En Introducción a Teresa de Jesús, Cristina Morales mutaba en la monja santa que se atrevió a escribir en tiempos de la Inquisición española. La ventaja que tenía la autora era que los lectores laicos podían no estar familiarizados con los textos de su protagonista o incluso con su figura. Una doble oportunidad para descubrir la gran literata que fue Teresa de Jesús y actualizar algunos pensamientos que posiblemente tuvo y no exteriorizó por miedo a acabar quemada en una pira. Lo que hace Amélie Nothomb en Sed (Anagrama) viene a ser lo mismo, pero con resultado desigual.
La escritora belga regresa, como cada año desde hace 30, con una reinterpretación del Evangelio. Pero ella no es un narrador cualquiera: ella es Jesucristo. Desde el juicio de Pilato hasta la crucifixión, Nothomb habla en boca de un Jesús humanizado, contrariado y hasta enfadado con el proyecto de su dios. “Padre, ¿por qué actúas con esta cortedad de miras? ¿Estoy blasfemando? Es cierto, castígame pues. ¿Puedes castigarme más todavía?”, proclama en una de las páginas que relatan las horas previas a su tortura.
Sed repasa las bodas de Caná –donde dice que la virgen María se emborrachó con el agua que convirtió en vino–, la relación con Magdalena –con quien describe que mantuvo relaciones sexuales–, la preferencia hacia sus apóstoles y el temor al dolor físico de la pena de muerte. Una serie de episodios conocidos pero pasados por la pátina de ironía e irreverencia propia de la autora. Aunque la simbiosis literaria que Morales consiguió con Teresa de Jesús, emulando su estilo renacentista y dotándole de punk, aquí se queda fría.
Podría parecer que Amélie Nothomb eligió esta temática y la primera persona para provocar, pero nada más lejos según la autora. En la rueda de prensa de Sed, Nothomb recuerda la tradición ultracatólica de su familia y sus propias creencias para desmentir su intención de soliviantar a la Iglesia: “Tenía tres años cuando mi padre me habló de Jesucristo y enseguida me di cuenta de que sería un superhéroe para mí y que me acompañaría de un modo u otro toda mi vida”, dice desde el CCCB de Barcelona. Pero ninguna de estas cosas consiguieron calmar los ánimos de algunos lectores.
Se puede decir que la Iglesia joven es favorable al libro y la Iglesia vieja es bastante tibia, por no decir insultante
“Ha habido un malentendido increíble en Francia y en Bélgica, donde creyentes y no creyentes se han quejado”, reconoce la escritora de 55 años. “Unos dicen que es una blasfemia y otros que es un libro religioso. Pero no es ni una cosa ni la otra. Es una novela sobre una persona que acepta sufrir un dolor infame y mi reto era explicar el porqué de ese misterio”, aclara.
A raíz de la publicación, Nothomb ha recibido sus “primeras cartas de curas llenas de insultos”. “Se puede decir que la parte joven de la Iglesia es favorable al libro y la vieja es bastante tibia, por no decir insultante”, resume la autora. “¿Cómo personas que dicen profesar una religión que promueve el amor consiguen decir cosas tan odiosas?”, se pregunta. “Es una idea bastante diferente a la que yo tengo de esta religión”.
También en su círculo cercano hubo divisiones: “A mi padre y mi madre les gustó mucho el libro, que era lo que me importaba, pero diré que al resto de mi familia le ha sido más difícil aceptarlo”, reconoce.
La crucifixión de Amélie
Amélie Nothomb (nacida como Fabienne Claire) pertenece a la alta burguesía belga y a una familia cuyo pasado está vinculado a la extrema derecha y al catolicismo. Gracias a la profesión de diplomático de su padre, Amélie pudo instalarse y convivir con diferentes culturas, desde Japón hasta Birmania, y abrir la mente. No hay nada de su biografía que haya censurado en sus libros, que salen religiosamente a imprenta cada año desde 1992. En aquel debut, Higiene del asesino, se sinceró sobre la muerte de su hermano a manos de un borracho en una pelea callejera.
“Este es el proyecto más antiguo y más importante de mi vida. Llevo 50 años de premeditación, algo que por supuesto no volverá a suceder”, explica sobre Sed. Nothomb asegura que quiso hacer una novela sobre Jesucristo desde que sintió el primer impulso de la literatura. “Pero no podía ser de un día para otro. Necesitaba adquirir músculo, escribir mucho y por eso fui practicando durante años con tantas novelas”, dice en referencia a la treintena que ya acumula. En 2018, sin embargo, supo que debía empezar cuando sintió por primera vez el miedo a envejecer y a perder todas las fuerzas.
He leído todos los evangelios y me parecen textos admirables, nutritivos, pero que tienen lagunas desde mi humilde punto de vista
“He leído todos los Evangelios y me parecen textos admirables, nutritivos, pero que tienen lagunas desde mi humilde punto de vista. Creo que a los Evangelios les falta el cuerpo”, razona la autora. Por eso quiso tratar el camino a la crucifixión, “el evangelio del cuerpo”, y titularlo Sed como “la unión entre el cuerpo y el espíritu”. “Si no sabéis por qué, os sugiero que paséis todo un día sin beber y entonces me entenderéis”, dice autoproclamándose una “campeona de la sed”.
¿Y por qué en primera persona del singular? “Me pareció evidente y no porque yo me considere Jesús, sino porque para aceptar la crucifixión tenía que estar dentro. Y la verdad es que lo viví en un primer grado durante toda la escritura, que fue muy dura, quizá la peor de todas mis novelas. Cada mañana, cuando me levantaba, pensaba que tenía que volver a subir a la cruz. Y por supuesto no tenía ganas. Pero esto me permitió vivir algo comparable durante cuatro meses a lo que Jesús vivió aquella noche”, declara.
Cristo en el arte
Desde Jesucristo Superstar hasta La pasión de Cristo, el arte ha reinterpretado los textos bíblicos con distintas licencias. El Jesús de Nothomb guarda más en común con la película de Mel Gibson que con el archiconocido musical. “Lo único que sabemos es que Jesús existió, lo que no sabemos es si fue hijo de Dios. A mí me parece más interesante pensar que no, que Jesús era una persona cualquiera que sin saber por qué un buen día decidió ser Jesús, existir y estar disponible para los demás”, expresó Nothomb.
De ahí su visión humanizada y doliente: “Subrayo las paradojas de la versión canónica de los Evangelios, que dicen que tenemos que amarnos los unos a los otros y amar al prójimo como te amas a ti mismo, y a la vez muestran a Jesús aceptando ser crucificado. Es decir, aceptando a padecer el mayor sufrimiento que puede aguantar una persona. Una persona que acepta eso no se quiere. Ya no tiene sentido lo que predican. Es una cosa totalmente monstruosa”.
Jesús se ofrece al sufrimiento y la Iglesia lo glorifica. Es una cosa totalmente monstruosa
Amélie Nothomb se pregunta en Sed por qué “Jesús se ofrece al sufrimiento y la Iglesia lo glorifica”. “Esa parte me hizo enfermar y al escribir empecé a encontrar un principio de respuesta”, asegura. No pretende manifestarse en posesión de la verdad absoluta sobre este tema, sino proponer una versión e invitar “a todo el mundo a que explique su propia visión sobre Cristo”. De hecho, asegura que otros países están más preparados que Francia o Bélgica para escuchar estas interpretaciones heterodoxas de la Biblia: “En España gozáis de más salud y no hablo de la económica, sino de la psicológica. En Francia estamos sumidos en una gran depresión”.
“La literatura se ha interesado por este tema de manera muy reciente. Pero las demás artes llevan desde siempre abordando este tema”, dice en referencia al heavy metal o al rock católico. “Cuando hay sufrimiento, de una manera u otra, seamos o no creyentes, nos referimos a Jesús. Y el auténtico sufrimiento es el que lleva a las auténticas preguntas”, justifica.
Tras dos años de pandemia, esa necesidad de abordar y resolver el dolor se volvió acuciante para Nothomb. “La última palabra de mi novela es soledad. Es muy importante, porque para mí es como una enfermedad. No sé cómo la habéis vivido en España, pero yo estaba en París, en mi piso, y la soledad se hizo muy larga. Es lo que ocurre en una cárcel sin paredes, donde solo existe la imposibilidad de salir”, confiesa. Por eso, para ella Sed va mucho más allá de religión y evangelios. “Era un libro premonitorio”.