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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Divas del pop, reivindicación o petardeo: ¿existe el perfecto himno LGTBI?

La canción The Origin of Love, del musical de Broadway Hedwig and the Angry Inch habla de que, hace eones, las personas estaban formadas por dos cuerpos unidos por la espalda. Los hombre con hombre provenían del sol, las mujer con mujer venían de la tierra y los hombre con mujer de la luna. Hasta que un día, los dioses los partieron por la mitad y avisaron de que “si no nos comportábamos nos cortarían otra vez”. 

El tema cantado por una drag queen tomó como base un mito griego y lo convirtió en un canto a la libertad sexual y en uno de los himnos LGTBI más sonados en las fiestas del Orgullo. Hay pocas dudas respecto a la presencia de Hedwig en las playlist de esta celebración, pero no todas despiertan el mismo consenso. La razón evidente es que la comunidad LGTBI es tan variada como cada una de las personas que la conforman y lo mismo ocurre con sus gustos musicales.

Aún así, toda fiesta orgullosa que se precie tiene entre sus canciones de cabecera A quién le importa, I will survive, YMCA o Todos me miran. Es un acuerdo tácito entre las nuevas generaciones para respetar las melodías que inspiraron la lucha de sus mayores. Pero, ¿qué convierte a una canción en un himno queer y a su cantante en un icono? En el repertorio de este año, por ejemplo, hay divas del pop, clásicos de la reivindicación, música urbana y petardeo puro y duro.

“Creo que el perfecto himno LGTBI debe representar a todo el colectivo sin excluir a nadie. La imagen del Orgullo se suele relacionar siempre con hombres musculados y sin camiseta, apenas se ven mujeres, lesbianas o transexuales”, explica Gaspar Blaya, programador del escenario de la Puerta del Sol de Madrid, a eldiario.es. Siguiendo el mantra de la diversidad, Blaya ha creado una amalgama formada por tres drags, un trapero gay, dancehall heterosexual, Putochinomaricón y Leslie Betsie, entre otros. 

Asegura que siempre reivindica la presencia femenina, un compromiso al que se ha sumado la capital como refleja su paritario cartel. Entre estas mujeres se encuentran Las Chillers, un grupo underground que versiona a figuras tan dispares como Rocío Jurado, Mónica Naranjo o Laura Pausini. Pero al hablar de himnos gays o LGTBI, ellas dicen verse menos representadas. 

“El problema es que las lesbianas todavía no hemos llegado ahí porque seguimos luchando por ser mujeres. Siempre hemos tenido una doble lucha, primero tengo que luchar por mis derechos como mujer y después poder luchar por mis derechos como lesbiana visible”, dice Rocío Saiz, vocalista de la formación. Sin embargo, “hay cánticos que se comparten, y eso es lo bonito”. En su caso, “el himno más significativo fue All the things she said de Tatu, con aquél beso falso [ríe]”.

“Los himnos nos conectan con nuestra parte más espiritual, tienen algo especial que nos hace volar y gritar las letras es mucho mejor que comerse una pastilla”, asegura, por eso el hit de las rusas “nos representó a la perfección”.

“Aun así, el mundo homosexual masculino nos ha ayudado mucho, la lucha feminista va muy ligada a la LGTBI, pero es importante darse cuenta de que todavía estamos a años luz de estar donde deberíamos estar”, advierte la portavoz de Las Chillers, que cerrarán el escenario de la Plaza del Rey el próximo viernes. ¿Y por qué creen que su música representa el espíritu de este Orgullo? “Nosotras nunca nos hemos escondido. Creo que hemos sido el primer grupo de mujeres que ha colgado en redes fotos de las bodas de nuestras guitarristas. Eso es lo bonito, que somos así”, resume. 

Cuando Gaspar Blaya habla de diversidad, no se refiere solo al género femenino sino a la pluralidad sexual, pues lo primero está representado por la figura de la diva pop, de sobra encarnada en los actos de reivindicación LGTBI.

La “obsesión por la diva” heterosexual

El psicólogo gay Boby Andika dio una explicación brillante para el estereotipo de la obsesión por la diva. “Estas mujeres inspiran, dan fuerza, actúan como modelos a seguir y simplemente hacen sonreír mientras afrontas tribulaciones y dificultades personales”, escribe en una columna.

Cher, Madonna, Beyoncé, Liza Minnelli, Lady Gaga o Gloria Gaynor han sido abrazadas por gran parte de la comunidad gay como referentes porque “han reconocido abiertamente su base de admiradores gays” y “por haber canalizado su dolor, su sufrimiento y sus vulnerabilidades a través de la música”, dice Andika.

Enrique F. Aparicio, periodista y más conocido como Esnorquel Dj, suscribe a Andika y comparte sus razones. “Cuando tienes seis años, sobre todo en mi generación y las anteriores que no teníamos Internet, lo que te llegan son los referentes de masas. O quieres ser el futbolista de turno o quieres ser Beyoncé. Una mujer fuerte, poderosa, que hace lo suyo y lo hace bien. La gente la admira y está bien que tú, como hombre, también la admires”, explica este melómano.

En su caso, criado en un pueblo de Albacete de 2.000 habitantes, Alaska era el rol por excelencia como jurado en Menudas estrellas. “Una mujer que se ponía el pelo como quería, que hablaba como quería y estaba tatuada. Como la hemos tenido siempre, no reconocemos del todo su enorme huella en muchos de nosotros”, advierte. ¿Y por qué no ha ocurrido con otro tipo de masculinidades como la de Tino Casal?

“Es más fácil que una mujer sea mainstream, porque desgraciadamente las mujeres en el sistema cisheteropatriarcal juegan con la baza de ser sujetos deseables por el público masculino. En el caso de Alaska, que sea aliada LGTB o medio mariquita o que tenga muchos amigos mariquitas no deja de ser un toque de color para venderla. Mientras que si eres maricón, tienes que compensar. Tienes que ser un maricón muy bueno en lo tuyo para que un hombre hetero te pueda escuchar”, asevera Enrique. 

Haciendo referencia al mercado pop imperialista del que hablan los Pet Shop Boys, asegura que “poner a una mujer es más fácil que poner a un maricón, poner a un maricón es más fácil que poner a una lesbiana y poner a una lesbiana es más fácil que poner a una mujer trans. El patriarcado funciona a todos los niveles. Las compañías, si no lo tienen categorizado en un esquema, lo saben bien”.

En cuanto al himno generalizado, Aparicio piensa que “la comunidad LGTBI es muy diversa y ponernos a todos de acuerdo es muy difícil. Por eso ha de ser una canción pop perfecta para que nos guste. Es una fórmula casi matemática”.

El Dj piensa que la música es, junto a la bandera, parte de un imaginario heredado, por eso “A quien le importa no es una canción que me represente porque es hija de su tiempo, como es lógico”. En cambio, afirma que Baloncesto de La Prohibida se ha convertido en un canto espontáneo de esta generación de hombres gays y que “todos la berrean casi de forma telequinética” en las discotecas.

La magia del petardeo “antipostureo”

Casi de la mano de la figura la diva perfecta y heterosexual, aparecen las albaceas del llamado petardeo. Leticia Sabater, Rebeca, Las Bistecs y La Veneno son acogidas con regocijo entre la comunidad LGTBI mientras que la mayoría de la sociedad las repudia. 

“Representan la fiesta y la libertad. En el Orgullo no hay barreras ni restricciones, todo es arte y todo vale. Nadie te va a juzgar hagas lo que hagas, que creo que no pasa en el mundo heterosexual relacionado con la música. Ahí tienes que 'cumplir' ciertos cánones sociales establecidos, mientras que en el mundo LGTB cuanto mas fresco, diferente y original, mejor”, razona Rocío, de Las Chillers. 

Gaspar piensa que “representan la naturalidad en un mundo de postureo, y eso es lo que la sociedad necesita. Igual que escuchas a los Artic Monkeys y Amy Winehouse, puedes escuchar Las Bistecs y Ojete Calor”, asegura en contra del elitismo que planea sobre una música creada para disfrutar.

Un testigo que recoge Enrique F. Aparicio, y que extiende a todas las grandes divas que, pasado su momento de gloria, se atreven a volver a subir a un escenario. “Si te fijas en las fiestas grandes, además de Barei, Ruth Lorenzo o Conchita Wrust, están también Betty Misiego, Masiel, Anabel Conde y una serie de personas que trabajan solo en el Orgullo. Las Baccara tuvieron éxitos mundiales masivos en el 71 y solo se las reivindica en estos foros”, asegura.

“Creo que en el petardeo entra en juego nuestra infancia o adolescencia, cosas que nos encantaban y pensábamos que no podíamos compartir. Con estas canciones, estilos o figuras existe un espejo. Somos una comunidad que nos hemos construido a base de destruir prejuicios en los demás y en nosotros mismos”, dice el músico, para concluir confesando que “yo no creo en los placeres culpables. Lo que me gusta, me gusta, y el petardeo me encanta”.