40.000 euros. Esa es la condena que impuso a principios de mes una jueza a la revista satírica Mongolia por publicar una caricatura del torero José Ortega Cano en un cartel de uno de sus espectáculos en Cartagena. Una pena que ha hecho reflexionar a los responsables de la publicación, que este jueves han decidido sentar al humor en el banquillo para analizar si estamos ante una situación de retroceso de la libertad de expresión.
Para ello han reunido en un teatro de Madrid a dos expertos de la sátira y del humor, los actores Leo Bassi y Marta Flich, que han mostrado sus impresiones y compartido experiencias acerca de cómo viven esa tendencia a limitar el hecho humorístico de los últimos años. Flich ha considerado que más que un retroceso en la libertad de expresión lo que existe es la autocensura que implica “ponerse paños calientes” y lleva a hacer “un humor más superficial y que denuncia menos”. “No es tanto el retroceso sino lo retrasados que estamos siendo”, ha ironizado. A su juicio, el “denominador común” de lo que está ocurriendo tiene que ver con el miedo, pero también con un cambio generacional.
Precisamente a ello se ha referido Leo Bassi, que sí que ha considerado que existe un retroceso en la libertad de expresión “porque hay un cambio de generación. La que ha luchado y ha sufrido el franquismo está muriendo o desapareciendo. Y otras generaciones que han vivido más relajadamente no están viendo la importancia de luchar para mantener esa libertad de expresión”. El humorista italiano ha señalado que la gente que está ahora rozando los 30 o 40 años siempre ha conocido la libertad y se ha educado “con las televisiones privadas”. Por ello, “es más maleable” que la generación que “ha vivido situaciones de peligro”. Enfrente, ha proseguido, se encuentran con una “derecha” que sigue como siempre y, por tanto, “intransigente”, luchando “por su poder y por su dinero”, y que se enfrenta a “una generación que no tiene esas ganas de luchar” que tenían sus predecesores.
Respecto a los poderosos, que son quienes suelen arremeter habitualmente contra los humoristas y los que incluso inician procesos judiciales contra ellos, Bassi ha recordado que “están acostumbrados a que la gente no diga nada”. “En centros comerciales intentas hablar de política y es imposible, inmediatamente te cogen y te sacan, porque es un lugar privado. No se puede hablar porque molesta a la venta y eso que es un espacio público por el que circulan los ciudadanos”, ha citado como ejemplo.
“Hay una especie de retroceso ante un avance de la modernidad”, ha apuntado, por su parte, Dario Adanti, uno de los fundadores de Mongolia. En su opinión, “los reaccionarios se han puesto más reaccionarios y de pronto las redes sociales han abierto un mundo de exposición del humor que ha venido grande a mucha gente de la justicia o de la política”. Por eso, ha apuntado, tratan de censurarlo o de atacarlo, y a veces logran el respaldo de jueces y fiscales que, como ha constatado también Edu Galán, otro de los editores de la revista, “no acaban de entender lo que son las redes”, que multiplican los mensajes.
Pere Rusiñol, también fundador de Mongolia, ha abordado la situación del periodismo, un sector en el que, según él, “el problema es la toma del poder económico de los medios”. “Actualmente todos los grandes medios son de los bancos, y alrededor de ellos gira todo. Por ello, las posibilidades de información independientes han decrecido”, ha lamentado. Con un mensaje de esperanza, Rusiñol ha recordado el nacimiento de muchos medios al margen de ese poder establecido, entre los que ha citado la propia Mongolia, Alternativas Económicas, InfoLibre o eldiario.es. “Están haciendo información independiente y perforando esos límites del poder”, ha celebrado.