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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Lilí Álvarez, la primera deportista olímpica española que revolucionó el tenis con su falda pantalón

Publicó su primer libro con 22 años, fue la primera mujer española en participar en unos Juegos Olímpicos. Lo hizo jugando al tenis pero este no fue el único deporte que practicó. Destacó igualmente sobre los patines, el esquí, el alpinismo, el billar y el automovilismo. También fue una de las primeras mujeres en publicar crónicas deportivas en prensa. Pionera podría ser el segundo apellido de Lilí Álvarez (1905-1998), la escritora, periodista e intelectual a la que PHotoEspaña dedica una exposición que mantendrá sus puertas abiertas hasta el próximo 29 de septiembre.

La elección de la sede, la Fundación Ortega-Marañón localizada en Madrid, no ha sido casual. Su edificio albergó la antigua Residencia de Señoritas, en la que Lilí Álvarez vivió y compartió pasillos con figuras como Victoria Kent, Josefina Carabias, María Zambrano y Zenobia Camprubí. Un espacio en el que el deporte desempeñó su propio papel. Su directora, María de Maetzu, contribuyó a que el esfuerzo intelectual de las jóvenes se vieran compensado con la a actividad física.

Lucía Sala, directora de la institución, recordó en la inauguración de la muestra que la reforma que realizaron hace seis años en el edificio, “durante las excavaciones empezaron a salir trozos de la pista de tenis que tenían”. Los jardines de la Residencia –que ahora albergan parte de la exposición–, fueron un lugar privilegiado para la práctica del deporte al aire libre.

En ellos se intercalan varios paneles ilustrados con fotografías que recorren la vida de Álvarez, sus primeros éxitos internacionales, las figuras coetáneas, la importancia de la propia Residencia y reflexiones en torno a lo que supuso la actividad física para la mujer. “Supieron ejercer la Modernidad también con el cuerpo”, destacó la directora de PhotoEspaña, María Santoyo, sobre las autoras de la Edad de Plata en el acto.

Álvarez nació en Roma en 1905 y creció en Suiza, entre pistas de patinajes sobre hielo, estaciones de esquí y balnearios. Allí destacó desde pequeña, antes de empezar a competir. Su familia era pudiente y tuvo acceso a una educación privilegiada. Hablaba inglés, francés, alemán e italiano. “Mi escuela verdadera fue ese encuentro cosmopolita con gentes diversas en ese momento histórico de 1914. Suiza era el centro neutral donde todo se tramaba en un ambiente de espías, millonarios, príncipes y reyes destronados. Era un cosmopolitismo elevado al cubo, un cosmopolitismo de guerra”, reflexionó la propia Lilí en unas notas autobiográficas que recoge la exposición.

Más allá de su carrera como tenista, en los cuarenta comenzó a escribir temas relacionados con la mujer y la religión en la revista Blanco y Negro y el diario ABC. Llegó a ser enviada a la Copa Davis en Australia para cubrirla. En 1960 fundó el Seminario de Estudios Sociológicos de la Mujer, para generar un espacio de diálogo e investigación sobre las mujeres en España. Participó en la fundación del partido Izquierda Democrática Cristiana en 1965, escribió más de quince libros y falleció en 1998. Ese año recibió la Medalla de Oro al Mérito Deportivo a título póstumo.

Centenario del olimpismo femenino español

Titulada La señorita: Lilí Álvarez y los inicios del deporte femenino (1915-1936), la exposición conmemora a su vez que este 2024 se cumplen cien años del olimpismo femenino español. Fue en los disputados en 1924 en París –misma ciudad en la que se celebrarán este verano– donde se produjo el hito, en el que Álvarez jugó junto a Rosa Torras. No fue su mejor partido, algo que ella reconocería más adelante, pero sirvió para abrir camino. De esta época se muestran varias postales de la casa norteamericana Exhibit Supply, que publicó una serie de alegorías de las estaciones del año protagonizadas por figuras femeninas. Una mujer sujetando una raqueta de tenis representaba el verano.

Entre las figuras contemporáneas a la periodista de las que también se incluyen retratos están Margot Moles (1910-1987), la primera campeona de esquí en una competición oficial; Aurora Villa, la médico y deportista que en 1931 logró la mejor marca mundial en lanzamiento de martillo; la regatista Lucrecia Agüero e Irene González, considerada la primera futbolista española y que fundó su propio club, el Irene C.F., en el que ocupó la posición de portera. Falleció joven, con tan solo veinte años, por tuberculosis.

“Es evidente que no es fácil ser mujer. Es muy complicado si tú de veras quieres ser auténtica en todos los sentidos Pues también debes ser verídica contigo misma. No te puedes tú pasar por alto. Tú igualmente tienes que 'respetarte' a ti misma. Sobre todo tú, que estás en tus propias manos”, es una de las citas de la propia tenista que recogen los tablones, extraída de su libro La gran explicación desde la vida y el deporte.

La prenda revolucionaria

Otro de los hitos atribuidos a Álvarez es que en 1931 se convirtió en la primera tenista en utilizar una falda pantalón, primero en Roland Garros en París y posteriormente en Wimbledon. Prenda que fue recibida con escándalo en la época, y que la exhibición enseña en una de sus fotografías. Su diseño fue creado expresamente para ella por Elsa Schiaparelli.

La exposición cuenta con una segunda parte localizada en el interior de la Fundación Ortega-Gasset, en la que conviven extractos de prensa, los libros que publicó Álvarez y una selección de fotografías pertenecientes a fondos internacionales como la Biblioteca Nacional de Francia y la del Congreso de Estados Unidos, junto a españoles como el Archivo General de la Administración, el de ACB y el personal de la familia de la tenista.

Lilí Álvarez encarnó la potente influencia del deporte a nivel individual y colectivo, desde pequeña hasta sus últimos días. El deporte como liberación, como herramienta de emancipación, de cuidado, de competición, de profesión, de humanizador y de catalizador de emociones y avances. Lo practicó, escribió sobre él y fue fundamental para que en España no fuera entendido únicamente como una práctica que perteneciera a los hombres. Pocas cosas hay más igualitarias que sudar, ganar una medalla, perderla, quedarse a las puertas o alcanzar la gloria. Desde la competición más pequeña a la más grande, sea jugar un partido de baloncesto en el recreo o competir en unos juegos olímpicos.

Álvarez lo resumió en la dedicatoria de su obra El mito del 'amateurismo' escrito en 1968: “A todos los deportistas de espíritu, que los hay y son muchos, porque se puede ser deportivo en todas las cosas de la vida, en la vida entera. Sin este espíritu, el que logra la persona y puede faltar a los propios deportistas, el dilema es sencillo: o vendido o vencido”.