A Yolanda González no la mataron, la ejecutaron. Nacida en Bilbao, tenía 19 años cuando el 2 de febrero de 1980 dos miembros del comando Grupo 41 y del partido ultraderechista Fuerza Nueva la sacaron de su casa en Madrid, la llevaron en coche a un descampado y la descerrajaron dos tiros en la cabeza. Así quedó probado en la sentencia que condenó a Emilio Hellín e Ignacio Abad tiempo después.
Yolanda sólo era una estudiante comprometida –militaba en el Partido Socialista de los Trabajadores- y su crimen provocó un fuerte impacto en los años de la Transición, una época en la que también otros jóvenes murieron a manos de las fuerzas de seguridad o de grupos ultraderechistas.
El periodista Carlos Fonseca (Madrid, 1959), autor de otros libros como Trece rosas rojas, ha recordado ahora su caso en el libro No te olvides de mí (Planeta) en el que reconstruye el asesinato, la investigación y la fuga de Hellín a Paraguay a través de conversaciones con amigos, familiares, abogados, periodistas y políticos que lo vivieron. Con un fin: que aquellos episodios no queden en los márgenes de la Historia.
¿Cómo vivió el asesinato de Yolanda González?
Yo tenía 20 años. Trabajaba por las mañanas en un banco y estudiaba Periodismo en la Complutense por la tarde-noche. Y lo recuerdo como el de Arturo Ruiz, Carlos González, Mari Luz Najera… Las muertes de estudiantes por disparos al aire de la policía o por grupos ultras al final de las manifestaciones eran bastante habituales.
¿Por qué entonces el caso de Yolanda? Es una chica de 19 años que lleva un año en Madrid porque se ha enamorado de un chico mayor que ella. Y es la época en la que la dictadura no se acaba de ir y la democracia no acaba de llegar y hay una ilusión colectiva por el cambio. Ella puede representar a esa generación de jóvenes, porque su asesinato es especialmente trágico.
Siempre se dijo que las fuerzas del Estado pudieron estar involucradas en este asesinato, pero nunca se probó. En el libro tampoco desvela mucho más acerca de qué pudo pasar, más allá de lo que ya se ha publicado.
Hay una historia que me merece la pena contar, pero no me planteo si esta historia tiene que derribar al Gobierno o de si de aquí tiene que salir algo… Pero no nos engañemos. Si digo que en aquella época había miembros de la policía, la guardia civil o el ejército que se oponían y no veían con buenos ojos el tránsito de la dictadura a la democracia y que tenían connivencias con grupos de extrema derecha, no descubro nada.
Se demostró con los asesinatos de los abogados de Atocha y también con el caso de Yolanda. Todos los integrantes del Grupo 41 son miembros de Fuerza Nueva. Todo indica que en este crimen y otros había connivencia de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Igual que creo que en la Justicia había también jueces que no actuaron con la suficiente diligencia en esto y otros casos.
Y el responsable era el Gobierno de Adolfo Suárez.
Sí, entonces estaba el Gobierno de Adolfo Suárez, pero ojo, aunque Franco muere en 1975 eso no significa que al día siguiente ya vivíamos en una democracia. Yo creo que a pesar de esas connivencias, el Gobierno de Suárez sí estuvo interesado en que el crimen se aclarara. Quienes se habían implicado en aquel cambio hacia la democracia pretendían asentar ese cambio y todos estos atentados lo ponían en peligro. Tanto que tuvimos una intentona golpista con la operación Galaxia y luego un año después el 23F.
¿Qué imagen tiene de Emilio Hellín? Un hombre que comete este asesinato, se fuga de la cárcel varias veces, se escapa a Paraguay y después de volver a cumplir condena empieza a trabajar como informático para las fuerzas de seguridad del Estado ya a partir de los años 2000, según la investigación que llevó a cabo José María Irujo en 2013. De hecho, se armó un buen escándalo ya con Jorge Fernández Díaz en Interior.
Emilio Hellín era hijo y hermano de guardias civiles. Tenía muy buenos contactos en los cuerpos de seguridad, circunstancia de la que él mismo se ufanaba. Cumplió su condena y por tanto no se le puede negar que tiene derecho a rehacer su vida. Pero lo que sí resulta llamativo es que alguien que ha participado en un asesinato que tuvo tanto impacto termine siendo contratado por el Ministerio del Interior para hacer labores de asesoramiento y formación de las fuerzas de seguridad. No digo que sea ilegal, pero moralmente es reprochable.
Después aquellas informaciones de Irujo, el Gobierno también pasó someramente por el caso, De hecho, ahora ya no hay ninguna información al respecto.
Fernández Díaz dio unas contestaciones irrelevantes en el Congreso. Se reunió con la familia, pero pasada la efervescencia de aquellos días y la indignación, no se hizo nada. Yolanda todavía no ha sido reconocida como víctima del terrorismo. Y el asesinato fue reivindicado por el Batallón Vasco-Español, que es un poco el precedente de los GAL. Yo creo que ahí hay una carencia democrática notable.
De hecho, el libro se titula No te olvides de mí, y en él insiste en que ya no sólo Yolanda, sino otros jóvenes como Arturo Ruiz, Carlos González, Mar Luz Nájera están prácticamente olvidados.No te olvides de mí
Totalmente. Los que lo conocen son las personas que vivieron de manera directa, su familia, sus amigos, los compañeros de militancia política, pero preguntas a gente de veintitantos años y no sabe nada. Yo tengo ahora 59 años, y entonces estaba en la facultad y hay cosas que sí se te quedan grabadas. Pero preguntas por la calle y no lo conoce nadie. Y no ha pasado hace tanto.
A veces hablamos de la memoria histórica como si fuese algo circunscrito a la Guerra Civil y la inmediata posguerra, pero tenemos cuarenta años de dictadura y una Transición, que yo creo que se ha vendido demasiado beatíficamente, y no nos acordamos de nada.
De aquello quizá sólo se recuerdan los asesinatos de los abogados de Atocha porque han sido más homenajeados. Pero ¿por qué estos muertos siguen siendo considerados como de segunda fila?
No lo sé. Cuando matan a Yolanda por la capilla ardiente pasan representantes del PSOE, del PCE, sindicatos, pero ninguno de la UCD o el Gobierno, cosa que sería impensable ahora ante un hecho de esta envergadura. Pero no sé por qué tenemos una memoria tan débil.
También era gente, en el caso de los abogados de Atocha, que tenía un partido detrás, el PCE, que pugnaba por su legalización, pero detrás de Yolanda había un grupo de extrema izquierda pequeñito, era una estudiante de 19 años… no había detrás un gran respaldo. Y queda ahí en los márgenes de la Historia.
También llama la atención que, como recuerda en el libro, en aquellos años, políticos socialistas como Juan Barranco lucharon por esclarecer estos casos. Pero luego llegó el Gobierno socialista y se atenuó bastante.
Sí, ahora tenemos un debate sobre la memoria histórica, que está muy bien, pero hay cosas que habría que haber hecho en los años ochenta y bajo mi punto de vista, Felipe González. Yo ahora a una Comisión de la Verdad no le encuentro mucho sentido. Hubiese tenido sentido en los ochenta. Me extraña que en todo el país no tengamos un museo que nos hable de algo tan fundamental.
Ahora se pretende que sea en el Valle de los Caídos.
A Franco se le debería haber exhumado en los años ochenta. Es anacrónico que haya un monumento a mayor gloria del dictador. Pero no veo que el Valle de los Caídos se pueda reconvertir en centro de reconciliación. Eso se construyó para lo que se construyó y es a mayor gloria de los vencedores. No lo puedes convertir en un centro de reconocimiento.
Me parece que puede ser un centro que explique que esto se construyó por el bando de los vencedores y explicarlo. Pero no como un lugar de reencuentro porque no lo es. Auschwitz no es un sitio de reencuentro sino ejemplo de barbarie del nazismo.
Hablemos de periodismo, porque en el libro relata la investigación de José Luis Morales en Interviú y cómo encontró a Hellín en Paraguay. Así se consiguió saber dónde estaba y su extradición a España. Cuesta encontrar ahora reportajes que sirvan para algo.
Eso, que sirvan para algo. A mí me tildarán de periodista amortizado…, pero creo que el sentido del periodismo es el mismo hace cuarenta años que ahora. Es decir, se trata de que contemos lo que pasa contextualizándolo, y sobre todo, intentando dar respuestas a algunas cosas y siendo incómodos al poder.
Ahora lo que prima, sin embargo, es la inmediatez, ser el primero en dar la noticia aunque esa noticia esté mal escrita, mal contada o no esté contextualizada. Eso perjudica al periodismo. Hay excepciones porque ha habido informaciones que han hecho dimitir a una ministra y a una presidenta de Comunidad, y ese es el periodismo que dignifica la profesión. Pero no el del click con un titular llamativo.
Por cierto, ¿cómo recuerdan sus amigos a Yolanda?
Han pasado 40 años pero lo siguen teniendo muy presente. Aquella vivencia es algo que no se olvida. Es muy emotivo hablar con ellos, porque no hacen relato de hechos sino impregnado de sensaciones.
También es muy llamativo el compromiso político de aquellos jóvenes de finales de los setenta. Ahora también hay politización, pero leyendo el libro se nota que las distancias son grandes.
Entonces había una batalla para recuperar las libertades y se salía de un túnel de 40 años. Ahora hay una democracia consolidada, que podrá gustar más o menos, pero la situación no tiene paragón. Y mucha de esa gente ha acabado evolucionando.
Por ejemplo, Enrique del Olmo, que fue el primer secretario del PST está en el PSOE. Otros como Rosa Torres milita en COBAS, un sindicato que se fracturó de CCOO, que es más rojo… Algunos siguen con las convicciones de entonces y otros han evolucionado y se han incorporado a los partidos del sistema.
Yolanda empezó militando en el PSOE y se marchó porque le parecían unos revisionistas y ella era troskista. Pero claro, tienes 19 años, luego la experiencia vital va limando aristas. Por desgracia no se sabe qué hubiera pasado después.