecho fue el que impidió su primer intento de exilio a Argentina en el barco Winnipeg que partía desde Francia. Embarazada, cruzó la frontera. Carlos ya no estaba con ella. A los brigadistas les habían evacuado meses antes, y allí se enfrentó a la soledad, al parto de su hija María Teresa, y a la lucha por encontrar la forma de llegar a Argentina, donde había quedado en reencontrarse con su pareja.
Para lograrlo tuvo la ayuda inesperada de Pablo Neruda, que consiguió dos pasajes para ella y su hija. Allí se reencontró con Carlos y se convirtió en una exiliada más del país latinoamericano. Una que había tenido que dejar a sus dos hijos en España para comenzar una vida nueva que dedicó a la educación y a la creación de colecciones de libros infantiles. Lo hacía mientras no conseguía olvidar que había dejado a sus hijos al otro lado del mundo. La dictadura fue para ella doblemente dura. “Cuarenta años después, moría Franco y yo regresaba a España. Volvía a mi patria, a mi familia y, sobre todo, a abrazar a mis hijos y a comenzar otra vez una nueva vida”, dice al final de sus memorias Angustias García Usón, que siempre dijo que ella tenía dos patrias, agradeciendo todo lo que Argentina había hecho por ella.