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María de Ávila, Premio Max de Honor por su contribución a la danza

EFE

Madrid —

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El comité organizador de los Premios Max de las Artes Escénicas ha concedido por unanimidad el Premio Max de Honor 2014 a la bailarina y maestra de la danza María de Ávila (Barcelona, 1920), fallecida el pasado 27 de febrero, por ser una figura clave en la historia de la danza.

El comité de los premios, que organiza la Fundación de la SGAE, decidió a comienzos de este año, antes del fallecimiento de la artista, la concesión del galardón, que coincide con el Día de la Danza y con el 60 aniversario de la apertura del Estudio de Danza María de Ávila, en la ciudad de Zaragoza, donde residía.

El galardón será recogido por su hija, Lola de Ávila, que ha seguido sus pasos y se ocupa del estudio de danza, en la ceremonia de entrega de la XVII edición de los premios, que se celebrará el próximo 26 de mayo en el Teatro Circo Price de Madrid.

Su hija ha explicado a la SGAE, al conocer el premio, que está segura de que el reconocimiento hubiera emocionado a su madre, de la que ha destacado su “tenacidad, generosidad y amor por la profesión”: “La danza de España es María de Ávila”, ha añadido.

María de Ávila, cuyo nombre era María Dolores Gómez de Ávila, abrió una escuela de danza clásica en 1954 por la que pasaron grandes bailarines, como Víctor Ullate, Carmen Roche, Ana Laguna, María Jesús Guerrero, Arantxa Argüelles, Amaya Iglesias o Trinidad Sevillano.

Para Ullate, según la SGAE, María de Ávila ha sido “el todo” y, gracias a ella, conoció la danza clásica: “Fue una gran maestra, nos enseñó la base para después ampliar conocimientos. Estuvo muy entregada a su profesión como maestra e investigó muchísimo. Yo no estaría aquí si no hubiera sido por ella”.

A Carmen Roche, dice, le enseñó “a volar” y fue “imprescindible” en su carrera. “Ha dejado -señala en la nota de la SGAE- un legado inconmensurable. Tenía mucho carácter, pero era muy humana, inteligente y perseverante”.

La bailarina comenzó sus estudios de danza clásica y española a los diez años con la profesora y coreógrafa del Liceu de Barcelona Pauleta Pamiés, una ciudad en la que tuvo también como maestros a Alexander Goudinov, Antonio Bautista y Antonio Alcaraz.

Entró a formar parte del Ballet del Liceu, en el que fue “prima ballerina assoluta”, con Joan Magriñá de compañero habitual, protagonizando piezas como “El amor brujo” (1939), junto a Vicente Escudero.

Posteriormente, fue bailarina estrella de la Compañía Española de Ballets y de Los Ballets de Barcelona y profesora de danza en el Instituto del Teatro de la Diputación de Barcelona, aunque nunca interpretó sus montajes en el extranjero.

Después de rechazar un contrato para ir a Estados Unidos con los Ballets Rusos de Montecarlo en calidad de figura estelar, se casó con el ingeniero zaragozano José María García-Gil, y su última gira, cuando su hija tenía ya un año, la hizo con los Ballets de Barcelona, antes de colgar las zapatillas y dedicarse a la docencia.

Fue fundadora del Ballet Clásico de Zaragoza y del Joven Ballet María de Ávila y desempeñó la dirección del Ballet Nacional de España y del Ballet Nacional de España-Clásico.

El Premio Max de Honor lo tienen ya, entre otros, Ana Diosdado (2013), Julia Gutiérrez Caba (2012), José Monleón (2011), Josep Maria Benet i Jornet (2010), Miguel Narros (2009), Víctor Ullate (2008) y Fernando Arrabal (2007).

Además de las 19 categorías a concurso, en los Max se conceden por designación directa del comité organizador el Premio de Honor, Contribución a las Artes Escénicas y Aficionado.