Con la intención de recuperar esas “historias perdidas” que cuentan los abuelos, la escritora gallega María Oruña ha escrito “Puerto escondido”, una novela en la que, a partir de un crimen ocurrido en Cantabria en los 50, se pregunta “qué pasa cuando un psicópata traspasa los límites”.
“Puerto escondido”, editado por Destino, mezcla la intriga policiaca con la historia en dos relatos paralelos e intercalados, uno situado en la actualidad y otro en forma de un diario de un narrador misterioso que relata hechos sucedidos desde la Guerra Civil.
“Son dos libros en uno”, asegura María Oruña (Vigo, 1976) en una entrevista con Efe, en la que recuerda una historia que le contó su abuela sobre la conocida como “casa del crimen”, que estaba ubicada en Ubiarco (Cantabria), aunque ya ha sido derruida, y cerca de donde ella pasa los veranos desde su infancia.
Los vecinos del lugar cuentan que en esa casa un ama de llaves, despechada y no correspondida, mató al “señorito” que ocupaba temporalmente el inmueble y, tras trocearle con un hacha, le arrojó al mar dentro de un saco en la costa de Santa Justa.
Cerca de allí, en la localidad costera de Suances, comienza la trama actual: Oliver Gordon, un profesor británico de 35 años, hereda tras la muerte de su madre, de origen español, “Villa Marina”, la casa en la que pasaba los veranos en su infancia.
Con la intención de cambiar de vida y montar un hotel con encanto, Oliver decide restaurar la casa pero la aparición del cadáver de un bebé momificado en una de las paredes paralizará las obras. La investigación policial, que dirige la teniente de la Guardia Civil Valentina Redondo, se complicará con dos muertes: la de un viejo pescador y la del médico de una anciana y rica empresaria, antigua dueña de “Villa Marina”.
Paralelamente, desde el diario, se va desgranando la vida de Jana Fernández, una niña de una familia humilde que tras la muerte de su madre en un bombardeo en la Guerra Civil irá a vivir con una tía en la localidad de Comillas.
Además de las historias que durante muchos años le ha contado su abuela, de cómo se refugiaban en cuevas cuando los aviones arrojaban bombas y la forma en la que se vivía en la época, María Oruña quiso “recuperar la memoria” de otros muchos vecinos de la zona para construir su relato.
“Son esas historias perdidas que están dentro de los ancianos que cuidan a sus nietos en los parques”, unos recuerdos “magnéticos” que ella fue anotando para documentarse y escribir su libro que, dice, “no es una novela negra clásica, es un mestizaje de géneros”, en la que también está presente el humor.
Una historia muy elaborada en la que la autora va dando pistas al lector través de citas que encabezan cada capítulo y canciones que se nombran durante la trama. Y teniendo muy presente el paisaje de la zona que, explica, “no es un personaje más, forma parte de los personajes”.
“Nada está escrito al azar en la novela”, sostiene la autora, que utiliza los dos tiempos narrativos para mostrar las dobles versiones de los hechos y los dos lados que tienen todas las historias.
Con el personaje de Valentina Redondo, con cuyo nombre confiesa que ha querido hacer un “guiño” a la escritora Dolores Redondo, autora de la exitosa “trilogía del Baztán”, María Oruña reivindica también el papel de la mujer en la Guardia Civil, cuerpo que le ha asesorado para la redacción del libro, así como el Instituto de Medicina Legal de Cantabria.
Abogada de profesión, la escritora prepara ahora la segunda parte de esta novela que estará también ambientada en Cantabria, tierra en la que, como sus protagonistas, puede encontrar su “refugio seguro”.