Quizá ella sea de las pocas personas que aparece tal y como una se la imagina. Su aspecto es inalterable, ya sea subida a un escenario, en el plató de una televisión o frente a una taza de café con leche fría en una conversación privada. Olvido Gara (Ciudad de México, 1963), Alaska, siempre lleva vestidos oscuros y ceñidos, el pelo negro larguísimo con dos grandes mechas blancas enmarcando un rostro muy pintado. Los ojos perfilados de Kohl negro hasta el párpado, los labios rojos, las cejas finas, la cara muy blanca. Alaska, Olvido, son la misma persona. No hay distinciones, no hay personaje. Tan solo el cambio de nombre en busca de una identidad que imaginó cuando tenía 14 años y estaba a punto de convertirse en uno de los iconos de la movida madrileña.
Alaska y Olvido son la misma mujer todo el rato. No importa si sale a comprar verdura al madrileño mercado de la corredera o a cantar sus viejos himnos en un festival, insiste en una conversación con elDiario.es. También, la misma chavala que, llevando una peluca blanca y despeluchada, Andy Warhol retrató con su polaroid en una fiesta y que acabaría convirtiéndose en su obra Mujer desconocida. Ella asegura que se enteró varias décadas después en Alaska Revelada, una serie documental de tres capítulos producida por Movistar + en colaboración con Shine Iberia que se estrena el 15 de diciembre.
Para una persona como usted, que ha estado tan expuesta al ojo público, ¿Qué es Alaska Revelada?
Cuando me lo plantearon tenía muchas dudas. No es mi primer documental y todos suelen ser sota, caballo y rey. Pero cuando me llegó la aproximación de ‘Salud, dinero y amor’ -los epígrafes de los tres capítulos- comenzó a interesarme. Yo pensaba que ya se había dicho todo de mí, tenemos los datos, pero no mi perspectiva. La directora me dijo “sí, sabemos que en el 84 triunfaste y vendiste un millón de discos, ¿pero cómo estabas tú?, ¿cómo era tu vida entonces?, sabemos que te has casado con Mario, ¿pero cómo pasó?”, eso es Alaska Revelada, una fotografía íntima. Un autorretrato. Lo que hay detrás de todo lo que se sabe de mí.
¿Se ha sorprendido a usted misma a lo largo de este momento de introspección?
Qué pena no haber sabido siempre que eres fuerte, que se sale, que lo has hecho. De repente se ha puesto delante de mí lo que he construido, lo que he hecho. Y estoy muy contenta, pero es todo visto con perspectiva. En el momento no lo sabes. Es como las relaciones: cuando estás dentro no eres consciente de que deberías salir ya de ahí o de que deberías luchar por ello. Pero cuando lo ves con la distancia del tiempo dices: claro. El tema es vivirlo.
¿Ha encontrado algo que pensaba que tenía superado al volver sobre ello se dio cuenta de que no?
No en las cosas que han pasado. En el tema de la destrucción económica, casi todos los que participamos [en el documental] estábamos implicados en el mismo momento. Pero esta ha sido la primera vez que yo intercambiaba información con estas personas o que, cuando lo he visto, me han llegado cosas que no sabía entonces. Información que me faltaba.
Lo que más me ha costado ha sido darme cuenta de que hay un agujero enorme en la visión que yo tengo de mí misma, y en la que podéis tener vosotros, porque faltan los que ya no están. No está Paloma Chamorro, no están todas estas personas que, cuando era pequeña, eran mayores y yo admiraba profundamente y apostaban por mí. No están tampoco Costus, Juan Pérez de Ayala, Carlos Berlanga… Me he dado cuenta de que ellos ocupan tanto espacio en mi vida diaria como los que todavía siguen aquí. La gente cuando quiere te acompaña en el final.
En ese segundo capítulo donde se habla de dinero también se dice que tu padre fue un refugiado político. Ahondemos un poco en la cuestión.
México recibió muy bien a los exiliados. Fue un país que, creo, ofreció las mejores condiciones legales con los papeles y todo eso. Pero yo recuerdo que viví con un señor que recordaba que había hecho una guerra y que había tenido que salir huyendo. Y, al mismo tiempo, vivía con una señora que se fue de vacaciones a México y nunca pudo volver a su país. Entonces, esta es una enseñanza muy buena sobre cómo dos personas de, teóricamente, mundos distintos pueden convivir. Y si no pueden no es por esas cuestiones, sino por los temas por los que no pueden convivir la mayoría de los matrimonios. Cuestiones mucho más prosaicas.
Me parece todo muy maniqueísta, esto no es la Guerra de las Galaxias. Esto no es la oscuridad y lo otro. Hay matices en todo. Estamos en el siglo XXI, creo que no se puede fraccionar el mundo
¿Ha marcado su aproximación a la política esta vivencia de sus padres?
Sí. Esta idea que circula por ahí de que yo no me mojo, de que no me sitúo… Vamos a ver, ¡es que no puedo! Para empezar, me parece todo muy maniqueísta, esto no es la Guerra de las Galaxias. Esto no es la oscuridad y lo otro. Hay matices en todo. Estamos en el siglo XXI, creo que no se puede fraccionar el mundo como a ellos [sus padres] se lo fraccionaron en su momento.
Hablemos de su madre. Es un elemento tanto central en el documental como en su vida. Y tiene aspecto de haber sido una mujer fuerte, brava ¿Cómo ha sido su relación con ella? ¿Cómo ha moldeado su vida?
Tener a las dos mujeres como mi madre y mi abuela no me hizo fuerte, me hizo débil. Yo las veía tan fuertes a ellas que me hacía pequeña. Veía cómo habían afrontado el tener que irse corriendo de un país y pensaba “si me pasa a mí me muero”. Luego lo superas siempre, claro. Superas todo en la vida.
Cuenta, también, que su madre era una adelantada. Que cuando tenía 13 años la llevaba de compras a Londres y usted aprovechaba para comprar discos y camisetas de grupos. En España había una visión de que usted era una joven rompedora que iba a descubrir el rock, pero al principio era solo una niña acompañando a su madre.
¡Sí! (Risas) Yo le iba acompañando con la excusa de que se supone que yo hablo inglés y que le iba a traducir todo. Pero luego yo soy ultra cortada y me da vergüenza hablar y no le ayudaba en nada (más risas). Pero el poder viajar en ese momento de tu vida y ver a otras personas y ver otras cosas influye mucho en lo que te conviertes después. Ahí te das cuenta de que hay más vida de que la ves en tu día a día y piensas ¡oye!, me estoy perdiendo algo.
¿Cuándo aprendió a hablar inglés?
En el colegio, con cuatro años, empecé a escribir y a leer en inglés antes que en español. Cosa que agradeceré toda mi vida a mis padres, porque en los 70 la información estaba en las revistas internacionales con cuentagotas. O con los libros que alguien te podía traer, con los discos que te podían regalar.
¿Cómo fue el cambio de desembarcar desde México a un país todavía bajo el yugo de una dictadura?
Cuando tienes diez años el concepto de dictadura no existe. Tu problema es que llevas uniforme de colegio cuando no lo has llevado nunca. Que el uniforme de colegio tiene que ser una falda debajo de la rodilla cuando tú llevabas minifaldas. Esas son las cosas de tu mundo: que hay un canal de televisión en blanco y negro y tú tenías televisión en color donde veías a los Jackson Five y eso de repente ya no existe.
Vives una adaptación y al principio piensas que es a peor. Piensas que tu mundo se ha deshecho y no encuentras referentes. Pero me duró como un mes aproximadamente. Encontré las cosas que me gustaban, empecé a disfrutar de la televisión que había aquí y de las revistas del corazón que fueron muy grandes para divertirme y para conocer los personajes. ¡Y del callejero!, me acuerdo que me lo empollaba como una enciclopedia y entonces yo ya conocía la ciudad en la que vivía. Te adaptas a todo, aunque te creas que te vas a morir.
En el documental, bajo el epígrafe ‘Salud’, habla sin tapujos de la cirugía estética a la que se ha sometido a lo largo de su vida, ¿Cómo ha evolucionado el mundo con ese tema?
Se dice que estamos en una fase de aceptación, pero yo creo que no. Siempre hay un juicio hacia las mujeres y hombres que se operan. Como si fueran más frívolos. Esto es como la que es guapa y tiene que estar demostrando todo el rato que también es lista. Yo, por mi parte, no hablo de la salud a través de la cirugía, sino que la cirugía forma parte de mi corpus, que juega a que todo esté mejor. Igual que tomo suplementos alimenticios, pues me opero, de la misma forma que también leo para ejercitar mi cabeza.
Se dice que estamos en una fase de aceptación, pero yo creo que no. Siempre hay un juicio hacía las mujeres y hombres que se operan. Como si fueran más frívolos
Pero es verdad que hay un cierto “armario” y las que hablan de cirugía siempre son vedettes o artistas. Entonces se coloca una etiqueta. Me gustaría ver qué pasaría si quienes se operasen y hablaran de ello fueran escritoras o intelectuales porque, amigos míos, llegados a este punto, ¡hoy todo el mundo se retoca!, y yo no me dejo llevar por mi locura porque no me va la vida en ello, pero si fuera totalmente libre me gustaría ser como un cómic y tender a la hiperfeminización, porque me parece un arma estupenda, y jugar con ello. También con el descaro, que siempre lo he vivido como un juego.
Y el mundo del juego lleva al Drag. Cuando creó su identidad como Alaska, el Drag era algo reservado casi para los hombres.
Me siento travesti porque no existe el término Drag Queen en la terminología oficial. Pero es eso, al final son chicos que hacen una fantasía y yo pensaba, ¿por qué no puede una chica hacer esa misma fantasía?, lo que pasa es que a mí eso me queda pequeño, porque en el Drag vas a tu casa y te quitas la ropa. Y eso es lo que a mí me cuesta. Siempre he visto el travestismo como el mostrarte como tú eres. Yo no me lo quitaría al volver a casa, pero claro, lo que yo quiero es un imposible porque no se puede ser esclavo de tu imagen. Así que me he instalado en un término medio donde me siento bien.
Otro tema que aborda en el documental es el de la especulación en torno a la sexualidad de su marido, Mario Vaquerizo.
Todavía no podemos ver un hombre femenino, un hombre con pluma. Das por hecho que se van a decir cosas en ciertos sectores, y eso está bien. Pero que luego haya gente que vaya a la manifestación del Orgullo y se muestre compasiva y reivindicativa, pero que también esté con el temita… ¿Qué me estás contando?, deja la pancarta, sé real y acepta a la gente como es. Cuando descubrí a David Bowie vi que había hombres diferentes a los que me habían enseñado, pero hoy todavía seguimos arrastrando el estereotipo.
Se ha dicho de usted que ha sido transgresora en su juventud y conservadora en su madurez, ¿Qué tiene que decir al respecto?
Siempre he sido una persona conservadora. Soy una persona tranquila. Nunca he hecho nada por transgredir, nunca he hecho nada porque lo considerara revolucionario. He hecho lo que creía que tenía que hacer para hacer yo lo que me daba la gana. Decir esas cosas de mí es no conocerme, pero creo que en el documental se ve muy claro cómo hablaba yo de dinero a los 17 años o cómo hablaba de la vida en Beverly Hills a los 18. Ese es mi mundo y cuando digo que soy conservadora lo que quiero decir es que he sido una persona mayor siempre. Y eso no tiene nada que ver con el conservadurismo o la rebelión por la rebelión, que no la entiendo. No entiendo la transgresión por la transgresión y tener que sumarte a un dogma porque el dogma va cambiando, y si este antes era la Iglesia Católica ahora es Greta Thunberg. Eso no va conmigo.