Cuenta el Gran Wyoming que cuando cumplió sesenta años un amigo le dijo que a partir de entonces empezaría a decir aquello de “antes, todo esto era campo”. Se sonroja al afirmar que esa dichosa frase llevaba diciéndola ya muchos años, mientras explica cómo era el madrileño barrio de la Prosperidad. El que le vio nacer en una pequeña alcoba de doce metros cuadrados.
Sin salir del barrio, muchos años después, él mismo presenta en una comida con periodistas el libro en el que cuenta como creció en aquellas calles y sí, aquellos campos. ¡De rodillas, Monzón!, ¡De rodillas, Monzón!que se pone a la venta este jueves, no es tanto una autobiografía al uso como un ejercicio de rescate de su propia memoria. En parte por dejarla negro sobre blanco antes de que la olvide, y en parte por no pervertirla con recuerdos falsos. Algo natural en la mente humana.
También, y no tiene miedo a decirlo, porque él disfruta de una posición en la que sus vivencias son significativas para explicar una España que quedó atrás. Para lo bueno y para lo malo. “Por alguna razón, las personas que no han trabajado nunca, como es mi caso, se convierten en grandes testigos”, dice sobre su obra.
“Es difícil negar que es un acto de autocomplacencia, una especie de masturbación onírica en la que hablas de lo cojonudo que eres. Pero yo he tenido una infancia muy normal, no he salvado a nadie de morir ahogado. Por eso sólo quería contar cómo era el mundo y cómo lo vi”, explica Wyoming.
“Creo que pertenezco a una de las últimas generaciones que han tenido una infancia realmente feliz en el sentido de que tuvimos una infancia propia. Hoy los niños están en permanente contacto con los adultos y esto es absolutamente nocivo. Los niños tienen que tener su espacio y crear su mundo”, explica el presentador de El Intermedio.
“Yo salía a las tres y media de mi casa dando un portazo y cuando volvías a las nueve y te preguntaban dónde habías estado, la única explicación que dabas era 'por ahí'. Un caballo requiere una hora de doma al día. Veinticuatro, que es lo que viven hoy los niños, es algo insoportable”, asegura. Esta libertad que defiende convierte el libro en el retrato de una infancia cualquiera. Podrían ser las memorias de su vecino, de sus amigos. Pero son las de José Miguel Monzón, más conocido como el Gran Wyoming.
Sus vivencias se tiñen de un sentido del humor irónico único que sorprende por lo emocionante que resulta. Un ejercicio de sinceridad del popular presentador, que hoy tiene 61 años y echa la vista atrás a su infancia en un pueblo manchego arrasado por la guerra. Pero también a su adolescencia entre las calles de un barrio obrero de Madrid y las paredes de un colegio de padres agustinos hasta que, con 17 años, descubrió otro mundo en Amsterdam.
Son 350 páginas que recorren nuestro país en los años 50 y 60, pero en las que vemos también la España que somos hoy. Por suerte, apenas una hora antes de que se tenga que cambiar en el coche y se marche a grabar programa de esta noche, podemos hablar con él sobre la segunda.
Parece que cada vez es más evidente que estamos abocados a otra legislatura de Rajoy. ¿Cómo se siente al respecto?
Otra legislatura de Rajoy es una gran desgracia. Para ahora y para el futuro. Al programa le vendrá bien porque funciona mejor desde la crítica que desde el consenso. Al fin y al cabo es un show de televisión y va mejor cuanto más grandilocuente y anecdótica sea la cuestión. Pero la desgracia para los ciudadanos de este país es que la alternancia en el poder cada vez es menor. Aquí no se va a hacer nada sin el PSOE. Si el PSOE dice que el cambio que necesitaba este país no puede producirse, no se producirá.
El partido socialista está viviendo un cisma que divide a su militancia y a su electorado. ¿Cómo ve la situación del PSOE?
Esto clarifica un poco las cosas, lo cual no sirve de absolutamente nada. El problema de la gente es que se tiene que levantar a las siete y su trabajo pende de un hilo. Y que, además, puede que no les paguen.
Los medios ven esto como mucha riqueza para su contenido, cosa que es normal porque es la crisis más de un partido que ha gobernado este país. Pero la realidad es mucho más triste que todo esto. Como decía, clarifica las cosas. Al final los partidos políticos más que en órganos de representación del ciudadano, se han convertido en un fin en sí mismos. Un negocio como cualquier otro.
Ahora muchos votantes tanto del PSOE como de Podemos están más desencantados con la política que hace un año. ¿Qué tiene que pasar en este país para que exista un Gobierno de izquierdas y progresista?
Creo que esto es como una especie de puntilla: si el sistema ya estaba desprestigiado, con esto han demostrado que tal vez en el fondo esto se la trae sin cuidado. Ahora el axioma que repiten es que con 85 diputados no se puede hacer un Gobierno. Claro que se puede, todo depende de los apoyos que tengas. Pero te lo venden como un dogma de fe y hay gente que se lo cree.
También está esto de 'dejar gobernar al partido más votado', cuando los votantes del PSOE y de Podemos, que clarísimamente no quieren que gobierne el PP, suman un millón y medio más. Se inventan una serie de normas que vienen a decir que el número de votos no cuenta. Ellos saben leer los intereses de España por encima de lo que los votantes quieran.
Dicen ser partidarios de la democracia participativa pero no dicen a quién representan. Pero es que además ahora ya parece que los votos no son una orden de la voluntad popular que ellos tienen que asumir como sus representantes. Ya se van a encargar de interpretar los votos según qué es lo que quiere España. Todo lo hacen por el bien de España, aunque a mí me gustaría que trabajasen por el bien de los españoles. La idea de España no me interesa absolutamente nada.
Y respecto a esta situación de desengaño, ¿qué pueden hacer los ciudadanos? Dejar de votar tampoco es la solución.
Antes mandaba el bipartidismo y todo estaba controlado. El hecho de que Botín fuera fan absoluto de los gobiernos del PSOE es una cosa preocupante, no estamos hablando de un gran altruista... Quiero decir, antes el sistema de alternancia permitía el control. Pero cuando la ciudadanía que no encontraba alternativas ni se veía representada en ninguna de las opciones ha descubierto una nueva vía, ha habido que poner orden.
Parece que al PSOE le han dicho que se pusiera en su sitio y que evitara cualquier tipo de solución que no fuera lo de siempre. Así que ha decidido formar parte de una oposición en la que no va a cambiar nada.
¿Qué le diría a un votante del PSOE que está viendo lo que pasa?
Le diría que preguntase a la gente del PSOE si ellos han votado para que gobierne el PP o no. Es evidente que no, pero la cuestión no es cuáles son los intereses de los partidos para salvar sus muebles o si pierden con terceras elecciones. ¿Y a mí que me importa que pierdan diputados? Por encima de eso está la honestidad de saber a quién representan. Ellos, los adalides de la democracia representativa, están representando a otra fuerza superior que no es el votante.
Lo malo de esto es que pasará y se olvidará. Toda la vida han jugado a que son la alternativa a un mal peor. Había mucha gente que votaba al PSOE sin verse representado, porque frente Aznar cualquier opción era buena. Sin embargo, cuando han aparecido nuevas fuerzas, se ha descubierto que su enemigo real no es la derecha de este país, es aquel que puede quitarle votos. Porque el PP no le quita votos al PSOE, quien se los quita es Podemos. Así que se han aliado con el que teóricamente era su enemigo.
Sigue al frente de un programa que es uno de los pocos talk shows de España. ¿Por qué cree que este tipo de programa no se ha hecho más popular en nuestro país? talk shows
Aquí la concentración de medios es increíble. Todos pertenecen a los mismos y a la larga esto convierte a la libertad de expresión en una entelequia. Hay algunos, como nuestro programa o yo, que pueden decir lo que quieren. Pero otra gente paga un alto precio por hacerlo. Así que salvando honrosas excepciones, como algunos periódicos digitales, lo demás... pues nada.
Está clarísimo cuando ves que despiden a gente de tertulias por publicar noticias que son verdad. El caso de Cebrián ha sido un follón: da la orden en la SER de que aquellos que trabajan en medios que han publicado que tenía cuentas en Panamá sean despedidos. Y lo son. Es una situación totalmente ridícula, pero que te da una idea de en qué consiste la libertad de expresión en nuestro país.
Por ejemplo, en el pacto que hicieron el PP y Ciudadanos sobre el IVA cultural, los populares concluyeron que quitaban el IVA sólo a los espectáculos en directo. ¿Qué significa esto? Que el teatro sí, pero el cine no. Es decir, están todavía castigando a aquellos del 'No a la guerra'. Mientras ellos puedan, castigarán a quienes hablaron más de la cuenta. Así nadie tendrá la intención de volver a hacerlo.