Si creemos el relato que hizo Drake en el programa de entrevistas de LeBron James y Maverick Carter The Shop, la ruptura entre dos de los grandes MC actuales se gestó en dos pasos. El primero, una fallida colaboración donde aquel se sintió ninguneado por Kanye. El segundo, que sobre este último recaen las sospechas de haber filtrado a Pusha T la existencia del hijo recién nacido de Drake, lo que derivó en uno de los beefs o piques más intensos de la historia reciente del hip-hop.
A partir de ahí hay un reguero de malentendidos, recados más o menos crípticos a través de las redes sociales y acusaciones directas en la prensa que parece no tener fin. La guinda del pastel para este culebrón contemporáneo es que sus últimos elepés, Certified Lover Boy (Drake) y Donda (Kanye West) han sido publicados con solo cinco días de diferencia. Y aunque Kanye haya acusado a la discográfica Universal de lanzar su proyecto antes de lo debido era evidente que tal coincidencia avivaría la llama del morbo.
Al fin y al cabo hablamos de dos figuras clave del género ahora conocido como urban, un cajón de sastre donde se mezclan sin complejos hip-hop, r’n’b, trap o reggaetón. Cómo suena la música actual no se entendería sin Kanye West; así de crucial ha sido la carrera como productor del sucesor natural de Timbaland o The Neptunes. Y Drake es el artista que mejor ha sabido gestionar su ‘marca personal’, patentando el brumoso ‘sonido Toronto’ junto a The Weeknd y convirtiéndose en ese rapero a quien tus padres aceptarían como yerno.
Kanye vs Drake, Drake vs Kanye: el 'beef' fallido de esta incipiente década
Aunque a los aficionados a otros estilos les cueste asimilarlo, el pique entre dos raperos es una de las bases de la cultura hip-hop. Aunque en contadas ocasiones haya terminado provocando enfrentamientos violentos, en muchos casos, por ejemplo el de Jay-Z y Nas, ha impulsado los mejores momentos del género. Los más jóvenes sí parecen haberlo entendido, de ahí la popularidad entre ellos de las batallas de gallos y su teatrales enfrentamientos.
En este caso, sin embargo, parece que las diatribas públicas y privadas de Kanye y Drake no han germinado en positivo, artísticamente hablando. Sus últimos trabajos ahondan en la sensación de que lo mejor de sus carreras ya aconteció y nunca volverá. Son discos continuistas, predecibles, que no aportan novedades a nivel de producción, lírica o estilo. En corto: mediocres.
Si nos viéramos forzados a elegir a un ‘ganador’ del duelo, este probablemente sea Kanye. No porque destaque particularmente o porque haya firmado los mejores comebacks, no. Más bien porque no deja entrever referencia directa a la pelea a lo largo de Donda. Drake, por el contrario, parece articular su CLB en torno a la desconfianza y la traición. Y todo el mundo sabe que no hay mayor desprecio para un despechado que ser ignorado en público.
¿Han consolidado Drake y Kanye ya el ‘prog-urban’?
Uno de los inconvenientes principales a la hora de (tener que) disfrutar estos discos es que ambos son interminables. Donda alcanza la insufrible duración de 1 hora y 48 minutos. CLB pierde la carrera del ‘prog-urban' (un estilo urban que deriva en tediosamente progresivo, como ocurrió con el rock) y se asfixia a 22 minutos de la meta. Tampoco es novedad. Aunque los dos últimos lanzamientos de Kanye habían sido refrescantes por su brevedad, The Life of Pablo superaba la hora de duración. El anterior largo oficial de Drake, Scorpion, llegaba a la hora y media.
Es un mal común del género urbano contemporáneo. El celebrado Astroworld de Travis Scott, uno de los álbumes más decisivos de los últimos años, también rozaba la hora. Y en el caso del reggaetón y el trap latino tampoco abunda la mesura: por hablar de lanzamientos aparecidos en los últimos días el JOSE de J Balvin casi alcanza los 80 minutos, el Timelezz de Jhay Cortez llega a los 64 y Los Favoritos 2.5 de Arcángel se queda en “solo” 56.
Volviendo al dúo protagonista. No solo son sus discos demasiado extensos en cuanto a duración, también carecen de una narrativa lógica que endulce la aventura de concederles una escucha completa. Ambos discos tienen buenas canciones, sería absurdo negarlo, pero se llega a ellas más por estoicismo que por placer. En el sentido artístico, entre ambos se registra un empate técnico por puro aburrimiento.
Buscando las briznas de hierba que crecen en el desierto
Con la suficiente paciencia se pueden llegar a descubrir algunos momentos puntuales de interés. Sería extraordinariamente difícil que no los hubiera, teniendo en cuenta el talento natural de ambos personajes. También la cantidad de dinero invertido en sus elepés, que les asegura el mejor equipo técnico que existe en un género cuyo éxito depende en buena medida de una gran producción y una hábil mezcla.
En Donda destacan la pegadiza Jail, la urgencia de Off The Grid o el fantástico estribillo de OK OK. 24 y el himno de telepredicador de Jesus Lord podrían situarse sin muchos problemas entre las canciones buenas de su anterior disco junto al Sunday Service Choir, JESUS IS KING. Casi al final, No Child Left Behind convence como viaje épico hacia el Kanye más Kanye (para lo bueno y para lo malo).
Drake empieza con energía CLB, con una Champagne Poetry producida por su fiel Noah '40' Shebib que remite al clásico sonido que asentó entre Take Care (2011) y If You’re Reading This It’s Too Late (2017). Girls Want Girls y Way 2 Sexy son buenos singles, mientras que Fair Trade o No Friends in The Industry apuestan por un toque más agresivo. Fountains recuerda con su aroma caribeño a la fantástica mixtape More Life y You Only Live Twice es básicamente la segunda parte de su clásica Lord Knows, también junto a Rick Ross.
Artistas sin el menor pudor: sus vidas no son la tuya
Hay un detalle divertido. Pese a sus desencuentros públicos, Drake y Kanye comparten muchos featurings: Jay-Z, Travis Scott, Kid Cudi, Young Thug o Lil Baby aparecen en ambos discos. Otra cosa que les une es la nula presencia de mujeres. En el disco de Drake solo escuchamos a dos, Yebba y Tems, con brevísimas aportaciones. En el caso de Kanye para buscar la de Shenseea hay que ponerse las gafas de cerca y bucear bien entre los créditos.
Drake nos conquistó como rapero ‘sensible’ y aceptó de buen grado su fama de llorica, pero aquí se viste de Don Juan de palo. La portada de Damien Hirst y el vídeo de Way 2 Sexy son claramente paródicos, pero una línea como “say that you a lesbian, girl, me too, ayy” es inaceptable a septiembre de 2021. Kanye va más allá colaborando con dos artistas acusados de abusos, Chris Brown y Marilyn Manson, y un homófobo declarado, DaBaby. Para mayor cinismo lo hace en un disco que honra a su madre y se duele de los padres ausentes.
Es un síntoma claro de la burbuja en la que viven. Drake no se caracteriza por su compromiso social y son contadas las ocasiones en las que haya hablado abiertamente sobre el racismo. Lo de Kanye es capítulo aparte. Recordemos el apoyo a Trump, su fallida carrera presidencial o la escandalosa definición de la esclavitud como “una opción”. No se puede obligar a un artista a posicionarse pero en tiempos turbulentos, especialmente para los afrodescendientes, sería de agradecer un poco más de empatía.
El futuro son otras
No solo Drake y Kanye parecen alejados por completo de los problemas de sus oyentes. En The Off Season J. Cole se muestra más preocupado por seguir demostrando que es el gran rapero ninguneado de su generación. Y en Call Me If You Get Lost el artista multidisciplinar Tyler, The Creator continúa investigando nuevas personalidades teatrales. A la espera del inminente disco de Kendrick Lamar, lo más excitante de la escena está en el orgullo familiar de Tobe Nwigwe, la heterodoxia de Isaiah Rashad, el prometedor flow de Cordae o la fantasía estética de Lil Nas X. Y sobre todo en mujeres jóvenes como Tierra Whack, Rico Nasty, Little Simz, Sampa The Great, CupcakKE, Chika, Tommy Genesis, BIA, Dua Saleh o Snow Tha Product. Mientras que el talento de las viejas glorias se apaga, el de estas raperas resplandece y nos brinda historias nuevas.