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LOS DISCOS DE LA SEMANA

Frankie Goes To Hollywood resurge de entre los muertos para animar Halloween

Frankie Goes To Hollywood

Welcome to the Pleasuredome

BMG / Music As Usual

POP

★8/10

Como ocurre con las personas, el tiempo tampoco transcurre igual para todos los discos. Treinta y tres años han pasado ya de la publicación de Welcome to the Pleasuredome, un auténtico fenómeno en su tiempo que además de asaltar las listas y reventar la banca, puso su granito de arena a la consolidación de la cultura del videoclip.

Hoy, con el grupo caído en el más absoluto de los olvidos y canciones como Relax, The Power of Love o Two Tribes recluidas en las típicas recopilaciones para nostálgicos, puede resultar difícil hacérselo entender a quien no haya nacido antes de 1984, pero realmente este disco de debut de Frankie Goes To Hollywood fue algo de lo que ninguno pudimos escapar en su día.

Lo cierto es que Welcome to the Pleasuredome es un álbum singular por múltiples razones. La primera porque el disco puso en lo más alto a Holly Johson y sus compañeros para observar a continuación como se despeñaban con otro álbum, segundo y último de la banda, que se encontraba a años luz de este material. Obviamente mucho tuvo que ver en ello otro de los detalles que definen a este trabajo: el peso en él de Trevor Horn, el mago que durante los ochenta estuvo tras de los éxitos de The Buggles (su propio grupo), Grace Jones o Pet Shop Boys.

Dice la leyenda que pocas, muy pocas pistas de este disco realmente se grabaron por los componentes de Frankie Goes To Hollywood, y lo que sí está confirmado es que entre los músicos “invitados” estaban Steve Howe de Yes y la banda de acompañamiento de Ian Dury.

Otra peculiaridad del disco es su duración (¿cuántas bandas se han atrevido a debutar en formato largo con un doble?) y también la apuesta por versiones extendidas de temas que habían visto la luz previamente en formato single. Todos estos elementos hacen de Welcome to the Pleasuredome un disco que ya resultaba singular antes incluso de pulsar el play, una suerte de experimento descontrolado en el estudio que adoptaba elementos de la escena new romantic, tan en boga en aquellos momentos, pero también del soul y el funk (versión del War de Edwin Starr) o del rock de estadios (versión del Born to Run de Springsteen), amén de apostar en determinados momentos por desarrollos progresivos absolutamente pinkfloydianos (The Ballad of 32).

Súmenle a todo eso una calculada apuesta por el escándalo, evidente en el sexo explícito al que se canta en Relax o el aguerrido pacifismo de Two Tribes (con un vídeo obra de Godley & Creme, en el que se presenta un ring donde luchan a muerte Ronald Reagan y Konstantin Chernenko), y el resultado es uno de los grandes éxitos del mercado discográfico británico durante los ochenta, palabras mayores.

Esta edición especial que ahora se pone en las tiendas, a diferencia de la que se editó con motivo del 25º aniversario del disco, no cuenta con temas adicionales, pero se reconoce por su formato de CD-libro, con treinta páginas en el interior bien anotadas y documentadas gráficamente.

Fever Ray

Plunge

Rabid / [PIAS]

ELECTROPOP

★7/10

Tengo la teoría de que buena parte del prestigio del que disfruta el dúo sueco The Knife se cimentó con la publicación en 2009 por Karin Dreijer Andersson (cincuenta por ciento de la banda) de un magnífico disco bajo el nombre de Fever Ray. Fever Ray pasó entonces a dormir el sueño de los justos. Hasta hoy, el día en que siguiendo el ejemplo de grandes como Bowie, My Bloody Valentine o Beyoncé su segundo largo ve la luz por sorpresa. Toda una declaración de intenciones que una vez más demuestra que si de algo va sobrada Karin Dreijer es de autoconfianza.

En realidad, una vez más, podría decirse que los de Fever Ray y The Knife son extraños casos de éxito. Su música, suerte de electrónica pop con tintes góticos y barniz avantgarde, obviamente se sitúa lejos de las coordenadas del pop comercial, alcanzando comparaciones recurrentes con Björk.

Más allá del sonido, más cercano al club en el caso de Fever Ray, ambas comparten una visión de la música pop en la que cabe, obviamente, una vocación de llegar a un número grande de personas, pero también el componente de “arte y ensayo” y un sofisticado discurso de denuncia social que lo mismo se refiere al ecologismo que hace campaña por el aborto libre o señala totalitarismos.

John Maus

Screen Memories

Ribbon / Music As Usual

POP

★8/10

Durante un corto espacio de tiempo John Maus amenazó con convertirse en una suerte de estrella del pop underground global. Motivos había para ello: doctor en Ciencias Políticas, su personalidad arisca y esquiva encajaba como un guante en una propuesta musical igualmente fascinante, un technopop del fin del mundo que en directo presentaba en una suerte de provocador karaoke. En Madrid todavía se recuerda la reacción airada del público ante la presentación en directo de Maus en el Círculo de Bellas Artes allá por 2011, lo que por otra parte demostró lo anclado que sigue la mayor parte del público en los formatos más conservadores del pop y el rock.

El caso es que tras la publicación de aquel disco -We Must Become the Pitiless Censors Of Ourselves (2011)- con el que a punto estuvo de rasgar el velo que separa lo irrelevante del fenómeno más o menos pasajero, Maus prolongó un silencio de seis años que, según explica ahora, le sirvió para completar sus estudios académicos.

El resultado de todo ello son dos discos, este Screen Memories y un segundo que ya se anuncia para la próxima primavera. A falta de conocer qué faceta de John Maus descubrirá ese trabajo, las doce canciones contenidas en Screen Memories parten de una visión desesperanzada del mundo que nos ha tocado vivir, lo que por otra parte se ajusta a la perfección a la propuesta estética de Maus.

No es el de Minnesota amigo de los largos parlamentos dentro de sus canciones, que funcionan la mayoría de las veces como un mal sueño que repite de forma insistente, casi obsesiva, una misma idea. Aquí esas ideas hablan de mascotas que van morir, de muros de silencio y de tomar decisiones ante un entorno cada vez más hostil, que envía señales de agotamiento y devastación.

Como esos sueños a los que hacía referencia, la música de Maus es amplificada por el reverb hasta la exageración, con unos teclados que retroceden hasta el barroco sin dejar por ello de sonar rematadamente punk, hasta construir una sensación de irrealidad o realidad alternativa totalmente impactante.

Julien Baker

Turn Out the Lights

Matador / Popstock!

FOLK

★7/10

Con sólo dieciocho años Julien Baker debutó publicando Sprained Ankle, un disco en el que opositaba a una de las nuevas voces de ese género inabarcable que es el folk norteamericano. En su estreno para un sello grande (Matador, la casa de Cat Power, Interpol, Spoon, QOTSA,...) su propuesta da un salto hacia un sonido más elaborado, con arreglos de cuerdas, vientos o un piano casi omnipresente.

No ha perdido el tiempo la joven artista de Memphis que, a diferencia de lo que ocurría en su debut donde se dejaba ayudar en la grabación por dos amigos, asume totalmente la dirección creativa de su carrera y firma la producción del disco además de componer y escribir las letras de la canciones, y de interpretar guitarra, piano y cantar.

El resultado es un trabajo mucho más ambicioso que, desarrollos instrumentales al margen, refuerza el tono confesional exorcizando demonios internos. “I know that it’s not gonna turn out all right, but I have to believe that it is”, explicita en Appointments, en un nuevo ejemplo de artistas en serias dificultades emocionales plasmadas en forma de canciones.

Sierra

A ninguna parte

Sonido Muchacho

POP

8/10

Sierra es, en esencia, el juguete pop de Hugo Sierra, veterano ya curtido en mil batallas en la escena alternativa madrileña dentro de grupos como Margarita y Prisma En Llamas. De los primeros recupera este proyecto el concepto de banda, acompañado aquí por Arturo Hernández (Juventud Juché. Batería), Clara Collantes (El Día Después, La Ruleta China. Teclados), y Antonio Castro (Charades. Bajo). De Prisma En Llamas toma su amor por los estribillos luminosos, la firme convicción de que dos minutos de canción son suficientes para que todo cambie a nuestro alrededor.

Hay ecos del pop nuevaolero de la Movida (La Mode, Zombies, un poco de los tintes oscuros de Décima Víctima…) en las once canciones que componen A ninguna parte, un frescor juvenil al que contribuye el rango vocal de Hugo. Es sorprendente en un músico que ha hecho el camino inverso, desde la compleja intensidad de Margarita hasta aquí.

Pero en la construcción de estas canciones también se detecta el poso de la experiencia cuando Hugo se atreve con arpegios y solos de guitarra luminosos y esqueléticos, de una simplicidad sólo aparente. Porque, como siempre ocurre, alcanzar la síntesis resulta casi siempre lo más complicado. Y este disco supone un magnífico ejercicio de síntesis de todo aquello que más nos gusta del pop.

Weezer

Pacific Daydream

Warner

POP

★5/10

En la última entrega de Gru, mi villano favorito los protagonistas luchan a brazo partido contra una antigua estrella televisiva infantil que no ha sabido crecer y asumir que aquellos años de popularidad y reconocimiento han terminado. Más allá de que la música de Weezer perfectamente podría haberse colado en la banda sonora del filme entre temas ultracomerciales de Pharrell Williams, Madonna o A-ha, el propio Rivers Cuomo, líder de Weezer, tiene algo de ese personaje.

Veintitrés años después de su impactante y homónimo disco de debut, Cuomo y sus tres compañeros, al borde de la cincuentena ya, se niegan a reconocer que el tiempo ha pasado y todavía se presentan como esos chavales recién salidos del instituto, fans de los Beach Boys (a los que aquí dedican un tema) y fascinados por el impacto emocional del power-pop. Lo que no es, no debería ser, intrínsecamente malo siempre que detrás de esta actitud haya buenas canciones que les respalden.

De hecho la banda californiana venía de firmar dos discos que, más allá de su inmovilismo, resultaban notables: Everything Will Be Alright in the End (2014) y su particular “Álbum Blanco” el pasado año. Pacific Daydream rompe esa racha esencialmente por dos razones: la ausencia de canciones que situar a la altura de lo mejor del cancionero de la banda, y su empeño por disimular ese hecho a base de maquillaje.

No hay más que escuchar el primer single del disco, Feels Like Summer, para comprobarlo. A falta de un estribillo que llevarnos a los oídos Weezer exageran una producción en la línea de bandas de éxito como Foster The People: falsetes, base rítmica con aires hip hop, falsa modernidad... Un caso muy similar al de Beck y su último disco.