Batman es de derechas y Superman habría votado a Trump
Afirmar que el cine contemporáneo tiene como uno de sus mayores aliados al blockbuster superheroico es, prácticamente, de Perogrullo. De las diez películas más taquilleras del año pasado, cinco eran de superhéroes. A la cabeza iba Wonder Woman, seguida de Guardianes de la Galaxia 2, Spider-Man: Homecoming, Thor: Ragnarok y La liga de la justicia. El reciente taquillazo de Black Panther la sitúa como la cinta con más recaudación de lo que llevamos de año, con 700 millones de dólares en el bolsillo de los magnates de Marvel y Disney desde su estreno. El impacto en la cultura pop de las mallas y los justicieros es innegable.
Pero afirmar que no vehiculan nada más que ideales abstractos y benignos es una entelequia sin demasiado fundamento. El cine y los cómics de superhéroes, como cualquier producto de la cultura de masas, viene envuelto en una serie de ideales más o menos velada, que lo convierten en arma del debate político. Desde la tensa relación entre libertad y seguridad que planteaba Capitán América Civil War, al feminismo como superpoder que analizaba Elisa McCausland, pasando por la necesidad de la representatividad del Black Lives Matter en tiempos de Trump.
El género se ha convertido en una de las mitologías más universalmente reconocidas de la actualidad. Ahondar en su vertiente política se antoja casi un urgente ejercicio de análisis cultural. Eso es lo que hace Julio Embid en Con capa y antifaz, la ideología de los superhéroes, un fantástico y ligero ensayo publicado por Catarata, que repasa gran parte del abanico de superhéroes mainstream y extrae su ideología y su impacto en la sociedad en la que vivimos.
No hay superhéroe sin ideología
“Todas las películas de superhéroes tienen un impacto mundial que contribuye a la construcción de una mitología actual y algo más que un mero producto comercial”, nos explica Julio Embid. “Es decir, con ellas se están vendiendo unos valores cercanos al capitalismo y a la democracia representativa de Estados Unidos. Y lo hacen grandes empresas con intereses propios”, cuenta.
Julio Embid es licenciado en Ciencias Políticas y en Periodismo por la Universidad Complutense. También es director general de Relaciones Institucionales y Desarrollo Estatutario del Gobierno de Aragón y columnista en el Diario de Teruel, en El País y en este mismo diario. En 2016 publicó su segundo libro Hijos del hormigón. ¿Cómo vivimos en la periferia sur de Madrid? publicado por La Lluvia, un ensayo sociopolítico sobre el urbanismo y la vida en la capital.
Esta vez, su intención era abordar cómo se vehiculan ideas políticas en el género superheroico y cómo se asimilan según su público, el medio en el que se transmite-no es lo mismo una serie de Netflix, una película de Disney o un cómic de Black Horse-, y el impacto real que todo adquiere en la cultura.
“Creo que el cine de acción y evasión de los noventa se ha sustituido por el género de los superhéroes. En los noventa veías a Stallone o a Steven Seagal pegando patadas, pero esas películas van a menos hoy en día”, opina el autor. Por eso, siempre que la taquilla lo refrende, “Disney es una fábrica de hacer churros y va a seguir ofreciendo blockbusters en invierno, en verano y en septiembre”.
Por lo tanto, su potencial para representar ideales o visibilizar conflictos o minorías, es cuanto menos imponente en el ámbito del séptimo arte contemporáneo. Aunque según Embid, abanderar luchas no explica exitos per se: “En el caso por ejemplo de Black Panther, creo que representar a una minoría no es determinante en su éxito. Todas las películas de superhéroes tienen un presupuesto enorme y una inversión en publicidad bestial que desde seis meses antes del estreno nos viene machacando por todas partes… así que yo diría que casi que vas a verla por inercia”. Según él, “la calidad del producto no afecta tanto a la taquilla como debiera. Para mí, Black Panther es una de las mejores películas de los últimos cinco años, pero para el público general que cada vez es más variado, da igual si van a ver Ant-Man o La Liga de la justicia”.
De hecho, entenderla solamente como negocio millonario enfocado al mercado internacional explica, en parte, que su ideología se vehicule de forma más o menos velada. Hacer negocio es más importante que contar la historia de un superhéroe realmente rompedor. Embid nos pone como ejemplo el fenómeno de Wonder Woman: “Es una película muy significativa por su protagonista femenina, por su directora y por su mirada particular”. Sin embargo, “es imposible que sea una peli especialmente revolucionaria porque está pensada para venderse también en China y en Arabia Saudí. Es decir, es un producto que quiere contentar a todos los mercados de todos los continentes”.
¿El negocio antes que la revolución feminista? Seguramente: “Creo que la idea original de los cómics era muy subversiva y liberadora, pero Warner la ha descafeinado para caer bien a las jóvenes estadounidenses pero también a los magnates más conservadores de Japón. Siendo una película necesaria dentro del género, es evidentemente menos revolucionaria que los cómics”.
Batman, Superman y demás conservadores
Una idea con un público potencial mundial, es una idea que se propaga como la pólvora y que varia según quién tenga el superpoder. “No todos los personajes son iguales, ni siquiera se mantienen inmutables en el tiempo. Depende de la sensibilidad de cada autor y cada dibujante. Depende de la etapa en la que descubras o adaptes un personaje…”, puntualiza Embid.
Aún así, Con capa y antifaz escoge algunos de los más representantivos por su calado actual o por la relevancia de sus adaptaciones en el cine y las series de televisión. Embid analiza el origen de Superman y su idea de Norteamérica, el compromiso de Capitán América, las similitudes entre Iron Man y Donald Trump, la lucha diaria de un prófugo de la ley como Luke Cage, y las nobles causas que adoptan multimillonarios como Green Arrow o Iron Fist.
Los multimillonarios que se enfundan un traje para convertirse en superhéroes es un tropo ya conocido. Entre ellos hay uno que siempre destaca: “Batman es, posiblemente, el superhéroe famoso más de derechas que tenemos hoy”, opina Embid. “Su poder es ser rico e impartir justicia. Es como si Florentino Pérez decidiera ponerse un traje y combatir el crimen en Madrid por la noche. Batman es la derecha, y pertenece a un establishment que no tiene ninguna intención de cambiar el modelo del sistema, ni de crear una sociedad más justa. Lo único que quiere es trincar a los malos”.
Por su parte, según Embid, aunque Superman es un símbolo reconocible de bondad y honradez, lo más probable es que hubiese votado a Trump en las últimas elecciones. “Clark Kent es hijo de granjeros en un estado mayormente conservador”. Por mucho que naciera en Krypton, creció en Kansas y sin entender su origen no se entiende su ideología: “Superman representa el conservadurismo religioso por una parte, y el tradicionalismo rural por otra. Es una buena persona de derechas que ejerce de periodista mediocre. Un tipo que va a la oficina de dos a tres y que luego se marcha a salvar el mundo”, nos cuenta.
Sea como fuere: “En ambos casos son personajes profundamente conservadores. Uno desde un punto de vista del conservadurismo clásico, ligado a lo rural y religioso, y el otro desde el neoliberalismo más capitalista. Así que sí, los dos héroes más famosos del cómic son dos conservadores”.
El progresismo de capa y antifaz
Sin embargo, el que podría parecer más evidentemente conservador debido a la simbología patriótica que le envuelve no es, precisamente, el más derechista. “Con El Capitán América tengo mis dudas: es un tío que en Europa sería de derechas pero que en Estados Unidos sería progresista”, explica Embid.
“'El Capi' representa una serie de valores cívicos que bien podría abanderar la socialdemocracia. Me parece muy representativo de algunas de las ideas del partido demócrata de Hillary Clinton. Su personaje se centra en los derechos y libertades, en la defensa del débil y el explotado, en el respeto a la constitución… El Capitán América es la izquierda de Estados Unidos pero no encajaría demasiado bien según lo patrones de lo que llamamos izquierda aquí”, resume.
Aunque para Embid, el superhéroe mainstream situado ideológicamente más a la izquierda está claro: “sin lugar a dudas sería Daredevil”. El personaje creado por Stan Lee y Bill Everett en 1964 es, según Embid, un hombre comprometido con las causas sociales de su tiempo. “Matt Murdock es un abogado laboralista de izquierdas. Es alguien identificado en su barrio, conocido por ayudar a las asociaciones locales y a los vecinos… Es católico, sí, pero abiertamente progresista, y trabaja por los menos favorecidos y los inocentes tanto en horario de oficina como vestido con el traje rojo de repartir palos”.
Y luego, claro está, tendríamos una ingente colección de antisistemas, de superhéroes establecidos al margen del orden democrático y legal imperante. “Lobezno, por ejemplo, es un forajido que vive fuera de la ley. Para ser de izquierda tendría que creer en una legalidad y en una justicia social que no le importan”. Y no es el único, “en los cómics puedes encontrar todo un abanico de ideologías: desde la de los Watchmen, que son abiertamente neofascistas, a personajes que abogan por la lucha de las minorías oprimidas”.
Sin embargo, todos ellos, ya sean de derechas, de izquierdas o outsiders ideológicos, vehiculan complejos modelos de conducta manufacturados para una sociedad de consumo. Para Julio Embid, “prácticamente cualquier mitología que se consuma de forma masiva, representa los valores de la sociedad que la propugna”.
“Cuando los antiguos griegos contaban historias de Ulises o de Hércules, en realidad lo que estaban defendiendo era el modelo y el sistema político griego. Se defendía el esclavismo, las ciudades estado y la identidad frente a los bárbaros. En el caso español, la construcción de identidad se da a través de la Iglesia Católica, los santos, las vírgenes y los patrones”, describe Embid. Ahora les toca a los superhéroes.
En ese sentido, “uno puede ser consciente de que lo que está viendo no es solo un entretenimiento: le va a influir en determinados valores de consumo y parámetros ideológicos. Es una conversión por goteo”, reflexiona el autor de Con capa y antifaz. Pero para analizarla críticamente este goteo, tenemos que escuchar la gota caer.