Como con los Beatles, es difícil para los espectadores no elegir a uno de los integrantes de Les Luthiers como objeto de máxima devoción. El grupo de humoristas argentinos acaba de perder una parte fundamental de su magia. Daniel Rabinovich ha muerto este viernes en Buenos Aires, a los 71 años.
El preferido de muchos de los fanáticos lutherianos alrededor del mundo, el del bigote negro y la sonrisa pícara, contrapunto constante de su compañero Marcos Mundstock, llevaba algunos años en pugna con una salud debilitada. El preinfarto que sufrió durante una gira en 2012 fue el principio de un periodo de altas y bajas, que se había agravado en los últimos meses.
De hecho, en el espectáculo que Les Luthiers presenta actualmente en Buenos Aires, Viejos Hazmerreíres, Rabinovich no pudo pasar de su presencia en el cartel de la entrada. Su salud no le permitió subirse al escenario en el estreno de esta reposición y fue reemplazado en las funciones por Tato Turano y Martín O’Connor.
Daniel Abraham Rabinovich Aratuz, alias Neneco, era un porteño de ley: había nacido en Buenos Aires el 18 de noviembre de 1943, según cuentan en la web de Les Luthiers. Su relación con la música comenzó muy temprano. Su madre tocaba el piano y su padre, abogado penalista, era un fanático del tango. El joven Rabinovich estudió violín y guitarra mientras soñaba con convertirse en una estrella del folk.
Tras una época de rebeldía en la que empezó a estudiar derecho y hasta se tituló como notario, su virtuosismo con los instrumentos y su histriónica personalidad confluyeron en un proyecto nacido en el coro y en los bares de la universidad. Así nacía Les Luthiers en 1967.
Desde entonces, Rabinovich, Mundstock, Carlos López Puccio y Carlos Lopez Cortés fueron inseparables. E irremplazables. Se dedicaron a cosechar éxitos por el mundo. “Con los chicos ya somos como un monumento. Somos débiles, inseguros, pero somos un gol de media cancha como grupo humorístico y como espectáculo. Es un envase brutal para estar adentro. Es un muy buen matrimonio de cinco señores que en vez de parir chicos paren espectáculos”.
Su fama trascendió totalmente a las fronteras argentinas y hasta las de América latina. En 2011 recibieron el premio Príncipe de Asturias de las Artes. El octubre el grupo tiene planeada una gira por varias ciudades españolas con el espectáculo Lutherapia.
Actor y escritor
Además de su papel siempre protagonista en los espectáculos del grupo, Rabinovich exploró otros registros en algunas series de televisión en los años ochenta y, mucho después, en los primeros 2000. Pero el gran descubrimiento de su madurez artística llegó con la escritura. De esa aventura quedan dos libros editados: Cuentos en serio (2003) y El silencio del final, nuevos cuentos en serio (2004).
“En Les Luthiers soy cantante, payaso, actor, pero no escribo. Las ideas son de los demás. Un día me puse a escribir una idea, de un divorcio de una pareja y me gustó mucho ese poder de hacerles hacer a los personajes lo que yo quería. Yo no creo en Dios, pero era un poco como ser Dios. Me empezaron a llegar ideas y empecé a escribirlas, y a sentir el poder que yo veía en mis compañeros. Pero no me siento escritor. Me siento actor, payaso, músico a veces, pero escritor todavía no”, decía en una entrevista con el diario La Nación poco antes de publicar su primera obra.
Como con los Beatles, quien profesa particular devoción por uno de sus miembros tiene también en la memoria una actuación inolvidable, una frase que evoca siempre placer y sonrisa. Con Daniel Rabinovich y sus más de 40 años sobre los escenarios con Les Luthiers, esa elección es quizá más difícil que con Lennon, Mc Cartney, Harrison o Ringo.