Este jueves en Madrid, en el agradable escenario del ciclo de conciertos Noches del Botánico, Chris Isaak parecía muy interesado en convencer al público de que estaba allí sin grandes ambiciones. “Somos bastante profesionales pero no nivel Taylor Swift”, vino a decir. De varias maneras quiso explicar que no había que poner el listón muy alto, que allí se había venido a disfrutar de un poquito de rock’n’roll, y agradecía que se hubiera comprado la entrada para que los niños no le señalaran con asombro en su vagar perdido y desamparado por las calles de Madrid, sin nada que hacer, “vestido con un traje como este”, dijo Chris Isaak señalando su atuendo azul celeste cubierto con deslumbrantes piedras cristalinas y enormes paramecios.
Isaak podría haberse construido un personaje oscuro y enigmático. Su voz y su alianza con David Lynch daba para ello. Pero es un buen tipo y, al final, su mayor extravagancia son sus vestimentas. Cultiva una relación tan cercana con su público que a la tercera canción ya se había bajado del escenario y caminaba entre las personas que le escuchaban de pie y por las primeras filas de las gradas. Sin dejar de cantar, iba chocando esos cinco con las manos que le aparecían en su camino. Se hacía querer tanto que muchos tuvieron que contener sus ganas de convertir la palmada en abrazo mientras cantaba Don’t Leave Me On My Own, de su disco Forever Blue de 1995. “No me dejes solo”, iba pidiendo casi fan a fan.
El músico californiano –que es también actor y presentador de televisión– ha arrancado en Madrid su gira europea, que le hará pasar también por el festival BBK Bilbao Music Legends este sábado 24 de junio. Hay cantantes que se ven obligados a esconder el paso del tiempo y la merma de la voz bajo una puesta en escena espectacular o cualquier otro arte del disimulo. Pero resultó que si Isaak se ponía hablador, simpático, halagador y hasta chistoso, no era una táctica de distracción. Y que si usaba el reverb, era porque la canción realmente lo pedía. Su característica voz sigue brillante y cristalina como los reflejos de sus trajes. Sube y baja con naturalidad como los doce compases del blues sobre el mástil de la guitarra.
No hizo esperar mucho al público para abordar su canción más emblemática que causó el efecto contrario a lo que se podría esperar de un gran hit. Cuando el crooner cantó Wicked Game, la audiencia pasó de un caluroso recibimiento inicial con gritos de asombro al reconocer sus primeros acordes a la guitarra, a un silencio general, un aliento contenido, que sí que era verdaderamente asombroso, durante la interpretación. La canción, tan perfecta, misteriosa y perversa, habría llegado lejos por sí sola, pero la inserción en la película de David Lynch Corazón salvaje la catapultó a un olimpo. Isaak y su grupo la interpretaron correctamente, pero con cierta gana de quitársela pronto de encima.
Crítica y público consideran a Chris Isaak el heredero de Roy Orbison. Con la humildad que le caracteriza, el músico acepta ese cetro interpretando de manera respetuosa pero impecable Oh Pretty Woman (1964) y Only The Lonely (1960). En esta última, fue nombrar al hombre de negro para que el público emitiera un unánime grito de pleitesía.
El músico de 66 años advirtió que “pásame la mantequilla” es lo único que sabía decir en español, a pesar de que en el bis le dio a la ranchera La tumba será el final de manera muy convincente. Pero la relación con España que más conmovió al público fue la que contó antes de interpretar Blue Spanish Sky, cuya letra dice: “It's a slow sad Spanish song / I knew the words but I sang them wrong / The one I love has left and gone / Without me” (“Es una canción española lenta y triste / Me sabía la letra pero la canté mal / Mi amada se ha largado / Me ha abandonado”). La escribió aquí la primera vez que visitó España. No sabemos si la chica le dejó plantado realmente pero sí que fue su hermano quien le animó a conocer España: “Vente, que la gente es estupenda y la comida también”, le dijo. Isaak, tan complaciente con su público como siempre, dijo que su hermano tenía razón.
Por supuesto no faltaron otros éxitos de su carrera como San Francisco Days y la maravillosa Can’t Do A Thing (To Stop Me) de 1993 que con sus delicados arreglos y su armonía vocal hace de ella una de las mejores baladas pop de la época.
Aunque es evidente la filiación de Chris Isaak, hijo no solo de Orbison sino también de Elvis Presley, Ricky Nelson o Gene Pitney, su versatilidad es también parte de su definición, pues hace suyo el pop pero también el rock’n’roll y por supuesto el blues. Speak Of The Devil, su canción de 1998 del álbum homónimo, fue un gran momento del concierto y es un tema que por sí mismo demuestra que no solo le da a cada género por separado si no que es capaz de hacerlos confluir todos en una sola canción.
Si el traje azul ya le iluminaba bastante, el cambio de vestuario para el bis ofreció un atuendo literalmente deslumbrante: una chaqueta y un pantalón tejidos con escamas de espejo, a la manera de una bola disco humana. Y todo le quedaba bien.