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De las calles de Lavapiés a llenar el Wizink: por qué es importante el éxito de Fermin Muguruza en Madrid

El músico Fermín Muguruza posa en la presentación de su gira. EFE/Javier Etxezarreta

Ignacio Pato Lorente

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Cada concierto de la gira con la que Fermin Muguruza (Irún, 1963) celebra sus cuatro décadas de carrera tendrá su ingrediente especial. La gira arranca en Biarritz el 17 de diciembre, día en que su hermano Iñigo cumpliría 60 años. El viaje continuará con dos fechas en Bilbao que se agotaron en cuestión de minutos y pasará por ciudades importantes en su trayectoria, como Barcelona, París, Londres, Berlín, Buenos Aires, México DF, Tokio o San Sebastián. Por el camino, varios sold outs, entre ellos el de la pista del Wizink, el escenario más grande de una ciudad a la que la música del cantante vasco ha estado unida desde sus inicios, Madrid.

A nadie se le escapa que la del 15 de febrero será una noche con un significado mayor que el meramente artístico. El músico llenará el antiguo Palacio de los Deportes de una ciudad y una comunidad autónoma cuyos gobernantes intentan convertir en la capital definitiva de un liberalismo desacomplejado. A nivel institucional, la ciudad ya le ha demostrado en el pasado una cierta hostilidad. Pero también, y en mayor grado, cariño por parte de unos seguidores y seguidoras incorporados a su obra en diferentes momentos de una trayectoria que, desde Kortatu hasta hoy, comprende más de una veintena de álbumes y más de doscientas canciones. Al menos 10.000 de esas gargantas le acompañarán en el Wizink.

Preguntado por cómo imagina esa noche, Muguruza no duda: “Solo pensar en el aquelarre antifascista que se va a armar ya me emociona. Será una noche de memoria viva, en la que se fundirán como decía la escritora Eider Rodríguez, lo que fuimos, lo que somos y lo que queremos ser. Una celebración colectiva de los nadie, los invisibles, los defectuosos, los que bailando unidos podemos cambiarlo todo, los que cantando juntos sabemos que podemos romper la cadena”.

“Los de Madrid estáis locos”

Pero rebobinemos. La historia de la relación entre Fermin Muguruza y Madrid comienza a contarse en dos de los barrios populares de la capital. Muy lejos todavía de los procesos de gentrificación que ambos llevan tiempo sufriendo, Lavapiés y Malasaña son las primeras paradas del viaje. En pleno corazón lavapiesino de alma castiza y pasado corralero, la plaza de Cabestreros, hoy Nelson Mandela, tuvo lugar el primer escenario de un concierto de Kortatu. Ocurrió un sábado de principios de verano de 1985, en plena calle, organizado por la radio libre Onda Verde junto a grupos amigos como Cicatriz y con cientos de aficionados del Athletic de Bilbao, que al día siguiente jugaba una final de Copa en el Bernabéu, actuando como improvisada seguridad ante posibles agresiones de la extrema derecha.

Solo pensar en el aquelarre antifascista que se va a armar ya me emociona. Será una noche de memoria viva. Una celebración colectiva de los invisibles, los que bailando unidos podemos cambiarlo todo

Fermin Muguruza Músico

Al febrero siguiente el trío volvería a la Escuela de Caminos en Moncloa. “¡Los de Madrid estáis locos!”, se escucha en la grabación del acelerado concierto. Era una ciudad que había perdido a Tierno Galván, un país a punto de ratificar su permanencia en la OTAN —a pesar del “no” de País Vasco, Navarra, Cataluña y Canarias— y con ello provocar un cisma, a la izquierda del PSOE, del que nació la coalición IU. El año corría tenso, con elecciones a la vista. Poco antes de estas, los incidentes de las fiestas de San Isidro mientras tocaba La Polla Records saltaban a la portada de El País. Y se produjo la primera cancelación de un concierto de Fermin Muguruza en la ciudad. La Delegación de Gobierno prohibió taxativamente que el grupo de Irún actuase junto a los madrileños TDK y Commando 9mm en el Campo del Gas de Arganzuela. Mientras muchos españoles celebraban los goles de la selección en el Mundial de México, otros lo recordarán porque la rabia en forma de disturbios se trasladó a la antes citada Malasaña, en particular en los aledaños de la icónica Plaza del Dos de Mayo, hasta la madrugada.

Era época de una peculiar “colaboración” entre instituciones y juventud. Kortatu tocó en municipios del cinturón sur de Madrid como Fuenlabrada, Getafe, Leganés o Ciempozuelos, donde el cartel anunciaba que colaboraba el ayuntamiento del PCE, pero organizaba “la baska”. A años luz de la actual cultura del evento a meses vista, aquel era tiempo de cierto misterio en torno a algún directo. “Había bulos de conciertos: ‘va a tocar no sé quién no sé dónde’”, explica Fernando Márquez, de apenas 18 años entonces y que ya había puesto en marcha la distribuidora Potencial Hardcore.

“A veces te presentabas en un sitio y no había nada. Este de Kortatu parecía uno de esos. Soy de Vallecas, pero en el barrio los garitos eran más de heavies, entonces iba al centro y allí me juntaba con gente de Moratalaz, Cuatro Caminos o Aluche con gustos musicales parecidos. Ese día dudábamos que hubiera concierto, pero antes de ir hacia Argüelles, por si acaso, un colega y yo pasamos por la Plaza Vieja, llegamos y vimos un escenario y un bafle que ponía Kortatu”. En efecto, a primeros del 87, curso de huelgas estudiantiles y ya con el flamante El Estado de las Cosas publicado, Fermin Muguruza cantó en Vallecas. El entonces activista vecinal y posterior concejal presidente del distrito, Paco Pérez, fue uno de los coorganizadores del concierto junto a Juan José García Espartero, en cuyo bar además se celebró el post. “Fue multitudinario. Recuerdo ir hablando con Fermin por el bulevar. Acabamos de madrugada en el Hebe”, recuerda.

Mapa de afinidades

No valía con grabar discos. Ni siquiera con tocar bien en directo. Había que convertir cada concierto en un lugar en el que estar, en un rito colectivo. Algo así parecía desear Muguruza para su siguiente paso. Tenía sentido. Dos de sus bandas de cabecera habían conseguido eso. The Clash en la mítica descarga de Anoeta, con su aurresku de preludio a los acordes de ‘London calling’, en 1981, en la que Fermin e Iñigo decidieron montar un grupo. Y Public Enemy, a cuyo concierto en París en 1990 salió un autobús desde San Sebastián.

Esa fue la primera acción de unos Negu Gorriak que ya tenían ya dos discos, gira europea y cubana incluida, cuando llegaron a Madrid en octubre del 91. Concretamente a la sala Revolver, en la calle Galileo, templo musical noventero que alumbró el histórico Festimad. “Ese concierto fue una barbaridad, una fiesta potente —rememora Antonio Beltrán, seguidor del grupo—. Yo tenía mucha expectación por esa noche porque llegué tarde a esto del punk, el ska y el hardcore. Lo presentó Antón Reixa al grito de ‘¡miedo a un planeta vasco!’ y empezó Kaki con los guitarreos. Recuerdo el molinillo de cabeza de Mikel Anestesia y los saltos de Fermin. Salimos todos empapados de allí”.

Hablamos de una ciudad muy diferente a la actual. La banda de Muguruza, ante los medios, llevó camisetas propalestinas como guiño al inicio de la Conferencia de Paz para Oriente Medio celebrada esos días en la capital con presencia de George Bush y Mijaíl Gorbachov. No existía todavía la Fnac de Callao, pero sí el llorado Madrid Rock de Gran Vía 25 o la cadena Discoplay, en una de cuyas tiendas del distrito de Tetuán compró Beltrán los discos y una camiseta de Negu Gorriak. Llevarla en el Madrid que vivía el violento y desgarrador conflicto entre el independentismo vasco y el Estado central no era garantía de tranquilidad. Para garantizar que los músicos pudieran actuar en la capital, se creó una red de infraestructura con la responsable de comunicación del grupo en la ciudad, Sagrario Luna, a la cabeza.

“Empecé a trabajar con Fermin en 1988, con el Kolpez Kolpe de Kortatu. Aún estaban en la discográfica Oihuka, y yo llevaba unos años con ella desde Madrid. Conocí de primera mano las dificultades para hacer promoción con grupos vascos que cantaban en euskera en los medios de difusión nacional. Se digería bien el inglés, pero no las lenguas minoritarias y menos esta. Existía la leyenda de que todos los vascos eran etarras. A pesar de todo, la recuerdo como una etapa muy divertida, intensa y con mucha interacción entre músicos, colectivos, asociaciones y gente dispar. Fermin solía decir que estábamos construyendo células de trabajo”, explica la periodista.

“Contábamos con un gran número de radios libres y municipales que siempre nos abrían sus brazos, así como Tele K, en Vallecas, o contados locutores de Radio 3, y eso fue generando público. Además, yo alternaba mucho, me pateaba Madrid, así que conocía muchos bares, les regalaba singles, invitaciones o los convocaba a lo que tuviéramos entre manos. Cuando bajaba algún grupo de promoción los recorríamos. Algunos bares de la época como El Torito, en Chueca, tenían carteles y posters de muchos grupos, entre ellos vascos. Pero también pasábamos por el Agapo, La Vía Láctea, el Hebe, el Jimmy Jazz, el Suristán, La Boca del Lobo, el Achuri, El Juglar, el Avapiés, El Tío Vinagre, que regentaba yo, e incluso el Candela. Poco a poco, fuimos ampliando el circuito y la respuesta del público aumentó. Fueron años de insistencia y mucho trabajo, pero en esa época la pasión por la música era nuestro motor de vida, estábamos construyendo un circuito alternativo y lo disfrutábamos a tope”, prosigue Luna. Durante toda la gira, en el recuerdo de Fermin estará, con total seguridad, su manager de siempre y amiga Amaia Apaolaza.

Que trabajadores culturales como Fermin se empeñen en ponerle banda sonora al rearme de la crítica, a la sana tozudez rebelde y a la defensa de la vida constituye una labor impagable

Ángel Lara Músico

Negu Gorriak tocó dos veces más con éxito en Madrid. Una de nuevo en Revolver y otra en la catedral guitarrera de Ciudad Lineal, la sala Canciller. Los discos se vendían a buen ritmo en tiendas alternativas como Potencial Hardcore en su local del Puente de Vallecas. Desde allí se llegaron a fletar buses para viajar a conciertos de Negu Gorriak, en particular llenos para ir a un Espárrago Rock granadino donde compartieron escenario con Los Planetas, Los Enemigos o Raimundo Amador. Se vendían discos, decimos, no solo del grupo vasco, sino del sello creado por este, Esan Ozenki, en cuya plantilla figuraron los madrileños Hechos Contra el Decoro.

“Fermin vino a vernos a un concierto aquí y nos fichó. Fue el mejor trampolín y siempre tuvimos total libertad”, cuenta Eva Reina, teclista y vocalista de la banda. “El papel de Fermin en el despegue de Hechos fue crucial —coincide su compañero en el micro Ángel Lara—. Él fue quien apostó de manera más decidida al inicio. Nos abrió las puertas de Esan Ozenki, una comunidad imprescindible para nosotros. Nos regaló un puente con gente tan maravillosa como Sagrario Luna, cuyo papel fue igualmente clave en el impulso del proyecto. De Fermin siempre recibimos cariño y apoyo y no solamente fue un hermano mayor muy querido para el grupo, además constituyó un ejemplo constante por la potencia de su propuesta artística, su determinación ética y su enorme capacidad de trabajo”, agradece Lara, para quien el músico de Irún funcionaba “como los espejos para Alicia: no para mirarse en ellos, sino para pasar al otro lado”.

Años difíciles

El final de Negu Gorriak dio paso a la carrera en solitario de Muguruza. Visitó el Festimad’98 de Móstoles con su proyecto junto a Dut. Se dio un baño de masas de tres días seguidos en la sala Suristán, un apreciado enclave para amantes de las entonces llamadas músicas del mundo en el céntrico Barrio de las Letras. Conviene precisar que allí mismo, pocos meses después, un concierto del grupo de su hermano Iñigo, Joxe Ripiau, recibiría un aviso de bomba. Las siguientes actuaciones de Fermin en la capital, entrado ya este siglo, siguen permitiendo esbozar una cartografía de un Madrid de otro tiempo.

Una enorme fábrica de frigoríficos abandonada y ocupada en San Blas, La Nevera, es un ejemplo. O Aqualung, espacio vinculado a actuales operaciones urbanísticas como la de la Ermita del Santo, una sala de aforo y prestigio similar al de la actual Riviera por cuyas tablas desfilaron Bowie, Chuck Berry, Oasis o Iggy Pop. Era el Madrid del ‘No a la guerra’ de Irak, impulso que hizo de bisagra en el tríptico de la indignación dosmilera entre la generada por la gestión del vertido del Prestige y la de las mentiras en torno al 11M. Sin embargo, en abril de 2003, unas palabras de Muguruza denunciando el cierre del diario Egunkaria hizo que gran parte de los asistentes a la gala de los Premios de la Música le abucheara.

Para Roberto Herreros, encargado de la comunicación madrileña de Esan Ozenki y del músico desde su disco Brigadistak Sound System, promocionar al músico en la capital no resultaba complicado por su carisma y trayectoria, pero “esto cambió en la época de la gira que realizó con Manu Chao, Jai Alai Katumbi Express, en 2003. Ahí comenzó una persecución contra Fermin que logró suspenderle varios conciertos”. La Asociación de Víctimas del Terrorismo esgrimió para ello el contenido de canciones como ‘Sarri, Sarri’ y paró las fechas de Málaga y Murcia. El de Madrid sí se llevó a cabo.

Fue un torbellino de final de verano, que combinaba himnos como ‘Mala Vida’ o ‘Gora Herria’, en otra zona desbloqueada para el vasco, la carabanchelera plaza de Vistalegre. Leemos a Muguruza en la crónica de Diego Manrique: “’Hemos llenado en agosto sin hacer publicidad. Si esto demuestra algo, es que se puede funcionar tan ricamente fuera de los canales establecidos’. Y se pierde por las calles de Lavapiés”.

Tocaba a continuación presentar el álbum In-komunikazioa. Varios conciertos fueron cayendo uno tras otro. Esta vez sí lo hizo Madrid. A la vez se abrió una nueva oportunidad. Fue bajo el paraguas de Ladinamo, colectivo fundado entre Pamplona y Madrid entre otras personas por Roberto Herreros. “Lo intentamos primero con la sala Caracol. La idea era cerrar dos o tres días seguidos allí, pero apenas asomaron las primeras presiones la sala se echó atrás. Finalmente, organizamos el concierto en Rivas-Vaciamadrid, en el marco de la campaña 20 y 10 que conmemoraba el 20º aniversario del nacimiento del EZLN y el 10º del levantamiento zapatista. La Comunidad de Madrid lo prohibió horas antes con el argumento de que podía suponer una vulneración de los valores y normas de convivencia propugnados en la Constitución. Llevamos a cabo el concierto a pesar de la prohibición y sobre mi cabeza, al ser quien comunicó a la Delegación del Gobierno la celebración, pendió una amenaza de multa de hasta 30.000 euros durante cinco años. Hubo una gran ola de solidaridad. El manifiesto de apoyo a Ladinamo lo firmó hasta Eduardo Galeano, además de decenas de músicos, cineastas y una parte considerable del arco político parlamentario a la izquierda del PP”.

Desde ese mayo de 2004, el de Irún ha actuado en Madrid por sorpresa en el Patio Maravillas, en la obra teatral Guerra, con brass band en Getafe o con los electrónicos The Suicide of Western Culture en Joy Eslava. Pero en esos casos no fue con banda propia. No tuvieron, en definitiva, el alcance y significado de este lleno en el Wizink para repasar 40 años de carrera.

La noche corta

Que será una noche especial para sus seguidores y seguidoras suena a corta descripción. Al 15 de febrero llegarán con una carrerilla de semanas, meses de emoción. “Vivimos tiempos oscuros y catastróficos —afirma Ángel Lara—. Que trabajadores culturales como Fermin se empeñen en ponerle banda sonora al rearme de la crítica, a la sana tozudez rebelde y a la defensa de la vida constituye una labor impagable en nuestros días. Que desafíe el terrible estado de cosas en Madrid, uno de los epicentros del desastre, no solo es admirable, sino que además funciona como verdadera praxis política a través de la apertura de lo que Hakim Bey bautizó hace mil años como una Zona Temporalmente Autónoma. Estoy seguro de que estos conciertos funcionarán como multitudinarias asambleas bailadas: un común de encuentros y conversaciones imprevisibles. Más alto que los decibelios volarán los abrazos y las conspiraciones insurgentes. ¿No es eso ya de por sí algo revolucionario en los tiempos que corren?”.

Seguir esta música siempre me pareció una forma de militancia, y más en una ciudad como Madrid. Este concierto, y que haya tanta gente esperándolo, es una sorpresa muy agradable

Sagrario Luna Música

Allí estará Eva Reina, que después de Hechos Contra el Decoro formó parte de la —en buena parte madrileña junto a Begoña Bang Matu, Andrés Belmonte y Alfonso Arias “Papuchi”— Kontrabanda de Fermin. “No me lo puedo perder. Para mí esa noche será mágica, volveré a estar con mis compañeros de fatiga y tendré la sensación de volver a revivir toda esa experiencia pasada. Me emocionare seguro”.

También estará presente Sagrario Luna. “¡Cómo no! Conociendo a Fermin sé que va a ser un espectáculo inolvidable y emocionante por las canciones, por la banda, por tocar en Madrid capital en un sitio como el Wizink, a lo grande. Por toda la gente que lo vamos a arropar y por todos los reencuentros. Fermin, Kortatu y Negu Gorriak son gran parte de la banda sonora de nuestras vidas”. “Voy porque me parece un acto de militancia —añade Antonio Beltrán—. Seguir esta música siempre me pareció una forma de militancia, y más en una ciudad como Madrid. Este concierto, y que haya tanta gente esperándolo, es una sorpresa muy agradable. Me parece imprescindible ir como acto político además de musical. Y se echará en falta a Iñigo, pero nos va a escuchar”.

Abrirá Tremenda Jauría. Ellas también son parte de esta historia. “Mi hermana me iba a llevar a ver a Fermin en Caracol porque me flipaba cuando yo todavía estaba en el instituto —cuenta la vocalista Julia—. Ella era del colectivo que tras la censura organizó el de Rivas y acabé echando una mano picando entradas completamente entusiasmada. Además, tocaba la gente de Hechos contra el Decoro, una de nuestras bandas favoritas y referentes”. La unión generacional se dio cuando a Muguruza le llegó una versión de las madrileñas de un tema de Kortatu, rebautizado como ‘El merengue de la línea del frente’.

“Para nosotras esa noche supone confirmar una relación de amistad muy bonita que se ha venido fraguando desde que nos conocimos hace años en Bilbao. A partir de ahí, han sido muchas veces las que hemos ido coincidiendo y compartiendo inquietudes políticas, musicales y chascarrillos, de Lavapiés al barrio de Mosku en Irún. Ese día va a ser una montaña rusa de emociones. Por un lado, tocamos delante de mucha peña, además con el público de Fermin, y eso va a ser la hostia. Nos han escrito mogollón de colegas que ya tenían la entrada y que, al saber que tocábamos, les ha dado un chute extra de alegría, así que estamos muy contentas y agradecidas. Cuando le toque a Fermin van a ser pogos, abrazos, sonrisas y fiesta todo el rato. Se nos va a quedar corta la noche”.

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