Harry Styles, la estrella capaz de revertir el caos
“¡Buenas noches chulapas!”. Solo hicieron falta estas tres palabras para que Harry Styles desatara este viernes la histeria de sus fans en el inicio de su concierto en Madrid. Y tenía mérito. Si un día antes conseguir entradas para ver a Taylor Swift en España había roto amistades; entrar y coger buen sitio para ver a la estrella del pop británica fue un auténtico suplicio.
“Esto es un desastre”, fue una de las frases que más escuchadas –y leídas en conversaciones de WhatsApp de amigos intentando encontrarse– en una velada en la que, pese a que el artista cumplió brindando un show digno de matrícula de honor, dejó clara otra conclusión: el Nuevo Espacio Mad Cool no está preparado para una actuación de esta envergadura.
A los grupos que llevaban días e incluso semanas para ver al cantante en el recinto localizado en Villaverde, se fueron sumando durante la jornada nuevas oleadas que generaron una cola que superó el kilómetro de longitud. Lucía llegó con sus amigas a mediodía y pasaron las horas “metidas en las sombras de los árboles, arrebujadas”. “Hay una fábrica que nos está dejando rellenar nuestras botellas de agua gratis. Eso nos ha salvado”, explicó a este periódico, todavía sofocada.
“A mi lado se han desmayado dos chicas y la ambulancia ha tardado un montón”, lamentó, “esto no está listo para hacer este tipo de conciertos en los que la gente va a acampar”. Los 39º grados de temperatura no ayudaron. Un calor que los bomberos trataron de paliar mojando a manguerazos a los grupos de asistentes.
“Lo hemos agradecido bastante”, compartió a este diario otra joven, Rocío, sobre estas 'duchas' improvisadas. Ella acudió a las 16:00 y valoró que el principal problema fue no saber en qué fila dónde debía ponerse, ni dónde empezaba cada una, en función de si la entrada era para el 'Front' o 'Back Stage': “Da la sensación de que hay mucha gente colándose porque es muy fácil”. En torno a las 19:00h, media hora después de la apertura de puertas, la situación no había mejorado demasiado. Los aledaños del espacio Iberdrola Music parecían estar albergando la espera al apocalipsis, con personas haciendo fila hasta en uno de los pocos servicios de alimentación cercanos, implorando por conseguir agua fría y algún helado.
Entre las 65.000 personas que quisieron ver a Styles imperó el público adolescente, que congregó otro tipo de grupos de 'seguidores': los conformados por padres que plantaron sus sombrillas, sillas de la playa y alguna cerveza para amenizar el que para sus hijas e hijos estaba llamado a ser un concierto inolvidable. Las botas y sombreros de vaquero, junto a las boas de plumas de todos los colores fueron los looks imperantes entre las fans. Y bien de 'brilli brilli'.
“Mi primera masturbación fue con Harry Styles porque yo soy 'One Directioner' de verdad, no como mucha gente que está aquí”, se escuchó decir a una de ellas, vaticinando el nivel de histeria que se desataría tan pronto como sonaran las primeras notas de Daydreamer, el tema con el que el británico abrió su actuación.
Pero antes de entrar en materia sobre lo que dio de sí su fantástico show, un último apunte. Los 'juegos del hambre' vividos fuera del recinto, no terminaban una vez alcanzada la puerta. Tras atravesarla, era obligatorio comprar algo fresco de beber para no desfallecer –se podían meter botellas sin tapón, pero las altas temperaturas hicieron imposible mantenerla fría–, y buscar sitio. Algo que, para quienes no contaron con entradas 'Front Stage', fue muy poco agradecido. El escenario estaba flanqueado por dos torres de sonido, bajo las que en el lado izquierdo había un toldo gris que impedía ver a una amplia zona lo que sucedería en el espectáculo.
Pero peor lo tuvieron quienes no pudieron adelantarse a las dos grandes carpas con barras situadas igualmente en el centro, dejando una amplísima zona detrás de las mismas en las que ya sí que prácticamente no se veía nada. “Esta carpa es un insulto a la inteligencia. No he pagado por una entrada de visibilidad reducida”, planteó un fan poniendo en duda su inversión de 95 euros para ver al cantante. Y por encima de todo, que no se te ocurriera tener ganas de ir al baño.
Si en el Mad Cool, que contó con dos escenarios principales que este viernes se redujeron a uno, los baños estaban entre ambos –provocando colapsos para en las transiciones de uno a otro–, en el caso de Styles implicó que hubiera que perder, sí o sí, de vista a tus amigos –con una cobertura prácticamente inexistente la mayor parte del tiempo–; o acudir a unos situados en los laterales, lejísimos de la humanidad. Descartada la opción de perder las posiciones ganadas, tocaba poner a prueba demasiadas vejigas.
El talento y ternura de Styles, la cura de todos los males
Regresamos al “buenas noches chulapos” con el que Styles prendió la mecha para olvidar el caos vivido hasta entonces. Eso sí, el cantante, que ha aprovechado su parada en Madrid para visitar el Museo del Prado, era muy consciente de lo que estaba en juego. Vestido con pantalón y chaleco de rayas, arrancó por todo lo alto con sus hits Golden y Adore You, tras los que se presentó. “Mi nombre es Harry”, pronunció pidiendo desde el inicio un aplauso para su banda, que copó las inmensas pantallas que coronaron el escenario. “Nuestro trabajo es entreteneros. Queremos que cantéis, bailéis y os sintáis libres de ser quienes realmente sois esta noche”.
Vaticinando lo que podría ocurrir, afirmó que quería que todo el mundo se sintiera seguro y que si alguien no se encontraba bien en algún instante, lo hicieran saber. “Os reto a pasarlo lo mejor que podamos”, declaró sumido entre el griterío de una audiencia ya rendida a sus pies. Había pronosticado bien. El cantante tuvo que detener hasta en dos ocasiones el show, al ver masas de linternas con mensajes de “ayuda” escritos para advertir a los equipos médicos que entraran a rescatar a personas que se habían desmayado. La estampa de gente tirada en el suelo siendo atendida fue habitual desde la entrada al recinto. Por momentos aquello era una distopía con ecos a The Last of Us, que aun así Styles logró levantar –y reventar–.
Tras la emotiva Keep Driving, el británico despertó la locura tirando del repertorio de One Direction con Stockholm Syndrome. Después de She, que incluyó uno de los solos de guitarra más aplaudidos del show, el británico inundó de emotividad con Matilda. Una canción que está dedicada a una persona que creció en un entorno familiar complicado, y que el público acompañó alzando ramos de flores al cielo. “Puedes dejarlo ir. Puedes hacer una fiesta con todas las personas que conoces. Puedes formar una familia que siempre te demuestre amor y no tienes que disculparte por hacerlo por tu cuenta”, entonó en su aplaudido estribillo.
Pendiente en todo momento del público, buscando a sus fans con la mirada y lanzando continuamente besos, Styles dedicó unos minutos a una de sus seguidoras, que protagonizó uno de los momentos más delirantes de la velada. Si en su recital concedido en Barcelona este miércoles una joven le pidió que leyera en alto sus notas de selectividad; en Madrid reveló el sexo del bebé que esperaba una mujer embarazada situada en primera fila. El artista 'adornó' el momento con honores, pidiendo redoble de tambores a su banda. Después sacó una tarta y solicitó que cantáramos Cumpleaños feliz a su guitarrista Mitch Rowland, que había cumplido 34 el día anterior. Y también alzó tanto la bandera de España como la del Orgullo.
Unos breves segundos del sencillo de Village People Y.M.C.A. introdujeron Music for a Sushi Restaurant, a la que siguieron Treat People With Kindness, What Makes You Beautiful y Grapejuice. 14 temas después, el concierto había llegado a un punto de no retorno épico, liderado por Watermelon Sugar, y a la que siguieron dos de sus temas más potentes –minutos para que se gritara “otra, otra” mediante–: Fine Line y Sign of the Times. Para el primero se logró crear un ambiente de intimidad, con él en acústico, dejando para a posteridad una de las estampas más bonitas de la noche: las pantallas mostrando al público alzando sus linternas perfilando su cuerpo de espaldas, frente a él, tocando la guitarra.
Ya con los corazones en un puño, llegó Sign of the Times. Una preciosidad en la que reinaron los abrazos entre los chulapos y chulapas que se congregaron a disfrutar de su talento y emoción. A Styles no se le fue una nota, conquistando con su particular timbre y carisma a cada fan que para entonces habían entrado en plena fase REM. Medicine, As it Was y Kiwi fueron los temas elegidos para poner el broche de oro –e iniciar una, aunque mejorada respecto al Mad Cool, tormentosa 'operación salida'– a un grandísimo show.
“Llevamos dos años de gira que han sido los dos más increíbles de mi vida”, indicó, “voy a recordarlo siempre. Gracias por los recuerdos que me habéis regalado. Me habéis cambiado la vida. Algún día encontraré la manera de agradecéroslo”. Visto y experimentado su show, está claro que a Styles le queda todo el tiempo por delante que quiera para continuar desatando histeria y conquistando con su voz, ternura y potente aura. Brillando como la estrella que ya es.
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