El debut discográfico de PinkPantheress, joven británica disparada a la popularidad durante la cuarentena, contiene diez canciones. Todas juntas, no llegan a los veinte minutos. Así es la música engendrada en los tiempos del TikTok.
PinkPantheress aprovechó su repentina fama en redes sociales, forjada a fuerza de misterio (no desvelaba su rostro al completo y sus videos en YouTube se publicaban y despublicaban de manera extraoficial) para ir anticipando breves ráfagas en TikTok de un proyecto de pop de dormitorio sostenido en bases rítmicas aceleradas. Esta estrategia, natural o fingida, le ha proporcionado no solo más de un millón de seguidores, con algunos tan señalados de entre ellos como otro maestro del triunfo en las redes, Lil Nas X, sino también un contrato con una discográfica mítica, Parlophone.
La duración de la primera mixtape, to hell with it, lanzada el pasado 15 de octubre, desafía el estándar de la industria. Su éxito no parece fugaz o anecdótico: la artista va en serio. El single Just For Me, un favorito instantáneo en la red, venía producido por un artista tan respetado como Mura Masa, por lo que la apuesta de PinkPantheress parecía ir en firme. Estamos ante un artefacto bien engrasado con melodías dulces e intimistas sobre bases deudoras de la mejor época del drum’n’bass británico. La joven autora define su estilo como new nostalgic, un apelativo acertado teniendo en cuenta que no había nacido cuando florecieron pioneros del ritmo roto como Goldie, Roni Size o 4hero.
Muchas personas ajenas a la exitosa red social de origen chino piensan que dentro de ella solo hay coreografías insulsas repetidas ad infinitum. No obstante, también tiene uso para los movimientos sociales y las acciones políticas. El caso más célebre sucedió cuando Trump lanzó sobre ella una implacable guerra comercial pero usuarios de la plataforma aficionados al K-Pop contraatacaron dejando casi vacías las gradas del pabellón que acogió uno de sus mítines electorales. También se crean contagiosas melodías de pop electrónico para ridiculizar los argumentos de las Karen, se pone banda sonora metalera a los exaltados discursos de un telepredicador, se explica qué es un sample y cómo se usa, se demuestra que el lenguaje de signos es capaz de transmitir hasta las expresiones más procaces o se pone el foco de atención en lo absurdo de la rutina diaria con flamenco y autotune como banda sonora.
Un cambio en la manera de concebir canciones
Muchos conocieron a la rapera estadounidense Tierra Whack gracias a la admiración confesa de Billie Eilish, pero la cantante ya había sorprendido a mediados de 2018 con su loco proyecto de lanzar un disco bajo el formato de Instagram. Así fue Whack World, un mosaico de R&B lisérgico, hip-hop a bajas revoluciones y pop futurista conformado por 15 canciones que se cortaban al minuto exacto. Cada una de ellas fue publicada con un vídeo divertido y colorista, que daba buena cuenta de la formación artística de la de Filadelfia.
Un par de años después la sorpresa vino de la mano de un murciano residente en Londres, Alien Tango. Su propuesta: aprovechar el tirón de la incipiente TikTok para dar forma a un disco pensado para tan frugal formato, creando una canción de pop enloquecido al día, que durase un máximo de 15 segundos y estuviera acompañada por un disparatado vídeo (en formato vertical, por supuesto). El hilarante y pegadizo resultado, con temas que hablan del vacío de Tinder, ser víctima del ghosting o de la tipografía Comic Sans, fue editado por Ground Control bajo el nombre de Blink Pop, Vol. 1. Su duración total, de récord: 3 minutos y 38 segundos.
La sorpresa vino de la mano de un murciano residente en Londres Alien Tango, creando una canción de pop enloquecido al día, que durase un máximo de 15 segundos y estuviera acompañada por un disparatado vídeo en vertical
Suena razonable que artistas jóvenes cuyas carreras se están desarrollando durante el auge de las redes sociales, como ha ocurrido recientemente con LVL1 y el exitazo tiktokero de su FVN!, hagan notar dicha influencia a la hora de componer. Y en la mente de muchos aficionados de cierta edad a buen seguro se estarán formulando firmes objeciones a esta tendencia. Pero la historia del formato discográfico evidencia que la duración tanto de la canción como del álbum siempre ha estado vinculada al formato imperante en cada época.
El contenedor, clave para comprender la evolución del pop
Cuando un melómano clásico se imagina una canción de pop perfecta tiende a pensar en unos tres minutos y medio de tema. Un elepé, lo que conocemos como long play o disco, en lenguaje coloquial, solía rondar los cuarenta y pocos minutos hasta principios de los años 80. A partir de esa época se empezó a extender la duración, especialmente en el caso de artistas con ganas de demostrar su ambición, quienes se atrevían a rozar los 74. A día de hoy hay álbumes que sobrepasan las dos horas sin inmutarse, solo aptos para aquellos con gran capacidad de concentración y mucho tiempo libre.
Los tres minutos y medio coinciden con las duraciones aproximadas que podían albergar formatos fonográficos pioneros como los discos de laca que giraban a 78 revoluciones por minuto (RPM) o los primeros vinilos de 7“ a 45 RPM. Los cuarenta minutos, con las dos caras de un vinilo de 12” girando a 33 RPM. Los setenta, con la capacidad de almacenamiento de un CD. Y, en los últimos años, no parece haber restricción alguna por la universalización de los servicios de streaming. Esto demuestra que la mayoría de los estándares en la música popular se deben más a restricciones físicas mundanas que a inamovibles intenciones artísticas. Además siempre habrá artistas con una querencia especial por pasarse las convenciones por el forro de la partitura. ¿Serán las canciones de menos de un minuto la norma en un futuro inmediato? Habrá que estar atento a las redes sociales para comprobarlo.