Gad Yola, la artista que señala el racismo en el drag
Con un potente discurso antirracista, decolonial y de orgullo migrante que no es habitual encontrar en la escena drag, Gad Yola está sacudiendo un colectivo que el mainstream está extrayendo de los clubes, la noche y los ambientes para ponerlo en el foco masivo del espectáculo televisivo.
En estos días graba y recauda financiación para su epé, que llevará por título Travesti del Perú y que continúa la línea de su canción No exotice, producida por Putochinomaricón.
“España es un país que no se considera racista”, comienza explicando Gad Yola sobre el lugar en el que vive desde que tenía 10 años. “Pero hay machismo, hay transfobia y obviamente hay racismo. Aunque haya una semana donde se organizan un montón de cosas para que la gente sea menos homófoba, menos tránsfoba, menos lesbófoba, nunca ves a las grandes masas preocupadas realmente por cuestiones que tengan que ver con la inmigración”, advierte.
La semana a la que se refiere es la del orgullo LGTBIQ+, donde la artista actuó con gran éxito en la plaza frente a la cual tiene lugar esta entrevista, en Callao, en el centro de Madrid, en el MADO 2022. Se está haciendo un nombre en la escena madrileña y en las redes sociales a pesar de llevar apenas cuatro años con la técnica del drag, actuar poco, tener solo dos canciones publicadas y no haber entrado en el programa de televisión Drag Race, algo que podría suceder en cualquier momento.
“Yo me ubico entre la gente que está haciendo activismo y arte, removiendo conciencias. Me vivo con mucho orgullo, a pesar de que, precisamente por eso, en el espacio de Chueca estoy como un poco de lado, la verdad. Pero me busco yo la vida, como siempre hemos hecho”, explica.
Cuando apareció en esta escena, lo hizo “como un huracán, como un torbellino”. Se dio cuenta de que no había nadie que hablara, desde el drag, con discurso antirracista. En cambio, vio que eran habituales los shows con chistes que explotan los estereotipos racistas relacionados con la sexualidad. “Cuando empecé a hacer drag, hasta yo misma utilicé estos elementos para acoplarme a la norma”, dice. Pero eso está cambiando gracias a gente joven que se suma a la escena, a que “entran más mujeres trans y eso hace que haya menos misoginia” y también a tácticas como la que usa Gad Yola: “Lo pones en una cajita de regalo muy bonita pero por dentro hay una bomba de relojería”. “A veces, cuando el discurso es muy directo y fuerte, la gente no lo entiende. Pero hablar de estas cuestiones travestida llama un montón la atención, es llamativo simplemente ir por la calle. Yo siempre digo que soy una pancarta viviente, aquí en mi cuerpo tengo escritas un montón de palabras y reivindicaciones. Y yo me voy riendo cuando veo a la gente extrañarse”, explica.
Incluso dentro de la escena drag o travesti hay normatividades difíciles de romper: cómo se supone que deben ser los cuerpos, las facciones del rostro, el acento de la voz. “Desde hace poco tiempo hay un cambio, ya no son tan hegemónicos los cuerpos delgados, hay más drags barbudas, gordas, peludas… que se sienten validadas porque una persona les dice ‘tú puedes hacerlo’. Cuando empecé no era tan así”.
A medida que crece su popularidad en internet, también se expone más. “Es un arma de doble filo”, advierte. “A menudo pienso en cómo se traducen a la realidad los comentarios racistas y ataques que recibo en redes, porque recibo demasiados”, reflexiona, algo que ha comentado con compañeras que están más expuesta a la fama, como Samantha Hudson o su productor Chenta Tsai (Putochinomaricón). “Luego no se traduce realmente a la vida real. Yo estoy en espacios donde sé que va a ser bien para mí. Nadie levanta la voz, al contrario, la gente me tiene miedo”, afirma, y se pregunta cómo reaccionará si uno de esos ataques que recibe en redes va a más. “Porque una cosa es que pase en redes y luego me ría o me dé un poco de ansiedad, pero luego en persona…”.
Gad Yola forma parte de un pequeño colectivo, una ‘casa drag’ a la que llama Casa Drag Latina. “Somos cinco personas migrantes con vivencias distintas pero parecidas al mismo tiempo. Nos hemos unido para hacer que nuestra voz sea un poquito más fuerte y tener nuestra dignidad y nuestro orgullo. A lo mejor no ganamos una maravilla con lo que hacemos, pero nos gusta esa sensación de piña, de estar haciendo algo. Aunque haya asuntos que no avanzan en la escena, como los presupuestos, las salas, el cómo te tratan, el cómo se te valora o el dónde te dejan estar”.
En verano, Gad Yola hizo visible en sus redes sociales un conflicto con el programa Sálvame que destapó una cotidianidad oculta en el trabajo drag: el trabajo no remunerado a cambio de, sencillamente, visibilidad. Se trataba de maquillar gratis a unos invitados en el Sálvame Mediafest. Ella aceptó pero puso como condición no maquillar a dos personas en concreto con las que no empatizaba por motivos ideológicos. “Desde que les dije eso, dejaron de contactarme”, dijo en el tuit. “A mí me molestó –recuerda en la entrevista– porque yo pensaba que eran unas condiciones y al final eran otras. Y también conocía la historia de más chicas drags a las que les habían dicho de ir de gratis, cuando obviamente se trata de una supercadena como Mediaset. Ellos me desmintieron públicamente, cuando yo tenía por privado lo que me venían diciendo. No entendía por qué a unas sí les pagaban y a otras no. Pero al final del día ellos son la gran plataforma y yo soy solamente una drag peruana en Madrid. Pero sí, al menos queda el eco de esta problemática”.
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