Màxim Huerta y la jauría humana
Si algo ha quedado claro de su breve paso por el Gobierno de España es que Màxim Huerta mueve masas. Fue el último nombre desvelado por Pedro Sánchez el pasado miércoles, el que movilizó a más periodistas en el intercambio de carteras con Íñigo Méndez de Vigo, y el que este miércoles ha vuelto a llenar el Ministerio de Cultura y Deporte ante el anuncio de su renuncia.
Lo que no estaba tan claro era el tono que ha terminado tomando su discurso de despedida. Algunos fantaseaban con lágrimas, otros con un sonado mea culpa, pero el exministro ha optado por las anáforas y por interpelar a un enemigo con nombre pero sin rostro: la jauría. ¿Es jauría El Confidencial, el medio que ha desvelado esta mañana que Huerta defraudó 218.322 euros a Hacienda? ¿O quien ha exigido hoy su dimisión por debilitar la imagen de un Gobierno que enarbola el cambio?
“Es estéril que lo aclare porque vivimos en una sociedad ahogada por el ruido, por la descalificación y por la desinformación interesada”, ha arremetido el periodista ante cuatro decenas de medios. En ningún momento se ha confesado culpable, ya no tanto de un fraude que asegura no haber cometido, sino de su propia dimisión.
“Mirando al futuro, hemos tomado una decisión muy importante”, ha dicho mediante un uso deliberado del plural. “Y lo he hecho pensando de manera autónoma en las dos cosas en las que más creo en la vida: la Cultura y la transparencia política”, ha añadido reculando al sujeto singular.
Aunque las considerase estériles, Huerta ha ofrecido sus particulares aclaraciones. “Es una multa porque perdí una demanda que yo mismo interpuse contra Hacienda para reclamar mis derechos, como tanta gente creadora, como tantos compañeros periodistas, como tantos actores, como tantos creadores, como tanta gente de este sector”, ha repetido poniendo especial énfasis en la, a su juicio, frecuencia de las sociedades limitadas para declarar ingresos. “Y no era ilegal en ese momento”, ha incidido, e incluso ha hecho alusión a una “caza de brujas”.
El exministro ha defendido la legalidad de una “práctica muy extendida en el sector”. El sector al que se refiere es el cultural, cuya defensa se le encomendó hace menos de una semana y para la que aseguró sentirse “preparado” e “ilusionado”. Sin embargo, ha sido la “jauría” quien ha puesto punto y final a una de las carreras políticas más breves de nuestra historia. Huerta, según su discurso, se ha inmolado “para que esa jauría no rompa el proyecto de Pedro Sánchez”.
El plumilla retornado se ha ido sin dar paso a las preguntas, rápidamente y sin más compañía que la de su madre. No le ha dado tiempo a formarse un escuadrón de confianza que le blindase ante los periodistas sedientos de contexto. Ni siquiera se ha podido despedir frente al nuevo rótulo de su Ministerio de Cultura y Deporte, desgajado por fin de Educación. Ha tenido que heredar el atrezzo de los populares para su última intervención.
Un escenario paradójico y forzado, precisamente, para que su nombre y el del nuevo Gobierno del PSOE no recuerden a las prácticas de los populares. Ilegales, o no.
“Esa gente solo quiere beber y armar bronca. Ya estoy harto. Estoy harto de este trabajo”, decía Marlon Brando en La jauría humana. Con ese mismo talante se ha despedido Màxim Huerta, para siempre conocido como el ministro Breve.