“Diferente, más grande, más melódico y más fino”. Carolina Durante avanza que estos serán los cuatro pilares que sustentan su tercer disco, Elige tu propia aventura, que verá la luz en otoño. Decidieron darse un parón de año y medio para regresar ahora con nuevas canciones y una gira que arrancará a principios de 2025. Desde que el grupo se formara en 2017, temas como Cayetano y La noche de los muertos vivientes han sido calificados y hasta anunciados como “himnos generacionales”, concepto con el que no terminan de estar del todo de acuerdo: “Es una palabra vacía. Hay que dar unos años a las canciones para saber si lo serán o no”.
El grupo formado por Diego Ibáñez (voz), Martín Vallhonrat (bajo), Mario del Valle (guitarra) y Juan Pedrayes (batería) revindica la importancia de las salas y rechaza que los grandes estadios y macrofestivales “que se lo jalen todo” tengan que ser los objetivos a cumplir. “Llenar el Bernabéu no puede ser el baremo del éxito porque el 98% de las bandas seríamos unos fracasados”, reconocen.
Elige tu propia aventura es el nombre del disco y una de sus canciones. ¿Qué hay detrás de esta invitación?
Martín Vallhonrat: Queríamos hacer algo más grande, más diferente y parar durante un año para pensar un poco mejor las cosas. Elige tu propia aventura viene de plantearnos qué nos espera ahora, qué queríamos hacer con el grupo, si seguir la linealidad que llevábamos o cambiar un poco el curso. Y también de algo más vital. De las decisiones que vas tomando en la vida, que algunas son buenas, otras malas, pero vas ahí marcando la movida.
¿Se va a diferenciar mucho de sus anteriores discos?
M.V.: Sí. Vemos un cambio bastante grande sobre todo en la instrumentación. Ahora que estamos ensayando para el directo, nos damos cuenta de que todo tiene más espacio, cada cosa tiene su lugar. No es simplemente todos a piñón todo el rato aunque hay mucha caña. Es bastante más melódico.
Diego Ibáñez: Yo canto mucho más. Es menos hooligan, menos gritado todo. Más fino.
La última canción que han lanzado es Yo pensaba que me había tocado Dios, con Barry B., que dice: “Nos enseñaron a luchar por nuestro fajo pero no a querer”. ¿Falta educación emocional? ¿Puede la música ayudar a que la haya?
D.I.: Sí siento que falta un poco de educación emocional en general. Y sí, no hay más que ir a un concierto y ver a cuatro, seis, ocho maromos saltando y gritando a pleno pulmón sus emociones, ver a un par de ellos llorando.
M.V.: La música abre canales, otra cosa es que te eduque emocionalmente. Como cualquier forma de expresión artística.
D.I.: No creo que la función principal de la música tenga que ser la educativa.
M.V.: No. El que es un garrulo se puede emocionar en un concierto pero cuando salga seguirá siendo un garrulo.
En la nota de prensa que nos han enviado a los medios, se presenta la canción como un “himno generacional”. ¿Qué tal se llevan con este concepto?
M.V.: Es una palabra vacía que se emplea para vender cualquier canción desde hace cinco años.
D.I.: La culpa la tiene Luis de Sonido Muchacho [su discográfica], que vio que funcionaba con nosotros.
M.V.: Y ahora todo es un himno, todo es la la voz de una generación.
D.I.: Cada nota de prensa que hacía con cada canción que sacábamos decía: “Himno generacional”. Vio que funcionaba y lo ha ido aplicando a todos los grupos que fichaba en el sello. A ver, himno generacional… Habrá que darle unos años a absolutamente todas las canciones para poder definir si lo son o no. Pienso que es muy buena canción, pero ni yo escuchando canciones que me flipan de primeras puedo decir: “Esto es un himno generacional”. A lo mejor lo es de aquí a unos años, por lo menos de mi vida. De ahí a generacional, pues ya veremos.
Himno generacional es una palabra vacía con la que se vende cualquier canción desde hace cinco años
Habría que establecer qué es un himno generacional.
D.I.: Wonderwall lo sería. En España Extremoduro tendrá el suyo, Estopa.
M.V.: Pereza, El canto del loco.
El otro de los avances que han lanzado del disco es Joderse la vida, ¿cómo surgió?
M.V.: Juan decía mucho una frase muy divertida que venía de otra colega: “Aquí cada cual se jode la vida como quiere”. Te la quedas, piensas un poco en ella... Y luego también te picas. Nuestro tour manager, que nos reta mucho, nos dijo: “A ver si decís snacks de castigo en una canción”. Vas jugando.
¿Qué es lo más extraño que os han pedido meter en una canción?
M.V.: Codere, tetas…
D.I.: Esta ha sido la última, y surgió hablando con otro colega sobre la diferencia abismal que hay entre el mundillo del trap y del rock en cuanto a las cosas que se hablan. Ahí dicen de todo constantemente y nadie dice ni mu, pero en el rock parece que a la mínima ya es: “¡Ha dicho tal o cual!”. Él puso el ejemplo de las tetas, diciendo que no se podía decir. ¿Cómo que no?
Desde que empezaron, han convivido con una clara expansión del trap, ¿les ha preocupado que fuera a acapararlo todo?
D.I.: No. No nos preocupa que la música urbana se haya hecho gigante. Nosotros tenemos muy claro que las guitarras son lo que más escuchamos y lo que nos sabe emocionar.
¿Cuánto de presente está el algoritmo en su ritmo de producción? ¿Les ha afectado?
M.D.V.: Claro que nos ha afectado. Tener que adaptarse a un ritmo de estar todo el rato alimentando a la bestia es a veces un poco extenuante. El proceso de componer y grabar en un grupo es mucho más aparatoso y lento que en la música urbana. Ahora vamos a sacar disco y después habrá un vacío en el que igual lanzamos un epé, pero ya es como que tienes que ponerte a ello. Que haya que estar periódicamente sacando canciones todo el rato porque es así…
También es hacer balance entre tus ritmos internos y los impuestos o sugeridos vehementemente por la industria, que hay momentos en que coinciden. Y otros en los que no, no te apetece sacar un disco, pero llevas año y medio sin hacerlo y al final es tu trabajo. Vivimos en una sociedad en la que tienes que generar constantemente porque si no, no vives en Madrid, o en otra ciudad. Nosotros hemos tomado una decisión consciente de no tocar en un año. Vas haciendo cálculos de qué te apetece y qué no, qué necesitas y qué no. Encuentras maneras de regatear los tiempos a tu favor.
Tener que alimentar todo el rato a la bestia es extenuante. Hay momentos en los que tus ritmos y los impuestos o sugeridos vehemente por la industria coinciden. Y otros en los que no, pero si llevas año y medio sin sacar un disco, al final es tu trabajo. Vivimos en una sociedad en la que tienes que generar constantemente
¿Les ha sentado bien el parón?
M.V.: Al grupo le va a venir muy bien, a nuestras cabezas no sé. Me gusta componer y tocar. Este momento en el que el álbum está compuesto y no estamos tocando, porque estamos pensando cómo se va a envolver el regalo, a vender, a presentar...
D.I.: Lo peor de la música es todo lo que no tiene que ver con la música, que es venderla.
Apostaron por su propio ciclo de conciertos, con grupos como Alcalá Norte, Las Petunias… ¿por qué? ¿Se sienten padrinos?
M.V.: Siempre nos ha gustado tocar y ver conciertos en salas, y la idea de girar con bandas que nos gustaran. Es una manera de decir: “Quiero que escuches lo que me gusta”. Al ir creciendo pensamos: ¿cómo podemos aprovechar que nos escuchan para que escuchen a toda la escena de bandas de guitarras, ya no solo en Madrid, que son muy buenas y se salen de los clásicos de los festivales? Es una manera de rejuvenecer esa escena.
No es tanto decir “somos los padrinos”, sino simplemente aprovechar que tenemos esta oportunidad. Compartir parte de nuestro dinero y producción en que venga una banda que nos mola, caliente el ambiente y se pueda quedar con ese buen gusto de ver a dos grupos por veinte pavos en una sala abarrotada. Mola más que no hacerlo.
Y rompe con el modelo imperante de que cada vez hay más macrofestivales.
D.I.: Antes que los macrofestivales, de los Wizinks y los Bernabéus, están la Wurli, la Sol, el Ocho y medio. Hay mil salas.
M.V.: Y es una forma de ser tú un poco curator. Eliges el cartel, el grupo que viene, los horarios, las condiciones. Hay festivales que tienen este valor curatorial, pero cada vez son menos. El mundo del macrofestival es otra película. Los carteles entre unos y otro varían un 25%. El otro 75% es todo lo mismo. Somos profestivales, pero es otra manera de hacerlo, que no se jale todo lo demás.
D.I.: No habría macrofestivales si no existiesen las salas. Todo empezó ahí.
Falta paridad en los festivales de música españoles. ¿Qué opinan al respecto?
D.I.: Ahora que estamos viendo qué grupos llevar de teloneros en la gira, intentamos que haya paridad.
M.D.V.: La mayoría de bandas que solemos llevar son mixtas. Surge de manera natural. No es que no haya chicas en la música, en estos festivales tochos, comerciales, es más bien una cuestión de edad: escasea la gente joven. Ahí no se ha terminado de dar un relevo generacional.
M.V.: Pero es otra pregunta.
M.D.V.: Sí, pero está relacionado.
M.V.: Si hay peña que se ve representada con la gente que hay encima de los escenarios, evidentemente te invita a hacer música. Cuantas más mujeres haya, más chicas van a querer hacer música. Lo van a ver como una opción vital; y no solo van a ver que: “Vale, la música es una cosa de chorbos”. Sí he visto en los últimos años que hay un crecimiento en los carteles de esa paridad. No estoy del todo de acuerdo con cuáles son los criterios y cómo se hace, pero cumplieron esos requisitos es beneficioso en cualquier caso.
Lo que muchas compañeras mías de otras bandas me dicen es que el trato es mucho más paternalista. Ahí es, donde aunque cada vez más, no es tan reconocible el cambio. Hay esas actitudes hacia ellas que van cuatro tías a un escenario con un instrumento y es como que todo el mundo tiene que ayudarles a colocar sus pedales, que es algo que a mi no me ha pasado si yo no pregunto.
Hay una especie de presión, que está bien, y que haya paridad está bien sea por los motivos que sea, pero mucha veces hay un cartel que está más o menos cerrado y el último día te contratan 10 bandas pequeñas de troncas y parece que ya: paridad. ¿Sabes? Se podría hacer mejor.
¿En algún momento han sentido algún tipo de prejuicio o discriminación dentro de la industria por el hecho de ser una banda de gente joven?
M.V.: No.
Compañeras de otras bandas nos cuentan que el trato es mucho más paternalista. Hay actitudes como si van cuatro tías a un escenario con un instrumento todo el mundo tiene que ayudarles a colocar sus pedales, que es algo que a nosotros no nos ha pasado si nosotros no preguntamos
Antes parecía que llenar un WiZink era el objetivo a cumplir, ¿en qué medida ha cambiado el paradigma la entrada del Santiago Bernabéu?
M.V.: No puedes poner el baremo del éxito de un proyecto musical en llenar un Bernabéu porque entonces el 98% de las bandas somos unos fracasados.
D.I.: Lo notas cuando de repente te dicen qué haces, respondes que tienes un grupo de música y preguntan: “¿Y os va bien?”. A mi me va bien desde que el primer año teloneamos a Los Punsetes que es mi grupo favorito. Todo lo demás es un regalo.
Llenar el Bernabéu no puede ser el baremo del éxito porque el 98% de las bandas seríamos unos fracasados
¿Lo viven así el resto de compañeros o esa presión es algo que se ha generalizado?
D.I.: Sí, 100%.
M.V.: Es una cosa generalizada en la mentalidad de la gente, no de la música en particular. Nos ponemos las varas del éxito en lugares enfermizos.
D.I.: Cuando has conseguido el objetivo que tenías, llegas y dices: esto no era.
M.V.: Un actor pensará el éxito es ganar un Goya o un Oscar. Siempre quieres más. Es esta mentalidad de tiburón.
En un entorno cada vez más polarizado a nivel social y político, ¿tienen la sensación de que han de posicionarse todo el rato?
D.I.: Siempre digo que la canción protesta está bastante alejada de lo que me ha emocionado nunca. Cuando siento que me tengo que pronunciar respecto a algo, lo hago. Pero me tiene que llamar y ser una cosa que me salga del corazón, que me dé rabia.
¿Es algo que tengan acordado como banda?
M.V.: Hacemos un poco de consenso sobre qué es lo que decimos y lo que no. Cuando nos tenemos que posicionar, nos posicionamos. Cada uno habla libremente de lo que quiere decir sin revisar la agenda y decir: “Ya hemos dicho la frase”. Esto también pasa mucho, con la polarización hay como agendas que derivan en: “Estas frases están en este lado y estas frases en el otro”.
M.D.V.: También como buenos amigos que somos, tenemos bastante claro dónde está cada uno. En general somos bastante afines.
¿Les preocupa que algún partido político se apropie de sus canciones cambiando su mensaje?
M.V.: Ya nos ha pasado. Cuando en Cayetano Diego cambió la letra a “ahora votan Vox, antes a Ciudadanos”; Vox se hizo eco de ello: “Vox llega incluso a los grupos…”. De repente pasan estas cosas. Hace unos años una diputada del PP cogió la canción de No tan jóvenes, que dice algo de la generación vacía, y dijo: “Como dice Carolina Durante…”. Y de repente ya se alinea en una movida. Esto pasa. No me da miedo. Al final las canciones las tiras ahí y cada cual hace virguerías con ellas. Le pasa a todo el mundo.