'Tomás Nevinson', el novelón de espías maduritos con el que Javier Marías acaricia (otra vez) el Nobel de Literatura
Tomás Nevinson creía haberse alejado definitivamente del espionaje cuando le dieron por muerto. Volvió a la vida tras un tiempo de pasar desapercibido a la vista de todo el mundo, decidido a dejar de hacer trabajitos y encargos para el MI5, el MI6, el CESID o la agencia de turno que requiriese sus servicios. Pero cuando su antiguo jefe le contacta… es incapaz de resistirse.
Nadie abandona del todo el mundo del espionaje, a lo sumo puede estar durante más o menos tiempo en silencio. Algo que su exjefe sabe bien, y que Nevinson aprenderá a la fuerza. ¿La misión? Deberá vivir en una pequeña ciudad del noroeste de España y hacerse pasar por un profesor de inglés en horas bajas, para conocer a tres mujeres: Inés Marzán, María Viana y Celia Bayo.
Una de ellas no es quien dice ser: es en realidad Magdalena Orúe O'Dea, una mujer con vínculos con organizaciones terroristas como el IRA o ETA. De hecho, se la considera una de las principales responsables en la sombra del atentado de Hipercor, en el que la banda segó las vidas de 21 personas. Averiguar cuál de las tres mujeres es en realidad una terrorista le llevará meses de investigación, narrados a lo largo de las casi setecientas páginas que acaba de publicar Javier Marías.
Un novelón de espías maduritos
Que nadie se asuste: la extensión de la última novela de Javier Marías no la convierte automáticamente en un tostón, aunque tampoco la eleva en sentido alguno. El peso en gramos de Tomás Nevinson no significa, por sí solo, nada. Es la novela más larga de cuantas ha escrito en 50 años de carrera. Se dice que, tal vez, sea la última aunque como le ocurre a su protagonista, la escritura también es un oficio del que es muy difícil desentenderse.
Marías, Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, firme candidato al Nobel de Literatura, ha escrito un novelón sobre espías de avanzada edad que se toman su tiempo en hacer lo que se supone que deben hacer. El tono acompaña al tempo de su estilo, pausado y muy dado a los devaneos discursivos. No encontraremos en Tomás Nevinson grandes acontecimientos, pero sí conversaciones, cuando no monólogos, de páginas y páginas sobre la culpa, el miedo, Macbeth, Ricardo III, Shakespeare o las decapitaciones de Ana Bolena y María Antonieta.
Y esto tampoco debería llevar a confusión. Sería torpe identificar erróneamente extensión con dificultad, o peso con pesadez, aunque la confusión siga afianzando posiciones en el antediluviano debate sobre alta y baja cultura. Un debate que se engresca constantemente, en el caso que nos ocupa desde columnas de opinión como la del escritor Alberto Olmos en El Confidencial, titulada “Deja de ver 'Sálvame' y lee a Javier Marías”, o la de la también escritora Rosa Belmonte en ABC llamada “La diferencia entre capítulo y episodio”.
Sería torpe identificar erróneamente extensión con dificultad, o peso con pesadez, aunque la confusión avive el debate sobre alta y baja cultura
Tomás Nevinson no es una novela especialmente exigente. Su lectura no requiere energías y atención para descifrar una prosa rebuscada o identificar las trampas dispuestas por parte de un narrador engañoso. Nada más lejos: es una novela elegante que deja, de hecho, poco espacio para la imaginación del lector y no escatima en subrayados de la trama, suerte de señales innecesarias para que no se pierda en el entramado de engaños.
Es un libro tan accesible como lo podría ser un misterio de la Miss Marple de Agatha Christie, o una novela de John le Carré —a quien Marías rinde un homenaje explícito—, con un narrador honesto que hace partícipe al lector de todas sus dudas y pesares.
Lo que sí requiere es otro atributo: paciencia. Una notable capacidad de saber esperar, de la misma forma que el protagonista espera a que le llegue el momento adecuado para avanzar en la misión de identificar, entre tres mujeres, a una etarra encubierta. La paciencia que requieren relatos como Sátántangó de Béla Tarr o La Liga de la Justicia de Zack Snyder, por poner dos ejemplos en las antípodas de la distinción absurda entre alta o baja cultura.
Marías parece querer imponer un peaje de casi doscientas páginas en el que la narración se estanca, los poemas de Yeats y Milton se suceden, y no acontece nada más que las reticencias del protagonista por aceptar el encargo. Pero pagado ese peaje, Tomás Nevinson se descubre como una interesantísima novela sobre la memoria y el peso de las propias decisiones que, como bien señalaba Karina Sáinz Borgo en Vozpópuli, ya estaba presente en anteriores títulos suyos como Mañana en la batalla piensa en mí o Tu rostro mañana.
Marías parece querer imponer un peaje de 200 páginas en el que la narración se estanca y los poemas de Yeats y Milton se suceden
El dilema moral del 'precrimen'
Una vez aceptado el encargo e instalado en esa ciudad del noroeste de España en la que se hará pasar por profesor de inglés, Tomás Nevinson empieza a investigar a conciencia a cada una de las sospechosas de ser Magdalena Orúe O'Dea. Es entonces cuando Marías despliega un arsenal colosal de recursos formales para descubrir las personalidades, secretos y anhelos de tres mujeres muy distintas.
En sus retratos, concienzudos y cautivadores, empiezan a cobrar significado las digresiones que antes no parecían tener otro objetivo que demostrar lo encantado que está de conocerse el que actualmente ocupa el sillón 'R' de la Real Academia Española.
En una de dichas digresiones Marías cuenta, por ejemplo, la historia de Friedrich Reck-Malleczewen, un escritor alemán opositor al nazismo que terminó sus días en el campo de concentración de Dachau. El caso es que Reck-Malleczewen coincidió con Hitler en un pequeño restaurante bávaro en agosto de 1936. Él iba armado pero al Führer no le acompañaba ningún guardaespaldas: iba solo a almorzar y pretendía pasar desapercibido. Podría haberse levantado y haberle pegado un tiro, podría haberlo asesinado allí mismo, cambiando el curso de la historia. Haber salvado miles de vidas, tal vez.
Marías despliega un arsenal colosal de recursos formales para descubrir las personalidades, secretos y anhelos de tres mujeres muy distintas
Ya en Dachau, Friedrich Reck-Malleczewen escribió en su diario: “No habría servido de nada, en todo caso: en los consejos del Altísimo, nuestro martirio había sido decretado ya. Si en aquel punto se hubiera cogido a Hitler y se le hubiera amarrado a las vías del ferrocarril, el tren habría descarrilado antes de alcanzarlo”.
Nevinson es un espía que vive acechado por la incertidumbre. Le corroe no saber si lo que hace está bien o no. Duda de si, por acción u omisión, está salvando vidas o acabando con ellas. No sabe, en definitiva, si está en el lado bueno de la historia, que diría Isabel Díaz Ayuso.
'Tomás Nevinson' construye un retrato coral de la memoria reciente de un país con una democracia llena de muertos y tantos favores como silencios
En ese terreno de vacilación adquiere peso el dilema que planteaba la policía precrimen de El informe de la minoría de Philip K. Dick y la magnífica adaptación de Spielberg: ¿Es posible juzgar a alguien antes de que cometa un crimen? Si Nevinson consigue capturar a la terrorista: ¿Estará evitando futuras muertes o todo lo contrario?
El tejido de relatos de Tomás Nevinson, construye un retrato coral de la memoria reciente de un país con una democracia llena de muertos, corruptelas de mayor o menor calado, y tantos favores como silencios. Pero en última instancia, es una amplia reflexión sobre la inevitabilidad de la historia y de lo insoslayable que es el error humano.
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