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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Del ataque de los grises a la alfombra roja: los Rolling Stones vuelven a España

Es arriesgado decir que la presente puede ser la última gira de los Rolling Stones en España, porque llevan amenazando con la misma idea más de 20 años. Ni siquiera se prodigan poco. La última vez que los de Mick Jagger pisaron un estadio en estas latitudes fue el Olimpic de Barcelona en 2017. Tres años antes habían agotado las localidades de su “posible último concierto” en el Santiago Bernabéu de Madrid. La energía y la ambición tenían carga para otro más: la gira Sixty, que se inicia este miércoles 1 de junio en la capital, pero en el estadio rival, el Wanda Metropolitano de los atléticos.

Sus Satánicas Majestades aterrizaron este lunes en Madrid y estuvieron lejos de recluirse en su hotel. Algunos paseantes privilegiados del Retiro se toparon con sus tres miembros frente a la Estatua del Ángel Caído, una de las pocas piezas que representan a Lucifer en el mundo. Después, disfrutaron de una velada flamenca, cenaron en un restaurante de la calle Almagro –donde Jagger se gastó 60 euros y dejó una propina de 200, según el maître– y se retiraron antes de su concierto número 22 en España.

El Ayuntamiento de Madrid lleva meses alardeando de la visita. La delegada de Cultura, Andrea Levy, también se ha hecho eco en sus redes de la ruta turística que les recomendaron a los rockeros. Estos días, Madrid presume de acoger a los Rolling Stones como si fueran un monumento más y les extiende la alfombra roja.

El año pasado falleció a los 80 años el legendario batería de la banda, Charlie Watts, que sufría un cáncer de garganta. Los que se subirán al escenario del Wanda por tanto son Mick Jagger (78 años), Keith Richards (78 años) y Ronnie Wood (74 años). Es la primera vez que salen de gira sin su cuarto miembro y prometieron que sería la última. “Vamos a dar toda nuestra energía, al fin y al cabo es la última gira”, dijo Jagger en una entrevista con Esquire.

En cuanto al repertorio, no han querido desvelar demasiado. Sixty se compone de 14 conciertos que comienzan en Madrid y acaban a finales de julio en Estocolmo. Acompañados del batería Steve Jordan, tocarán a sus fans clásicos como Gimme Shelter, Paint It Black, Jumpin’ Jack Flash, (I Can’t Get No) Satisfaction o Start Me Up. Pero también han querido guardarse ases en la manga en su 60 aniversario, una forma de asegurar expectación en las crónicas del día siguiente.

El precio de las entradas también ha aprovechado el rumor de “última gira”: la horquilla oscila entre los 88 y los 280 euros, que no incluyen los gastos de distribución. Lejos quedan las 900 pesetas que pagaron los primeros que vieron a los Rolling un 11 de junio de 1976 en Barcelona. Y lejos está también esa España de ser la que hoy abraza su rock desde el glamur y no desde los márgenes, como hizo entonces.

La España de los Rolling de ayer y de hoy

“Es increíble la cantidad de gente que con 14 años se escapó a ver a los Rolling Stones y les abrió la mente. Era un país en blanco y negro y, modestamente, yo le puse un poco de color”, contaba Gay Mercader a este diario hace unos años. El promotor catalán esquivó la normativa postfranquista para programar conciertos nunca antes vistos en nuestro país, incluida una banda de rock británico que llevaba reclamando más sexo, drogas duras y lascivia en sus letras desde los años 60. Ya actuaban en Londres, pero tardaron más de 15 años en llegar.

Fue un 11 de junio de 1976 cuando La Monumental de Barcelona acogió un acontecimiento que quedará grabado a fuego en las antologías musicales: el primer concierto de los Rolling Stones en España. Mercader lo describe como “un periplo penoso”. 

“Empezamos en Cambrils y allí nos vetaron diciendo que de los camiones salían tíos que violaban a las chicas. Después soltaron que yo quería montar un campamento homosexual nudista y me lo volvieron a prohibir”, explicaba el promotor. Ese verano tras la muerte de Franco, en plena “España medieval”, los Rolling actuaron frente a una masa de 11.000 personas, aunque el aforo permitía más de 18.000.

Lo que parecía un fracaso económico se convirtió en la mejor de sus suertes: “Los grises pensaron que no teníamos suficientes efectos especiales y tiraron botes de humo desde el exterior que cayeron en las gradas vacías del fondo. Si llegan a estar llenas, se produce una estampida, muertos y no hay más conciertos en España en los próximos quince años”. No hacía falta entender las letras para que el logo transmitiese valores muy alejados de la sociedad de entonces.

Los grises pensaron que no teníamos suficientes efectos especiales y tiraron botes de humo desde el exterior

“La crítica me puso a parir. Que si el cantante ya estaba viejo, que el grupo solo había entretenido al personal...”, recuerda Mercader. En aquel momento Mick Jagger tenía 33 años. 45 años más tarde, y con el cantante aún subido a los escenarios, esa crítica suena inverosimil. A pesar de las dificultades, el concierto de 1976 puso a España en el mapa europeo y los grandes grupos descubrieron que había vida para el rock más allá de Londres o París. Por eso, cuando regresaron en 1982, esta vez a Madrid, llenaron el Vicente Calderón durante dos noches seguidas.

La meteorología y el espectáculo fueron la base de todas aquellas crónicas. La tromba de agua que cayó en Madrid destrozó el atrezzo que habían traído Sus Satánicas Majestades. Pero el show continuó y Jagger se metió al público en el bolsillo todo lo que su chapurreo espanglish  le permitía. Ni siquiera el presidente de España, Felipe González, se perdió la ocasión. Todo ello hizo que Tattoo You pasara a la historia como la gira legendaria de los Rolling.

¿Qué ha cambiado desde entonces? Los de Jagger saben que los clásicos llenas estadios, por lo que el repertorio ha variado lo justo en cuatro décadas. Honky Tonk Woman sonaba de apertura entonces y ha quedado relegada por Jumping Jack. Pero los mecheros –ahora linternas del móvil– siguen oscilando en el aire con sus bucólicas baladas, antes con Wild Horses y ahora con Streets of Love. La transformación sustancial es económica. Ya no basta la amistad de Gay Mercader, ahora las cifras de contratación son astronómicas y quedan reflejadas en el precio de las entradas.

Lejos del rechazo que provocaron en la policía franquista y el Gobierno en Transición, los políticos madrileños presumen de haber pujado más fuerte que otras comunidades para esta gira. En definitiva, hay notables diferencias, pero todas se disiparán este miércoles cuando los primeros focos se enciendan en el Wanda Metropolitano y la guitarra de Richards empiece a tocar.