- La periodista Mariola Cubells repasa la televisión en su nuevo libro, '¿Y tú qué miras?' (eldiario.es Libros)
Dejó las entrañas de la televisión hace diez años, a punto de convertirse “en un gusano”. Lo hizo, según ella misma reconoce, “por hartazgo” y, desde entonces, la periodista Mariola Cubells ha tratado de dar al espectador las pautas para “destripar la tele y descodificar los mensajes”. Para que no le engañen.
Con '¿Y tú qué miras?' (eldiario.es Libros), Cubells realiza un repaso crudo e irónico a las televisiones públicas y privadas, sus directivos, sus trabajadores y sus programas. Lo hace a través de su propia vivencia y de la de sus colegas de profesión.
Afirma que la televisión pública tiene injerencias políticas. ¿Las privadas responden más a las económicas?
Injerencias hay de todo tipo. Es verdad que en la pública ahora mismo es brutal, total y absoluta la injerencia política. Incluso la presión económica que tiene está motivada por presiones políticas, porque los presupuestos salen del mismo sitio. En las privadas las injerencias políticas son menores. La mayor es la presión económica, pero casi todos los grupos que nos podamos imaginar -económicos, religiosos, ideológicos- quieren meter mano. De todas formas, siempre diferencio entre las presiones o concesiones en una televisión hacía un determinado ámbito, porque puros no somos ninguno, y que vendas directamente tu alma desde el minuto uno. Es como en la pública, las presiones pueden existir y tú puedes pararlas, sabiendo que te apoya quien te tiene que apoyar y que tienes un servicio público que cumplir.
No obstante, a mí esta diferenciación que existe entre públicas y privadas me molesta mucho. La televisión es una concesión del Estado, un bien social, cultural y público que debe ser respetado lo haga quien lo haga y no puede incumplir código morales, deontológicos e incluso constitucionales.
¿La televisión pública ha perdido el prestigio que tenía en los últimos tiempos?
Absolutamente. Y, además, eso es una cosa que debemos denunciar y reivindicar como ciudadanos maduros televisivamente hablando. En dos años, el Gobierno del PP ha aniquilado todo lo que la pública consiguió durante ocho y que es uno de los pocos legados incuestionables de Zapatero. Reto a cualquiera a que demuestre que en esos ocho años se hicieron las tropelías que llevamos viendo en dos meses, sin ir más lejos, y hablo con toda la autoridad moral que me da no haber trabajado ni en aquel, ni en este, ni en ningún equipo de Televisión Española.
TVE se está convirtiendo en una televisión que ya no recordábamos, los de los años de plomo de Urdaci. Durante los años socialistas anteriores a Aznar también tuvimos una tele mala, manipulada, partidista y poco plural. El PSOE no lo hizo todo bien, ni muchísimo menos. Cuando llegó el Gobierno de Zapatero y puso a aquel equipo y le dejó hacer, aunque había injerencias, hizo lo que tenía que hacer. La diferencia es que hemos llegado a este momento sabiendo que podemos tener una tele pública de la que nos sintamos orgullosos. La otra salvedad respecto a la época de Urdaci y Aznar es que ahora es todo mucho más transparente. Ya no hay posibilidad de ocultar nada. Están ahí y se ve lo que hay detrás.
Cuando publiqué mi primer libro de televisión, 'Mírame, tonto', en el que desvelaba las tripas de la televisión, fue un bombazo porque la gente no sabía nada de los procesos televisivos. Diez años más tarde, la gente, gracias a Internet, a Twitter y a todas las redes sociales, ha visto la trastienda. Basta un tuit para desmontar toda la teoría de Somoano. Es todo mucho más evidente y la televisión pública tiene que darse cuenta de que no puede hacer nada amagándose porque ya no vamos a respetar sus tropelías. No solo porque en el Congreso se les vaya a pedir explicaciones. Hablo de una cosa más global y brutal, que es que la gente cuente, que diga, que se queje, que proteste por un Informe Semanal absolutamente deleznable, que se mofe, lo peor que les puede pasar. Y es en lo que estamos, en que la gente se mofa de las barbaridades que pueda decir Mariló Montero en la televisión pública, que se conviertan en trending tópic cosas como lo del Toro de la Vega, que es intolerable que se pueda decir lo que se dijo en antena.
Propone comparar los informativos de la etapa de Zapatero con los de ahora, ¿qué diferencias encontraríamos?
Tú podías ver esos informativos que nunca te arañaban y de los que te sentías, si no orgullosa, con la sensación de que era pura honestidad y pura decencia a la hora de informar. Eran plurales de verdad, hechos con conocimiento de causa y un sentido de servicios público y cierta neutralidad, dentro de que todos somos personas y tenemos un tamiz. Ahora es todo lo contrario.
¿Un votante del PP pensaría lo mismo?
Era imposible, imposible, que se sintiera defraudado viendo esos informativos. Ahí voy: era imposible. A eso es a lo que yo reto y, de hecho, la prueba está en que no hay nada salvo algunas voluntades de Dolores de Cospedal, un día, una vez, en aquel Desayuno increíble con Ana Pastor en el que la tuvo que llamar al orden, señores y señoras, una periodista de La Razón, que le dijo: “María Dolores, ¿usted no cree que esto que está diciendo es una tontería, fruto de que incluso medios como el nuestro no encuentran motivos de desprestigio?”. Pero les interesaba mucho iniciar una campaña de desprestigio porque si ganaban las elecciones tenían claro cuál era su diseño. Si recordamos las quejas eran completamente naif, no se sostenían. Y ahora tienes bloques de cemento armado para desarmarlo. Yo soy una persona de izquierdas, pero no soy imbécil. Es que no soy imbécil y sé perfectamente cuándo me la están metiendo. No es ser del PP, es ser una persona conservadora con sentido común. Me sentaría con esa persona a ver cualquier informativo de aquella época. A analizar el resto de los medios y ver qué había dado TVE en el informativo de las 9. Y ver los Informe Semanal. Me reto con cualquiera.
Augura un “futuro oscuro” a las otras públicas, las autonómicas. ¿Se atreve a dar un pronóstico sobre cómo será ese futuro?
Oscuro no, lo siguiente. A las que conozco, Canal Nou y Telemadrid, les auguro la muerte. No tienen viabilidad económica y son dos comunidades endeudadas y en quiebra técnica donde la televisión autonómica es totalmente prescindible para ellos. No hay nadie que salga a defender esta televisión como servicios público porque no se cree en él. Han estado durante años para loar al Gobierno. Por ejemplo, Telemadrid tuvo su época de gloria y cuando llegó Esperanza Aguirre dijo: “Esta tele es mía, aquí mando yo y voy a hacer lo que me da la gana”. Vas perdiendo espectadores y al final la gente deja incluso de criticarte, que es tremendo. Pasa de ti y te castiga con el látigo de la indiferencia. Hay gente que ni siquiera tiene sintonizada Canal Nou. Te ignoran. Y a TVE le puede pasar eso. TV3 y la ETB son casos bastante diferentes. De Canal Sur no tengo una opinión formada, porque no sé exactamente qué está pasando ni cuál es su situación económica. Pero si te pones a rascar en otras más pequeás, en la televisión de Castilla-La Mancha o en la TVG, da miedo. No se puede tolerar, por eso creo que van al desastre.
El prestigio se pierde muy rápido, pero ¿cuánto tarda en recuperarse?
Es irrecuperable si no haces lo que yo llamo fundido en negro. Y, sobre todo, lo demuestras. Yo recuerdo cuando llegó Fran Llorente al nuevo equipo de TVE. Se demostró que había una enmienda a la totalidad. Dijeron: “Estamos aquí, creemos en la televisión pública y les vamos a demostrar que lo vamos a hacer bien”. Y efectivamente. Yo recuerdo esos telediarios. Otra de las cosas por las que se ha visto claramente que hay una enmienda a la totalidad por parte del ciudadano es que ha dejado de verla. Ha habido una caída de la audiencia. No de un programa o de un informativo, sino de la media de la cadena. Los telediarios eran imbatibles. Imbatibles. ¿Qué ha pasado? Que la gente deja de verlos. No es que se quejen del contenido, es que dejan de verlo. Recuerdo cuando desde la dirección de Informe Semanal decían que no habían recibido tantas quejas cuando cambió toda la cúpula. La mayor queja es dejar de verlo. Le estás demostrando que no te interesa el contenido que te da, que no crees en él.
Si entramos en el terreno de las audiencias, la llamada 'telebasura' barre.
Yo hablo de mala televisión, más que de telebasura. La telebasura engloba muchas cosas y se entiende muy bien. Sin embargo nadie mete en la telebasura a un informativo, y puede ser mala televisión. Cuando la gente piensa en telebasura piensa en Sálvame, pero no en Entre todos, que es pura telebasura, o en los programas rancios de Intereconomía, que son intolerables, porque además mienten.
Yo tengo una teoría y es que en este negocio la oferta condiciona a la demanda. Cuando elaboras formatos diseñados en laboratorio y dirigidos a los impulsos más primarios, para que nadie pueda apartar la mirada, y, además, son programas muy fáciles de ver, que no te exigen un esfuerzo intelectual ni de ningún otro tipo, es muy difícil pedirle a la gente que no los vea. Yo mantengo que la primera responsabilidad es de quien hace la televisión. El espectador puede tener la culpa de ver un programa, pero nunca tiene el dolo. Cuando trabajaba en la tele sé cómo hacía los programas, por qué los hacía y qué ingredientes ponía. Por eso, más que reñir al espectador, lo que pretendo es darle las pautas, destripar la tele y descodificar los mensajes para que sepa qué esta viendo, quién lo ha hecho y por qué. Podrá seguir viendo mierda, o lo que algunos consideramos mierda, pero al menos tendrá pautas.
Sin embargo habla de la televisión como bien cultural, ¿se ha perdido algo por el camino?
Algo se ha perdido. Un criterio diferente hacia un hecho. Yo creo que es un bien social y cultural que debemos preservar y defender. Hay determinados colectivos interesados en hacer una televisión determinada, contrarios a este bien cultural, que defenderán que es un negocio. Pero un hospital privado también es un negocio. Si no cumpliera su función, que es curar a los enfermos, habría una crisis y la gente saldría a la calle para decirles que tienen que ganar dinero, pero no a costa de la salud de la gente. Yo soy muy partidaria de ganar dinero y de tener objetivos como llegar a más audiencia, faltaría más, pero sin perder el norte y sin tener únicamente ese objetivo.
Comenta en el libro que con cambiar a diez personas de una televisión se puede cambiar la televisión. ¿En qué situación deja eso al resto de trabajadores?
Es una gran pregunta y te puedo garantizar que es una de las cosas que me tiene más comida la moral. Y no tengo una respuesta que me satisfaga como periodista. Yo lo hablaba mucho con alguno de los compañeros de TVE a los que echaron de la cúpula. Discutía con ellos de esto y les decía que es imposible, porque se ha creado una base sólida que permite hacer otro tipo de televisión. No es exactamente así, porque es verdad que las inercias influyen mucho y la gente con un buen patrón puede sacar lo mejor y lo peor de sí mismo. Es así de triste. Además, cuando cambias a un equipo directivo entero la base tiene poco margen de maniobra. En TVE ha habido colectivos enteros que se han plantado, a través del Comité de Informativos, que es muy sólido e intenta hacer bien su trabajo, o en Informe Semanal. Lo que pasa es que tienen poca fuerza. Cuando la pública llega a estar tan denostada su queja se queda en el aire. Por eso yo siempre intento darles voz, porque es lo único que podemos hacer, que se note que protestan. Pero luego tienen que trabajar.
¿Las producciones low cost se deben a la crisis y el descenso de inversión publicitaria o al despilfarro de años anteriores?
Es un poco de todo. La televisión ha tirado bastante con pólvora de rey durante muchos años. Cuando yo trabajaba en ella los grandes sueldos eran astronómicos. Hablo de las estrellas y la dirección, nunca de la base. Y de aquellos polvos, estos lodos. Pero también es verdad que la crisis es la gran excusa. Ahora todo es low cost. La publicidad ha caído en picado y eso hace que sea un arma perfecta para decir que como no ingresan publicidad tienen que reducir costes y abaratar hasta el delirio. Luego, si miras los ingresos de los grandes grupos audiovisuales, siguen ganando dinero, aunque no ganen lo mismo que en años anteriores.
¿Hace falta el Consejo Audiovisual que se ha quedado en el limbo?
Se ha quedado en el limbo y en el limbo estará. Lleva años en el limbo. Ese consejo regulador no hace milagros, pero pone muchos parches y delimita muchas cosas. Y, sobre todo, está en todas partes. Lo tienen países sudamericanos y funciona. En Europa somos los únicos que no lo tenemos. Creo que el único país que no lo tiene es Luxemburgo. No hay ninguna voluntad de llevarlo a cabo.
¿Quedan buenos espacios en televisión?
Quedan muy buenos espacios si te pones a buscar. El problema es que son parcelitas y lo otro lo eclipsa todo. Lo que digo es que la tele está muy bien, a mí me gusta y, si la usas bien, es una herramienta fantástica de comunicación, información y entretenimiento, pero el problema es que para usarla bien hay que tener destreza y determinados conocimientos. Mi objetivo es dar ese tipo de conocimientos para usarla bien, para encontrar perlas y que no te salpique la mierda. Hay mucha gente esforzándose en hacerla bien, en que salgan bien las cosas, en tener nuevas ideas, en luchar contra los elementos a brazo partido.