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La Casa Azul: “Es un error pensar que no cabe el discurso político en un grupo de pop”

Guille Milkyway

Francesc Miró

19 de marzo de 2019 21:14 h

9

El 20 de agosto de 1999, La Casa Azul se subía por primera vez a un escenario. Ocurría dentro de la serie de conciertos Operación Bikini de la sala madrileña Siroco. Aún no habían lanzado su primer disco pero el público ya coreaba Cerca de Shibuya.

Hoy, su creador, Guille Milkyway, es una de las figuras más reconocidas del pop nacional. Un artista hiperactivo que ha cuidado tanto su faceta de divulgador como la de productor, apostando por algunos de los nombres emergentes del talento joven español. Sus canciones han ambientado las pistas de baile patrias durante años, ha sido número 1 en ventas en varias ocasiones, tiene un Goya, ha hecho múltiples bandas sonoras para cortometrajes, largometrajes y series. Ha sido profesor de Cultura Musical en la academia de Operación Triunfo y hasta fue candidato para ir a Eurovisión en 2008.

Este viernes 22 de marzo publica La gran esfera, que presentará en Madrid los días 28 y 29 de marzo con dos sold outs ya colgados en la puerta de la sala Ochoymedio.  Un álbum ecléctico que cuenta con algunos temas ya conocidos como ATARAXIA o Podría ser peor.

El lanzamiento de La gran esfera resulta peculiar porque gran parte del disco ya lo hemos escuchado aunque el álbum se lance ahora. ¿Le preocupa que el disco pierda fuerza debido a eso?La gran esfera

Es cierto que gran parte de este disco está escuchado. Pero no me preocupa mucho. Quiero decir, la idea no era sacarlo así. Esto ha ocurrido por circunstancias personales y de salud: me metí en proyectos, empecé a producir a otros músicos, hacer series, tuve un desprendimiento de retina... Y claro, cuando dejas pasar demasiado tiempo la cosa empieza a estancarse. Pero creo que tenía que salir porque era como sacar algo en claro de todo este tiempo.

Lo jodido realmente fue darle uniformidad. La idea conceptual del disco la tenía muy clara pero a nivel de sonido cojeaba. Y eso es lo que intenté hacer el último año: darle un sonido más compacto. Es un disco de impasse que va de un lugar a otro pero si lo escucho dentro de un año creo que podré decir que tiene más sentido en conjunto del que aparenta. [risas]

La publicación coincide con vuestro veinte aniversario. En 1999 La Casa Azul debutó en la sala madrileña Siroco. ¿Es una coincidencia o quería celebrarlo?

No he querido darle ese rollo de efeméride. Es cierto que me sorprendo a mí mismo por el hecho. Si alguien me hubiera dicho, cuando tenía veintipocos, que a los cuarenta y cinco estaría con el grupo a fuego, hubiera vendido mi alma. Pero no le quiero dar demasiada importancia a las fechas porque ahora siento que el grupo está en su mejor momento. En directo sonamos por primera vez como soñaba que sonásemos. Estoy productivo en el estudio y he podido decir que no a todos los proyectos en los que andaba para centrarme en esto. Realmente lo que me apetece es hacer cosas y empezar a funcionar como siempre quise.

A principios de los dosmiles, la formación parecía tener sonidos más europop, pero más tarde entraron en ella otras influencias desde la electrónica hasta rumba. ¿Pensó siempre La Casa Azul como una plataforma en la que pudiesen confluir sonidos muy distintos?europop

Me siento identificado con la definición. Estilísticamente, la evolución del grupo está muy clara porque realmente te vas empapando de lo que escuchas. Vas metiendo más ingredientes en la música que haces. Aunque en esencia sigue siendo lo mismo. Cuando tenía dieciséis años escuchaba canciones de radiofórmula que me flipaban, pero que en el fondo eran una puta mierda. Eran canciones que pensaba: “¿Esta gente no se ha parado cinco minutos a pensar de qué quiere hablar?” o “¿Por qué todos hablan de clichés absurdísimos del amor y el color de los ojos?”.

Luego te ibas al underground y sonaba todo supervital. Lleno de energía. Pero te preguntabas, “¿Nadie ha hecho que eso suene bien?”. Había destellos, claro, como cuando descubrí a Saint Etienne y dije, “hostia, suenan como un grupo de radiofórmula pero hablan de cosas relevantes”. Se veía que había un background muy importante, como lo había en Everything but the Girl.

¿Nunca tuvo miedo de hacer una música cercana a la radiofórmula? A día de hoy sigue siendo un espacio sobre el que pesan muchos prejuicios...

Yo no critico la radiofórmula per se. Admiro a la gente de los grandes estudios, a los tíos que han grabado los discos de Bisbal. Son profesionales increíbles. La lástima es que eso no se haya aprovechado para sostener un discurso sobre el mundo en el que vivimos.

La Casa Azul ha tenido muchas influencias a lo largo del tiempo pero su naturaleza no ha cambiado tanto. Y creo que lo que se ha mantenido inalterable es la canción clásica melódica. Eso es lo que permanece siempre. Lo que cambia son lo que nosotros llamamos 'Las chiribitas', esos añadidos de sonidos más innovadores que de golpe te llevan a un sitio u otro. Pero yo sigo haciendo canciones melódicas de estructura y estribillo bastante clásico.

Ahora que menciona la canción melódica, recuerdo el disco En libertad que hizo para reivindicar la figura de Nino Bravo. ¿Tenemos denostada la memoria musical en nuestro país?En libertad

En España parece que tengamos que renegar de la música pop de los sesenta y setenta. Parece que hasta los ochenta no debemos reivindicar nuestros sonidos porque son caspa. Muchas veces me he preguntado por qué ocurre esto aquí y no en otros países vecinos. ¡A nadie se le ocurre decir que Motown es la caspa! Pero hablas de Nino Bravo o de Julio Iglesias y ya eres la caspa absoluta.

Creo que tiene que ver con que nuestra historia a nivel político es otra. La gente lo asocia a algo rancio y como país reniegas de aquel talento. Pero si piensas en Nino Bravo, Augusto Algueró, Juan Carlos Calderón, Manuel Alejandro... había arreglistas que flipas, compositores increíbles como Pérez Botija...

Todos fueron muy importantes para nuestra música como lo fue Motown o sellos como Verve en la industria americana. En Cataluña había una escena de jazz de finales de los cincuenta principios de los sesenta absolutamente increíble, con unas grabaciones que ríete tú de algunas cosas de Blue Note.

Pero si lo reivindicas parece que tienes que justificarte. Pues no: me parece igual de disfrutable y de bien hecho todo aquello que un disco de los Smiths o los Clash. ¡Pero tampoco se respeta dentro en la industria! Vas a buscar a un sello alguna bobina de una canción mítica de Nino Bravo y nadie sabe dónde están. Es una locura. Es como si le preguntaras a alguien que dónde está la grabación de Strangers in the NightStrangers in the Night  de Frank Sinatra y te dijesen “bah, se habrá perdido, da igual”.

Puede que la lectura política pese siempre más que la musical. Me viene a la cabeza el caso de Isabel Bonig, Presidenta del Partido Popular de la Comunidad Valenciana, que dijo hace unos días que le gustaba el Rock Radical Vasco, Kortatu y La Polla Records. Y hubo quien se escandalizó.

Grupos como Kortatu aquí o los Clash en Inglaterra, trascendían su escena porque musicalmente eran absolutamente increíbles. Su música no solo se sostiene desde el punto de vista político. Es un error igual de grave que el de pensar que no cabe el discurso político en un grupo de pop.

Tú puedes no compartir el discurso político de cualquier producto cultural pero gustarte cómo suena o cómo está planteado. Yo en un caso así pensaría que es un punto a favor de esa persona. Es alguien que tiene una inquietud cultural en un entorno en el que esa inquietud no cuadra. Y ya está.

Tampoco está de más recordar que la escena del rock radical vasco ha aportado mucho a la historia de nuestra música. Kortatu particularmente. Porque musicalmente aquí había muchos grupos con más entereza que, yo qué sé, los Sex Pistols.

Puede que esto se ocurra por cierta falta de cultura musical. Usted que ejerció de profesor de esta disciplina en Operación Triunfo, ¿cree que hay una falta de cultura en parte de la industria musical actual?

La historia de la música está llena de grandes artistas que surgieron sin tener referentes musicales. Estrellas que lo han cambiado todo y no tenían nada. Pero desde siempre, ¿eh? Decir que hace falta cultura musical antes de ponerse a grabar es una afirmación elitista y esnob. Es más: la falta de background  musical, o como lo quieras llamar, no está reñida con el talento. Pueden ir unidos o no. Pero son conceptos distintos.

Ahora bien. Tener referentes, tener esa curiosidad por saber más del arte en el que trabajas, como artista te hará fuerte delante de la industria. Es lo que pienso. Mucha gente joven se va a enfrentar a una industria muy bestia y depredadora. Pero cuanto más fuertes sean a nivel de seguridad artística y del camino que quieran seguir en base a sus conocimientos, más fuertes serán delante de esa selva. Y a la larga, favorecerá que tengan carreras más solidas.

Hay que incidir ahí para fortalecer la autosuficiencia del artista delante de un sistema que se va a provechar de ti sin escrúpulos. Pero es que a mí me cabrea un poco. Leías cada cosa de que “Aitana no conce a Pink Floyd” y no se qué mierdas. ¿Y qué más dará que hasta entonces no les conociera? ¡Pues guay que ahora esté interesada en ellos! Pero es que resulta que hablas con ella de música y demuestra un criterio brutal. Así que quien la critica peca de ese elemento elitista.

¿Cree que eso ocurre por cierta falta de divulgación musical?

Me viene a la cabeza, hablando de esto, el caso de Chumbawamba, que siempre se han descrito como anarquistas. Se les criticó muchísimo cuando vendieron Tubthumping a General Motors. Resultó que la General iba a hacer un ERE y terminó despidiendo a muchísima gente y lo que hizo Chumbawamba fue donar todos los beneficios que sacaron de los derechos, a la gente despedida. Joder, eso es increíble. ¿Quién dice que no se puede cambiar el sistema desde dentro?

Creo que hay que despertar la curiosidad pero es una cuestión de tener tiempo. No ha pasado eso de que la llegada de internet y el acceso a la cultura iba a llevar inevitablemente a una sociedad más culta. Qué va: puedes tener toda la historia de la literatura a un golpe de clic y la gente lee una puta mierda igual que antes. Y en cuanto a la música más de lo mismo: se sigue escuchando los hits globales que antes te echaban por la radio, pero ahora te aparecen como una lista de Spotify. ¡Da igual!

Lo que me jode a veces es que gente que tiene un discurso político muy formado de defender determinados conceptos de clase y de poder popular, de golpe se los pasa por el forro en según qué debates culturales como el que comentábamos.

Por supuesto que hay que abogar porque la gente tenga acceso real a la cultura y al conocimiento, ¡pero no culpabilices al chaval que se ha puesto a cantar! Mejor critica el sistema e intenta cambiar las bases para que ese sistema no pueda explotar de esa forma o no busque personas maleables que usar.

Podría haber una parte de responsabilidad eludida en la crítica y en los medios de comunicación. Pienso en el trap y en la afirmación de que solo habla de neoliberalismo, de adorar el dinero... ese discurso se ha terminado asentando en muchas personas.

El discurso que se hace desde fuera de la contracultura siempre es el mismo. No es un conocimiento profundo del movimiento contracultural del momento, sino uno superficial acerca de lo que ha acabado proyectando la gran industria sobre esa escena. Claro que hay artistas que tienen este discurso de fascinación por el sistema capitalista y el culto al cuerpo, pero no es nada nuevo. En el Gangsta rap esta fascinación estaba presente hace veinticinco años y fue un elemento clave para comprenderla. Pero había muchísimos que se oponían eso. Pues con el trap más de lo mismo.

Pero yo lo veo como una oportunidad. Aprovechémoslo para generar discursos distintos. Por ejemplo, el tema de que “todo el reggaetón es machista”. Punto uno: no todo el reggaetón lo es, es un género muy amplio que muchísima gente está utilizando para hablar de otras cosas. Punto dos: si una parte sí lo es, pues aprovechémoslo. Escuchemos con nuestros hijos y nuestras hijas esas canciones y señalemos cuando alguien diga una frase machista, para hacerles reflexionar sobre lo que está escuchando.

Mi hija, de nueve años, es mucho más consciente de lo que era yo a su edad en estos temas. Ella escucha una canción en la que se dice determinado comentario misógino y se queda sorprendida. Y es mucho más fácil señalar eso porque juntos discutimos de cómo este o aquel payaso está hablando de tratar a las mujeres como objetos, o de ser un pesado con una tía que pasa de él. Es fácil señalarlo y hacerle ver que quien canta eso es un cabrón.

Todo es más complejo pero casi siempre trasciende lo superficial. Es como cuando una lucha sindical de semanas consigue una mejora en las condiciones de miles de trabajadores, pero en la mani se les ve con un reloj caro o unas adidas y se les critica por eso. ¡Pues a la mierda todo lo que se ha conseguido!

Ted Gioia dedicaba parte de su libro Blues: La música del Delta del Mississippi a reflexionar sobre el 'sentimiento blue', que definía como el color más adecuado para hablar de los sentimientos. ¿La Casa Azul es tu vehículo para hablar de tu forma de entender el mundo?   Blues: La música del Delta del Mississippi

Bueno, claro. Al 100%. Por eso respeto tanto el blues. Aunque me parezca aburrido como estilo musical porque busco siempre esa pomposidad y ese colorido, joder es increíble. Ese blues man que se coge una guitarra y canta su pena lo es todo en la música. Es lo que hago yo con otros elementos y otro lenguaje. Pero es eso.

Como todo, luego se intelectualiza y la gente construye discursos alrededor de eso. Pero ese gesto fundacional artístico lo es todo. Ese niño de cuatro años que empieza a pintar para expresar lo que tiene dentro, es una vía de escape. Mi chica trabaja con niños con dificultades de aprendizaje y dibujar es clave. Y dibujar es un lenguaje artístico como lo es la música.

En el blues hay esta parte de pena de querer salir de un mundo que es agresivo y violento. Así que encuentras en esto una vía para escapar y para expresar lo que sientes. Ese impulso es algo muy puro. Y es algo muy popular, porque se demuestra que no se requiere un conocimiento amplio del lenguaje musical o un tremendo background cultural para hacerlo. Es gente que no tiene acceso a eso y sin embargo, canta.

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