El 17 de julio de 2014 la policía de Nueva York detuvo a Eric Gardner, un ciudadano afroamericano de 43 años. Su delito, vender cigarrillos sueltos. Pese a no oponer resistencia, cuatro agentes lo lanzaron al suelo y lo inmovilizaron mientras él gritaba que no podía respirar: “I can’t breathe”. Gardner murió asfixiado por la policía. El movimiento Black Lives Matter, representado por el hashtag #BlackLivesMatter, empezó a cobrar fuerza a raíz de aquel asesinato cuando un ciudadano lo filmó todo y las imágenes llegaron a todo el país. Diez años después, Jason Fulford, primo de Gardner, publica una canción titulada Taking our breath back’ (Recuperando la respiración) con el pianista catalán Albert Marquès, en un intento de calibrar lo poco o mucho que han cambiado las cosas para los ciudadanos afroamericanos.
En mayo de 2020, un policía de Minneapolis asesinó a George Floyd asfixiándolo con la rodilla presionando su garganta. Floyd también gritó numerosas veces la misma frase: “I can’t breathe”. A raíz de aquel suceso, Jason Fulford ya lamentó en una entrevista en ‘The New Yorker’ que las protestas que sucedieron a la muerte de su primo Eric Gardner no habían surtido efecto. Hoy confirma esa misma sensación: “Las cosas apenas han cambiado. No estamos avanzando de ningún modo”. De esa frustración compartida por millones de personas nace una grabación de jazz-rap que aspiran a avivar la batalla civil contra el racismo, la violencia policial y la injusticia hacia el colectivo afroamericano de EEUU. “Hay modas mediáticas y la del movimiento Black Lives Matter ha pasado. Una década después, todo ha desaparecido”, detecta Marquès.
Marquès es profesor de música en un instituto público de Nueva York del que Fulford fue alumno. Nunca coincidieron en clase, pero el activismo político los unió. En noviembre de 2020, Fulford participó en una carrera solidaria en protesta por el asesinato de George Floyd. Aquella acción deportiva organizada por el colectivo Run For Justice finalizaba en el barrio de Fort Greene, escenario de varias películas de Spike Lee, donde se celebraría una actuación musical. Albert Marquès tocaba el piano en aquel concierto, aunque también había asistido años atrás a las manifestaciones que se convocaron en Nueva York tras la muerte de Eric Gardner. Era cuestión de tiempo que uniesen esfuerzos.
La conexión LaMar
James Fulford conoció el caso de Keith LaMar, un afroamericano encerrado en el corredor de la muerte desde hace más de tres décadas, a través de Albert Marquès. Al poco tiempo, el pianista invitó al activista a explicar su vivencia en los conciertos del proyecto Freedom First en los que LaMar recitaba versos desde su prisión. Sería una forma de reforzar el discurso sobre el uso de la violencia institucional contra personas inocentes y principalmente afroamericanas más allá del caso LaMar. En el escenario, Fulford rememoraba el asesinato de su primo Eric, pero no solo eso. A los 13 años vivió otra experiencia traumática: el asesinato de su amigo Nicholas Naquan Heyward Jr. a manos de la policía. Un disparo en el vientre acabó con él. ¿El motivo? La policía sospecho de él al ver que tenía entre las manos una pistola. La pistola era de juguete.
“En el barrio donde crecí, la brutalidad policial estaba normalizada. Sobre todo, en los años 90 y 2000”, recuerda hoy vía telefónica. Aun así, con 13 años, Fulford no supo entender la dimensión de lo que acababa de ocurrir. “Era más inocente y simplemente lo interpreté como un accidente”, reconoce. Solo empezó atar cabos “a costa de oír y ver cómo se repetían situaciones similares. Cuando pasó lo que le pasó a mi primo Eric empecé a acudir a manifestaciones y tomé conciencia de la situación”, explica. Así lo expone en Taking our breath back. “Esta canción pone luz al lugar en el que he estado desde aquel momento”, resume refiriéndose al asesinato de Eric Gardner y a su proceso de politización y de vinculación a otras personas afectadas por la violencia institucional.
“Cuando en los conciertos Jason revela que es el primo de Eric Gardner, notas cómo desaparece el oxígeno de la sala”, describe Marquès. “Aquel caso sigue siendo muy recordado en EEUU, sobre todo por el tipo de público para el que tocamos; principalmente, afroamericano”. Cuando el relato de Fulford empezó a cobrar forma musical, él mismo percibió cómo sus palabras adquirían mayor potencia. “Cuando hablo, a veces noto que el público se despista un poco. Cantar hace aflorar otro tipo de emoción. Keith explica que escuchar la música de John Coltrane cambió su vida. Yo noto que la música que hemos creado está cambiando la mía. Estoy comprendiendo cuánto puede curarme la música a mí y al prójimo. Noto que mis palabras son más sanadoras”, intuye.
Hoy Taking our breath back es una composición llena de rabia y esperanza que rehúye el factor lacrimógeno. De hecho, en el videoclip no se utilizan aquellas imágenes que se hicieron virales. Nadie quería arriesgarse a retraumatizar a la familia de Gardner. Marquès describe Taking our breath back como “algo a medio camino de un documento sonoro y una canción”. “En el cine se trabaja mucho con no actores y en las artes plásticas hubo la corriente del art brut, pero no creo que sea tan habitual trabajar con no músicos. Pero que Keith LaMar o ahora Jason expongan sus casos da a las piezas una pureza y una autenticidad muy efectiva que el público percibe. No están interpretando. Solo están narrando su vida”, precisa el pianista. “Si decidimos grabarla fue al comprobar lo bien que funcionaba en los directos”. Fue después cuando decidieron retrasar el lanzamiento para que coincidiera con el aniversario del asesinato de Gardner.
Durante años no había pensado en lo asfixiado que me he sentido dentro del sistema. Aaunque técnicamente estoy respirando me siento un poco asfixiado por lo que ocurre en el mundo
Habiendo crecido en Brooklyn con los discos de LL Cool J, Run DMC y Gang Starr, el rap forma parte de la cultura de Jason Fulford. “Biggie fue una de mis mayores inspiraciones. Sus palabras daban forma a todo lo que yo tenía ante mis ojos. Y Nas, aunque fuera de Queens, es quien ofreció el retrato más preciso de lo que sucedía en barrios como el mío”, asegura. Aun así, se considera un “rapero por accidente”, ya que nunca antes había grabado nada. Paradójicamente, la paciencia de un pianista de jazz y los consejos de un afroamericano condenado a muerte desde hace tres décadas han sido cruciales para encontrar su voz como rapero. “Jay-Z tiene una canción donde dice: ‘Puedes encerrar mi cuerpo, pero no puedes atrapar mi alma’. Keith LaMar es el mejor ejemplo vivo de ello. Su cuerpo está encarcelado, pero su alma está conectando muchas personas, aportándoles fortaleza y confianza”, explica.
El eco de tres palabras
Si una frase pudiera resumir el devenir de la humanidad en el siglo XXI, esa es ‘I can’t breathe’. La dificultad de respirar en los agotadores tránsitos migratorios, la dificultad de respirar en ciudades sobresaturadas, la dificultad de respirar económicamente a pesar de tener trabajo y sueldo, la dificultad para respirar en contextos laborales precarios, la dificultad para respirar en plena emergencia climática, la dificultad para respirar debido al acoso policial... Para Fulford, esas tres palabras (no puedo respirar) significan mucho más. “Son palabras muy incómodas para mí”, responde tras un larguísimo silencio al otro lado del teléfono. “Cuando las oigo, revivo los últimos momentos de mi primo. Ojalá no se le tuviese que recordar por eso, porque todos merecemos el derecho a respirar”.
Grabar la canción Taking our breath back le ha hecho revivir aquellos hechos. Fulford estaba a punto de asistir a una boda en Puerto Rico cuando vio las imágenes en internet. Así supo lo que le había pasado a su primo. No quiso creerlo, pero minutos después empezó a recibir mensajes y llamadas. Diez años después, la frase le hace recordar el sufrimiento que ha soportado su familia y el dolor que todavía siente él a pesar del tiempo transcurrido. “Durante años no había pensado en lo asfixiado que me he sentido dentro de este sistema. Y aunque técnicamente estoy respirando, aún me siento un poco asfixiado por lo que ocurre en el mundo”, asegura. Pese a todo, Fulford también califica esas tres palabras como “una motivación”. “Ojalá las futuras generaciones no tengan que lidiar con todo lo que pasó mi primo y tanta otra gente. Cualquier persona merece disponer de los recursos para crecer, igual que un árbol necesita el agua”.
La madre de Jason trabajó durante más de tres décadas en el departamento de educación de Nueva York. Él mismo, tras crecer en un barrio sin apenas servicios, también ha trabajado quince años como educador social. Actualmente, instalado en Carolina del Norte, Fulford impulsa proyectos educativos con los que mantener activos a los jóvenes a través del deporte. De hecho, Jason se interesó por el deporte gracias a un vecino que organizaba torneos de baloncesto en un parque de su barrio. Aquel vecino se llamaba Nicholas Heyward Sr. Era el padre de aquel amigo que con 13 años fue abatido por la policía.
Amplificar casos sin voz
Meses atrás Marquès contactó con el rapero Pablo Hasél para grabar una canción que internacionalizase su caso. Sin pretenderlo, Albert Marquès se está convirtiendo en un imán para decenas de personas que se consideran víctimas de las injusticias del sistema policial, judicial o penitenciario. Desde hace meses, recibe una media semanal de dos emails o mensajes de Instagram de personas pidiéndole que se haga eco de casos penales de todo tipo. Casi siempre son hombres afroamericanos o algún familiar. También conoce vivencias de personas que han pasado media vida en la cárcel a causa de un juicio impreciso y han logrado salir tras estudiar la carrera de derecho y dirigir su propia defensa. O de convictos que encaran la recta final de su larguísima condena con una fotocopia del artículo que publicó el New York Times sobre el caso de Keith LaMar colgada en una pared de su celda a modo de recordatorio. Personas cuyo primer deseo, al salir de la cárcel, es asistir a un concierto del proyecto ‘Freedom first’.
El proyecto ‘Amplify Voices’ nace precisamente tras comprobar el impacto del disco ‘Freedom first’ con Keith LaMar. “Hemos encontrado un formato muy potente: trabajar con no-músicos para amplificar su voz”, celebra. “¡Y ese es justamente mi trabajo como profesor en el instituto!”, exclama, al ver cómo conecta su labor de docente con su faceta de activista musical. “Puedo entrenar a estas personas porque mi trabajo habitual en el instituto es enseñar a niños y adolescentes, a veces con situaciones sociales difíciles, a que se expresen sin necesariamente disponer de herramientas artísticas o musicales. El problema es que no tengo capacidad para decir que sí a todas las propuestas y debo seleccionar con qué casos quiero trabajar. Pero, ¿quién soy yo para escogerlos?”, se pregunta, angustiado y desbordado. Su sueño es que otros músicos adopten esta forma de trabajar y se sumen al proyecto amplificando más voces y más causas.