Alberto Iglesias es uno de los cuatro españoles que están nominados a los Oscar 2022. Pero es mucho más que eso. Es un referente para una generación de compositores que entraron en el universo de las bandas sonoras a través de John Williams y Ennio Morricone, pero se quedaron gracias a ejemplos de éxito más cercanos. Alberto Iglesias también es reservado, esquivo y ofrece pocas entrevistas. Quien lo conoce lo achaca a su timidez. Por eso, una forma de acercarse a él es mediante la huella sonora que ha dejado en otros profesionales, aunque no sea consciente de ello.
“Estoy obsesionado con él. Es un absoluto maestro, un monstruo, el Rafa Nadal de los compositores”, dice Arturo Cardelús (1981), pianista madrileño conocido por las partituras de Buñuel en el laberinto de las tortugas y de la serie de Disney Los descendientes. Según él, “tiene lo que solo tienen los grandes, que cuando escuchas diez segundos de su música ya sabes que es de Alberto Iglesias”.
El sello al que todos hacen mención, él lo llama “limitación”. Cuando un músico recibe el encargo de una película, entran en juego elementos que pueden chocar con un estilo muy personal: las decisiones de un productor o director, la cultura que predomine en el proyecto o el género para el que se compone. No suena ni debe sonar igual un blockbuster faraónico, como el Exodus de Ridley Scott, que algo de Almodóvar. Ni siquiera dos cintas del mismo director. “Muchas veces tienes que cumplir con las demandas y tu identidad se diluye para construir una cosa mainstream que no tiene nada que ver contigo. Pero él nunca pierde su estilo”, concede Cardelús, fan del maestro de 66 años.
“La elección de tus proyectos marca tu campo de batalla. Todos empezamos sin poder decidir, bastante con que nos llamen y nos ofrezcan películas. Pero él, o ha elegido muy bien, o ha tenido un golpe de suerte en el que su trabajo es muy bien recibido”, explica Aránzazu Calleja (1977), ganadora del Goya en 2021 por la banda sonora de Akelarre y compositora de la música de El Hoyo, Fe de etarras y Psiconautas. “Su filmografía es impecable”, continúa. “Es tan inteligente y sensible que atrae de forma innata los proyectos que son para él”.
La banda sonora de Madres paralelas es la decimotercera colaboración del compositor vasco con Pedro Almodóvar, su cuarta nominación al Oscar y la primera vez que acude a los premios de Hollywood con una película puramente española. Las anteriores veces fueron de la mano de El jardinero fiel (2006), Cometas en el cielo (2008) y El topo (2012). “Otra virtud de Alberto es que establece relaciones muy duraderas con los directores. Tal y como está la industria, es muy difícil fidelizar el trabajo”, declara Arnau Bataller (1977), compositor de Mediterráneo, la última de REC o del 'pelotazo' de Mediaset, Way Down.
La relación de Iglesias y Almodóvar se remonta a 1995, con La flor de mi secreto, pero unos años antes ya había saltado al estrellato de las bandas sonoras gracias a Julio Medem. Previamente, el vasco se había formado en San Sebastián, París y Barcelona y se había especializado en música electrónica. “Lo que más me inspira de él es su valentía y el valor que tiene de acercarse a las cosas sin perder su sello, tanto en la electrónica como en una BSO más melódica”, destaca el pianista Arturo Cardelús, que también pone música a la exposición inmersiva sobre Frida Khalo en Madrid.
Las bandas sonoras favoritas
Los cuatro compositores coinciden en destacar a Alberto Iglesias como su principal referente o uno de los grandes, al menos. Y todos tienen muy claro por qué. “Tiene un lirismo y una fuerza extraordinaria. Le admiro mucho”, reconoce Alberto Torres (1979), compositor de la serie Toy Boy de Netflix y cuyas BSO han recorrido festivales como Cannes, Locarno o Toronto. “Me encanta el mood desconcertante y complejo que es capaz de generar para el cine de Almodóvar”, dice, aunque sus favoritas son las de Medem en los noventa: “Tanto el Iglesias más experimental de la trilogía como el magnífico constructor de melodías de Los amantes del círculo polar o Lucía y el sexo.
“Alberto hace una música muy expresiva, tiene mucha profundidad dramática. Enlaza la tradición clásica, entre impresionista y posromántica, con toques minimalistas, pero en general es una música que necesita su espacio”, comparte Arnau Bataller, que cuando se fue a Los Angeles con 20 años a estudiar se llevó como un tesoro en la maleta un CD con las BSO de Julio Medem, como Tierra y Los amantes del círculo polar. También destaca Lucía y el sexo y El jardinero fiel, “donde la utilización de la música me pareció muy acertada porque Hollywood lo que busca es personalidad”.
Aunque hizo un análisis en profundidad sobre la música de Los amantes del círculo polar, Aránzazu Calleja elegiría La flor de mi secreto. Pero la primera composición siempre será importante porque le abrió las puertas del Alberto Iglesias más cercano: “Le quería entrevistar y me invitó a un café, estuvimos dos horas en su casa y me permitió hacer fotos de las partituras”. En cambio, para Arturo Cardelús, que vive y trabaja en Los Angeles, la mejor es Hable con ella: “Se junta el talento para crear texturas con el talento melódico y el talento dramático, y esa fusión es muy especial”.
“La magia de la BSO en la película para mí aparece cuando la música genera exactamente lo que necesita la historia. Sin exhibiciones sonoras superfluas y con el máximo respeto por la historia y su factura fílmica. Aprender esto y descubrir dónde está ese punto, es lo que te convierte en compositor de cine”, explica Torres.
“Para mí son un ejemplo tanto él como Pepe Nieto. Cuando eres más joven llegas a este oficio por películas de Hollywood, como ET y John Williams. Pero cuando tienes más conocimiento, reconoces el mérito que tiene Alberto por llevar la música española fuera de aquí”, resume Bataller.
El 'feo' de los Oscar
Fue una sorpresa cuando los Oscar este año decidieron expulsar a las bandas sonoras y otras siete categorías de la gala del domingo por la noche. Estas estatuillas se entregarán en una ceremonia previa. Un mensaje de que son consideradas artes “menores”. “Me indignó esta decisión”, reconoció Alberto Iglesias, y por eso él y sus compañeros dieron plantón al almuerzo de nominados organizado por la Academia: ni Hans Zimmer (Dune), Germaine Franco (Encanto), Nicholas Britell (No mires arriba) ni Jonny Greenwood (El poder del perro) asistieron.
“Voy a recurrir al maestro, Steven Spielberg, que dice que el 50% del impacto emocional de la película se debe a la música. Están despreciando el 50% de esa emoción”, opina Arturo Cardelús. “Los Oscar van de inclusivos y es un año en el que Germaine Franco tiene posibilidades por Encanto, con lo que sería la primera mujer latina en ganar. Si pasa, no va a aparecer en la televisión”, recrimina el madrileño.
En una profesión tan masculinizada, Aránzazu Calleja cree que “se están cargando la oportunidad de crear referentes femeninos”. De hecho, uno de los efectos que tuvo que ella ganase el Goya fue que las niñas descubrieran otra vocación. “Me llamaban para entrevistarme, fue una cosa muy bonita”, recuerda la también violinista. Por eso, el gesto de los Oscar le parece “un error y un desprecio absoluto al gran trabajo de poner música a la imagen. Es insultante”.
“La gente tiene que saber que el compositor, a nivel legal, es tan autor de la película como el director, el guionista y el creador del argumento”, destaca Alberto Torres. “Muestra el poco valor en general que se le da a la música en el cine. Ni siquiera se le dedica un 1% del presupuesto de la película y este tipo de decisiones ahondan aún más en esa injusticia”, añade Arnau Bataller. “Los músicos casi siempre somos los que tenemos peores condiciones laborales y mi teoría es que es un trabajo tan vocacional, que los productores se aprovechan”, opina este último.
En cualquier caso, aunque es un año con duros contrincantes, todos ellos piensan que Alberto Iglesias merece sumar una estatuilla a su ya copada estantería de premios. Por el momento lo llenan 11 premios Goya, varios premios Feroz, un premio de Cannes y otro del festival de Venecia.
“Espero que lo gane porque rotundamente sí, se lo merece por la calidad del trabajo y por su impecable trayectoria”, opina Torres. “Sería maravilloso, pero por lo que dicen las encuestas también sería una sorpresa, aunque a veces hay sorpresas en los Oscar”, asume Cardelús. Pero Bataller da la clave: “Cruzaremos los dedos para que consiga un premio más, pero gane o no gane eso no cambiará la gran percepción que el mundo tiene de él”.