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Se podría decir que David Bowie alcanzó la cima musical cuando no era él mismo. Fue su alter ego, Ziggy Stardust, quien logró comenzar a llenar estadios y mantenerse en el top de las listas musicales con canciones como Starman, la cual marcaría un antes y un después en su carrera. Como el propio nombre del single indica, le convirtió en una estrella capaz de traspasar la frontera entre diferentes generaciones. Pero ¿cuáles fueron los primeros pasos del Camaleón del rock?
“No tuve una infancia especialmente feliz. Mis padres eran muy fríos y no nos dábamos muchos abrazos, por eso siempre he tenido necesidad de ese afecto”, dice el propio cantante en el documental David Bowie. Los primeros años, recientemente estrenado en Movistar+. En él, el director Francis Whately recorre la infancia, las influencias y los primeros fracasos con declaraciones de archivo y entrevistas a sus allegados, tanto a familiares como amigos. Propone con ello un vistazo intimista a aquel joven realmente llamado David Robert Jones que se enfrentaba a la impotencia de querer triunfar sin saber cómo hacerlo, algo que le llevo a experimentar con múltiples estilos, grupos e incluso amores.
“Pasé mi adolescencia adoptando diferentes poses. Cambiando papeles y aprendiendo a ser alguien”, explica el compositor sobre una de las cualidades que definiría su carrera: la capacidad de ser polifacético. Quizá fuera la intención de sorprender a su madre, Peggy Jones, lo que provocó esta inagotable búsqueda de la personalidad. Como detalla en el documental Kristina Amadeus, prima de Bowie, este “sufrió mucho por los problemas de matrimonio de sus padres” y eso provocó que entre otras cosas careciera del afecto necesario.
Encontró un refugio en la música, componiendo canciones y versionando a otros artistas, algo que hizo que la banda The Lower Third le contratara en 1965. Tenía solo 18 años e iban tocando por pequeños clubs desplazándose en una vieja ambulancia. Ya entonces Bowie lanzó la idea de utilizar maquillaje para diferenciarse del resto de artistas, una propuesta que el resto de los integrantes no pareció recibir de buen grado.
Lo que destacaba a David Bowie era su capacidad para contar historias. Le gustaba rebuscar en sus propias experiencias para encontrar algo de lo que poder escribir y luego llevarlo a sus obras, pero no encontraba la mejor forma de hacerlo. Esto le llevó a pasar por diferentes grupos como The Buzz o The Riot Squad, donde nacieron canciones tan surrealistas como Toys older. En ella, una niña volvía a casa del colegio, iba a su habitación y luego era azotada por ese mismo juguete.
Experimentar con nuevas formas musicales más allá de las corrientes principales se llegó a convertir en una de sus principales obsesiones, como una especie de acto de rebeldía. No es de extrañar que por entonces tomara como referente a The Velvet Underground, formación que para Bowie representaba “el lado salvaje de los Estados Unidos más existencialista”.
Su álbum debut fue lanzado en 1967, claramente influenciado por las melodías teatrales de Anthony Newley que le apasionaban. Ni siquiera logró entrar en las listas de éxitos oficiales, entre otras cosas porque ese mismo año se lanzó uno de los álbumes más importantes de la historia de la música: Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, de los Beatles. Al menos, la canción When I live My dream sirvió a Bowie para cautivar al que se convertiría en su novio, el bailarín y coreógrafo Lindsay Kemp que además le enseñó mímica. “Hay gente que todavía piensa que era bueno como mimo. ¿De verdad? No, era una mierda”, confiesa su expareja en el documental.
Bowie tuvo un pequeño periodo de experimentación con el folk en Feathers, el grupo que formó junto a la que de verdad se convirtió en su primer amor, Hermione Fathingale. Pero en 1969 llegó su segundo álbum: Space Oddity, con una canción homónima que fue su primer éxito en llegar al top 5 de las listas en Reino Unido.
“Está relacionada conmigo mucho más que cualquier otra cosa que hubiera escrito hasta ese momento. Habla de los miedos sobre mi propia inseguridad social y emocional. Ese sentimiento de aislamiento que tenía desde que era pequeño empezaba a manifestarse por sí mismo”, explica Bowie sobre un tema que no habría existido de no ser por la presencia de una película: 2001: Una odisea del espacio. “Pensé: 'vaya, ya soy el comandante Tom'. Estoy en mi propio espacio cósmico y nadie puede entender lo que significa estar aquí fuera, unido por un cordón umbilical”, añade.
Los instrumentos empleados en el tema iban en sintonía con su enigmático significado. No es baladí que lo primero que suene sean unos acordes que parecen proceder de la nada, como de la profundidad del espacio. El efecto es potenciado además por dos instrumentos novedosos para la época: el estilófono, un sintetizador en miniatura que se tocaba con un lápiz; y el melotrón, una especie de “piano” electrónico utilizado por The Beatles en temas como Strawberry Fields Forever.
A partir de entonces Bowie empezó a verse a sí mismo como una estrella. Sus fans le saludaban por la calle llamándole “comandante Tom”, algo que disfrutaba a pesar de las malas noticias: si bien el single Space Oddity cosechó una gran fama, el álbum no tuvo demasiado éxito en ventas.
Quizá ese fue el motivo que le llevó a cambiar completamente de tercio con The Man Who Sold the World (1970), que se distanciaba del rock acústico para acercarse al estilo que Led Zeppelin marcaba en esos momentos. Puede que precisamente ese fuera su error: el público solo tenía ojos para los padres de Good Times, Bad Times o, como mucho, para Black Sabbath.
Un año después lo intentaría con el LP Hunky Dory (1971), pero no sería hasta la publicación de El ascenso y la caída de Ziggy Stardust y las arañas de Marte (1972) cuando alcanzó el estatus de celebridad de la mano de este personaje andrógino. “Dios habló conmigo y me dijo: 'hágase Ziggy”, bromea Bowie en una entrevista de archivo que aparece en el documental. Había creado una figura, un vehículo con el que sentirse cómodo para explorar todos los recursos musicales que había obtenido a lo largo de su carrera. Ninguna otra estrella del rock ha hecho lo mismo: abandonar su personalidad para abrazar la interpretación.
Teniendo en cuenta el éxito podría haber continuado con esta careta durante años, pero Bowie no se siente cómodo en un único papel. “Voy a recordar esto durante mucho tiempo. No solo es el último show de la gira, también es el último que yo voy a dar”, anunció el cantante en julio de 1973, justo antes de acabar un concierto en el local londinense Hammersmith Odeon como Ziggy. Ni siquiera sus compañeros de banda conocían este giro de los acontecimientos y creyeron que estaban siendo despedidos en pleno escenario.
Ziggy Stardust fue la culminación de todo lo que Bowie había intentado hacer durante los 70, pero no dejaba de ser solo eso: un personaje. Su desaparición no significaba el fin de su carrera, sino el de una etapa. “A partir de ahora solo seré David Bowie. Y punto. Tengo muchos planes para el futuro”, dijo el artista. Y, a juzgar por los hechos, esos planes no tuvieron desperdicio.
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