Las “noticias falsas” no son algo nuevo sino que ya en 1930 la Unión Soviética recurrió a farsas judiciales para justificar su grave crisis económica, una argucia que reconstruyó hoy en la Mostra, a modo de advertencia, el director Sergei Loznitsa.
Lo hace en “The Trial”, un documental mostrado fuera de competición en Venecia y elaborado a partir de las tres horas de imágenes grabadas y con sonido que localizó en el archivo moscovita de Krasnogorsk, posteriormente lavadas, tratadas y montadas.
Loznitsa reconstruye de este modo un juicio de 1930 contra ocho prominentes economistas e ingenieros soviéticos acusados de formar parte de una organización “contrarrevolucionaria” para sabotear el sistema industrial del país y debilitar aún más su economía.
Eran miembros del conocido como Partido Industrial y tenían el supuesto objetivo de subvertir el poder de los Soviet con el apoyo de la Francia de Raymond Poincaré, entonces primer ministro.
Las imágenes atestiguan cómo los acusados -Ramzin, Charnovsky, Kalinnikov, Larichev, Fedotov, Kuprianov, Sitnin y Ochkin-, sin mayor resistencia, se declararon culpables del intento de sabotaje y, algunos entre lágrimas, pidieron la clemencia del tribunal.
En un gélido 7 de diciembre, la Corte presidida por Andrei Vishinski, posteriormente ministro de Exteriores de Iósif Stalin, condenó a muerte a cinco ingenieros y al resto a 10 años de prisión y trabajos forzados, además de la incautación de todos sus bienes.
Pero en realidad todo fue una farsa a fin de culpar a un grupo de traidores y de agentes extranjeros de la precaria situación de la economía soviética catorce años después de la Revolución de Octubre y a punto de culminar su primer Plan Quinquenal.
De hecho Loznitsa asegura al término de la película que la mayor parte de los acusados siguieron trabajando en secreto.
“Las autoridades en el poder, en ese momento Stalin, usaron estos teatros para resolver sus problemas políticos pues los trabajadores habían empezado a protestar porque la economía había empeorado y tenían que buscar culpables”, dijo el director en rueda de prensa.
En su opinión, este fue “uno de los primeros intentos de utilizar a los medios” de comunicación con motivos políticos, pues el juicio fue público y las declaraciones transcritas y después publicadas en las calles de la ciudad para informar al proletariado.
El cineasta da fe de la repercusión que tuvo el caso tanto dentro del tribunal, con una sala abarrotada, como fuera, con turbas de miles de personas que reclamaban en aquella Moscú el ajusticiamiento a los traidores y la lucha al amenazante capitalismo de Occidente.
De este modo, el documentalista ucraniano regresa a la Mostra, en la que estrenó “Austerlitz” (2016) sobre el turismo en los campos de concentración, y lo hace con una advertencia a los tiempos modernos y a la aplicación de nuevas y más desarrolladas tecnologías para convencer a las sociedades.
“Es muy cercano a lo que nosotros podemos observar hoy. Tenemos otras tecnologías, con la televisión o Facebook, otras posibilidad de tocar el cerebro de las personas y hacer estas escenificaciones en una envergadura mucho más amplia”, señaló.
Y es que, en su opinión, en la actualidad “logramos ver solo una pequeña parte de nuestro mundo y creemos que esa pequeña parte es el mundo”, lo que consideró como “un gran error”.
Hablando de juicios, Losnitsa comenzó la conferencia pidiendo, en ruso, la inmediata liberación del cineasta ucraniano Oleg Sentsov, condenado por Rusia en 2015 a 20 años de prisión por “terrorismo” en Crimea y que mantiene una huelga de hambre desde el pasado mayo.
El documentalista ucraniano recordó que desde que se conociera la sentencia numerosos artistas, intelectuales y organizaciones internacionales han exigido su liberación pero ahora, más de tres años después, “nada ha cambiado” y sigue en prisión.
“¿Qué nos dice todo esto? A menudo me preguntan si los cineastas y los artistas tienen el poder de influir en la política o el mundo y sus circunstancias. Por desgracia, en este caso, ni las personas conocidas tienen la influencia para liberarle”, sostuvo.
Una situación que “dice mucho del momento en el que vivimos” y la clase dirigente que controla el mundo.
“Los políticos actuales se niegan a escuchar la voz de la razón, de los intelectuales, los artistas y de aquellas personas que tratan de reflexionar sobre el mundo que nos rodea”, denunció.
Por Gonzalo Sánchez