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Entrevista Músico

Depresión Sonora: “Es una pena que los artistas no nos posicionemos políticamente”

“Hago cosas como Depresión Sonora y no sé lo que quiero”. En un mundo que acostumbra a esconder sus inseguridades bajo la alfombra de las apariencias, se agradece la honestidad con la que este vallecano de 26 años se presenta en TikTok. Marcos Crespo (Madrid, 1997) es un ingeniero de sonido e imagen al que la misma pandemia que paralizó el planeta le serviría de lanzadera al éxito. Paradojas de la vida. El encierro, el aburrimiento y aquel ambiente de desesperanza motivaron al madrileño a componer, desde el minimalismo lo-fi y la cadencia siniestra pero bailable del post-punk, un puñado de canciones que le granjearon el respaldo del público, especialmente en México y otros puntos de Latinoamérica. Un epé homónimo, subido a su Bandcamp en mayo de 2020, conectó con miles de jóvenes que habían visto frustradas sus ansias de diversión en un contexto ya de por si desmoralizante, y con uno de sus temas, Ya no hay verano, erigido en versión actualizada del lema identitario del punk, “no future”. De lo circunstancial a lo universal, el corte lleva más de 26 millones de reproducciones en Spotify.

Después de publicar varios trabajos de pequeño y medio formato, en noviembre del pasado año estrenaba su primer largo El arte de morir muy despacio (Sonido Muchacho, 2022), un álbum conceptual dividido en tres actos en el que desarrolla su particular existencialismo de barrio, de vidas abocadas a la precariedad y de un romanticismo urgente y redentor, propuesta que podría recordar a El Último de la Fila o Extremoduro en lo narrativo y a The Cure, New Order, Golpes Bajos o La Mode en lo musical, referencias de hace 40 años que parecen incomodarle cuando salen a colación durante la entrevista.

Nació en Vallecas y parece orgulloso de ello, ¿qué aporta el barrio a Depresión Sonora?

A pesar de que en Vallecas hay muchas porque es muy grande, es decir, no es lo mismo Entrevías que el Ensanche, es un barrio históricamente orgulloso de ser obrero, con mucho movimiento en los años 50 y 60. Siempre nos hemos sentido conformes de serlo, no nos avergonzamos de nuestro origen. Es una lástima que se estigmatice a las periferias, que se muestren como lugares peligrosos cuando quienes allí vivimos sabemos que no es así. Y en Depresión Sonora hay mucho de eso, soy un chico de barrio, es lo que soy y no pienso esconderlo. No voy a intentar dar una imagen de marketing que no es la mía ni aparentar ser más de lo que soy.

Hace unos días tocó junto a La Paloma y Alba Morena en el mitin de arranque de campaña del PSOE en la Casa de Campo de Madrid, ¿se puede considerar como un acto de militancia?

No, en absoluto. Yo no comulgo con el PSOE. Pero creo que era una oportunidad y un momento clave, con todo lo que se está hablando sobre la cultura. Tengo una visión muy progresista, de avance y de defender mi sector. Pero es importante también porque hace muchos años que los artistas no nos posicionamos políticamente y me parece una pena. Es como si no quisiéramos que nos juzguen o nos tachen de x o de y. Ahora hay artistas con una ideología muy potente que no la muestran por miedo a represalias cuando históricamente estos, la cultura en general, ha sido de posicionarse mucho. Lo vi como una oportunidad para un sector, el de la música independiente, que no está presente en tantos sitios. Puede que así anime a otra gente a posicionarse en contra de todo lo que estamos viviendo y contra una derecha que parece que nos quiere censurar en muchos casos.

No deja de ser curioso hacer un evento con ese tipo de bandas. Quizá había un interés por una gente joven que parece estar excesivamente alineada a la derecha.

Sí, es posible, pero si esa era su intención no se ha hecho bien. Tres proyectos que en España, por ahora, somos entre pequeños y medianos no llegarán a un gran público. Y mi público ya está alineado a la izquierda. Si quieres llegar a más gente joven, igual tienes que llamar a Bizarrap o Quevedo. Supongo que contaron con nosotros porque el evento iba enfocado al perfil de Pedro Sánchez más digamos “indie”, de festivales, de sus listas de reproducción… Eso por su parte. Por la mía porque es el momento de intentar frenar todo esto que está sucediendo.

Sobre su música, ya le habrán dicho que suena a ochentas: Joy Division, New Order, The Cure, Echo & The Bunnymen, Golpes Bajos, La Mode… Gerard Alegre, líder de El Último Vecino, una de las bandas pioneras en la recuperación en España de un sonido entre el post-punk y el tecno-pop. Comentaba que optó por ese estilo porque era el que le tocó escuchar de pequeño, que al sentir la necesidad de expresarse le salió de esa manera. ¿Fue este su caso?

Yo también había escuchado esa música. Mis padres tuvieron mi edad en los ochenta y la solían poner en casa. Pero este comentario de “me suena a”, viene de no conocer toda la escena actual en torno a la música lo-fi. Es decir, esta parte de allí, pero yo no intento imitar los ochenta, intento imitar una sensación. Y me surge de haber indagado mucho en un tipo de sonido que objetivamente no suena bien pero subjetivamente te acerca a sensaciones que quizá si mi música sonara limpia y mezclada desde el principio, con un sonido cien por cien moderno, dejaría de transmitir nostalgia o recrear el efecto de sentirse atrapado, que se deben comunicar a través de otro tipo de texturas.

Da la sensación de que prioriza el mensaje al sonido.

Sí, totalmente. También me preguntan muchas veces por qué no canto de forma más melódica, de forma más tradicional en lugar de recitar y esto viene del proceso creativo en el que antepongo el mensaje a la música. Lo que hace que acabe teniendo otro público, que llegue de otra forma, pero creo que igual de potente.

Se dio a conocer durante la pandemia gracias a varias canciones de sonido minimalista, autoproducidas y subidas a su Bandcamp. Todo muy DIY, muy “hazlo tú mismo” y ha ido poco a poco rodeándose de otros profesionales en los procesos, ¿no? En su álbum de debut, El arte de morir muy despacio se acredita a Harto Rodríguez (C. Tangana, Rels B o Cariño) y Miguel Grimaldo en tareas de producción y grabación.

El proyecto empezó de una manera muy genuina. Yo no tenía intención de nada. Hice canciones y las subí a internet solo por compartir lo que había hecho en mi cuarto. Miguel Grimaldo es mi técnico de sonido y amigo, también Harto Rodríguez es colega. Ambos vienen del rap, que es un mundo que me gusta mucho por su relación con el sonido lo-fi y con el sampleo, y la posibilidad de trabajar con ellos surge a través del sello Sonido Muchacho pues ya puedo financiar un montón de cosas que antes hubiera sido impensable. También me conectan con gente y me ofrecen más medios. De hecho, dentro de nada voy a grabar un epé con Diego Escriche de La Plata, que también es productor y uno de mis mejores amigos y repetiré también con Harto Rodríguez, ambos grandes profesionales. Creo que, al final, es más importante rodearte de personas con las que tengas confianza y un buen feeling, sobre todo si trabajas en algo artístico.

Bombas en cartas explotan tus sueños / Desde una cabaña termino este imperio / Apocalipsis virtual / ¡Qué difícil es el mundo real!… En Apocalipsis virtual (2022) hace referencia a Unabomber y al manifiesto con el que chantajeó a varios medios en 1995, La sociedad industrial y su futuro, ¿por qué ha querido dedicarle un tema?

Pues su manifiesto es muy interesante, pero más que dedicarle el tema lo tomo exclusivamente como referencia. Hablo sobre él y sobre ese apocalipsis virtual que él plantea, pero llevado a la actualidad, al ahora, porque en 1995 no tenía el mismo sentido. Hablo sobre ese colapso, no de la sociedad tal como él hace, sino a un nivel personal, causado por la tecnología que con su sobreestimulación constante hace que nos sintamos vacíos muchas veces. Uso su historia y su manifiesto para entender este apocalipsis virtual que vivimos.

También se refería a Lucio Urtubia en una entrevista reciente, ¿qué le atrae de la figura del histórico anarquista?

Pues me parece uno de los personajes más curiosos de la historia. Y uno de los más ocultos. Que por cierto, murió hace poco. No ha sido una figura especialmente alabada ni muy pública. Creo que lo suyo fue un acto de valentía, de fe en la humanidad y de defender tu propia ideología y tu moral a un nivel importante. De vivir aventuras muy de película.

En un mundo en el que el capitalismo ha desposeído de significado la imagen de algunas de las bandas más trascendentales de la historia del rock, ¿por qué elige, precisamente, una camiseta con el logotipo de Nirvana, tan sobreexplotado, para la sesión de promoción de su álbum?

Ayer mismo la llevaba. Me la pongo muchas veces. Me gusta mucho Bleach (1989) y me parece una banda muy potente que representaba muchas cosas subversivas más allá de lo comercial que se volvió al final. Admiro la figura de Kurt Cobain, me fascina su historia, lo que sufrió y cómo acabó.

Apocalíptico, desesperanzador, distópico, sarcástico, nihilista…¿se identifica con estos adjetivos? ¿Siguen definiendo al Marcos de 2023?

No, ni ahora ni nunca. La gente es una exagerada. No creo que sea apocalíptico. Sarcástico creo que sí, esa es la única que compro. Todos estos calificativos vienen de no ser capaz de encontrar eso dentro de uno mismo, cuando realmente está dentro de todos. Uno no puede estar bien sin asumir lo negativo.

¿Cree que identificarse con un sentimiento generacional o incluso circunstancial, debido a la pandemia, puede constreñirle? ¿Siente que su libertad creativa está atada al proyecto Depresión Sonora y a lo que el público espera de este?

Sí, me siento en parte atado, porque el proyecto no se llama Marcos Crespo. No soy yo. Y en España se me ha estigmatizado por el nombre, algo que en Latinoamérica no me ha pasado. Depresión Sonora fue algo que hice sin ningún propósito, con un juego de palabras que viene del nivel de presión sonora de un altavoz, y aquí la gente se ha echado un poco las manos a la cabeza con el nombre. Pero sigo evolucionando y creo que, al final, eso no importa tanto, y lo que la gente quiere es escucharme.

Su último lanzamiento, Markusiano, es en realidad un intercambio de versiones con Carolina Durante, con quienes comparte discográfica, Sonido Muchacho. Ellos han hecho lo propio con Ya no hay verano. ¿Cómo surge y qué motiva este préstamo? Y, en su caso, ¿por qué se decidió por Cayetano?

Sinceramente, todo empezó como una broma. Una noche alguien empezó a cantármela cambiando la letra por Markusiano y pensé que podía ser una buena idea. Lo vi como algo divertido. No todo tiene que ser serio dentro del proyecto. Se lo planteé al sello y a partir de eso hicimos el intercambio. Yo intento darle la vuelta a su canción, de ser Cayetano, un pijo de Madrid a Markusiano, un chaval de barrio. Quizá vengan algunas versiones más en un futuro, pero no por mi parte. Me parece muy interesante, siendo Depresión Sonora algo muy concreto, como de nicho, que sea interpretado desde distintos puntos de vista que no tengan mucho que ver.

Dejaba entrever en sus redes sociales que para el nuevo epé se viene un cambio de estilo ¿hacia dónde?

Sí. Creo que hay cambios. Pero yo no sé catalogarlo. Ya lo haréis vosotros los periodistas.

No le quepa duda.

Los géneros y las etiquetas son cosa de periodistas. Son siempre quienes deciden a qué suena.