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'Inmoansiedad' en el pop: la zozobra inmobiliaria se infiltra en la canciones

Susana Monteagudo

2 de noviembre de 2024 22:48 h

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Cuando Pet Shop Boys decía en 1987 “I love you, you pay my rent” (te quiero, tú pagas mi alquiler) la vivienda no cotizaba como bien de lujo ni las parejas estaban abocadas a una dependencia forzosa para hacer frente a ese gasto. Rent, que en absoluto pretendía reflejar estos matices, bien podría ser una canción de 2024. Nadie imaginaba entonces que el acceso a un techo se convertiría, décadas después, en trauma y frustración para un amplísimo sector de la población.

No es hasta bien entrado el siglo XXI que trazas de esta problemática se filtran en la música popular. Y ya es detectable, por ejemplo, en Un cuarto propio (2017), título con el que las madrileñas Las Odio vampirizaban a Virginia Wolf para narrar el drama de compartir piso a los 40. Pero la cuestión, con su absoluta urgencia, bulle en estos últimos meses al calor de las movilizaciones populares y son varias las propuestas musicales que la plasman, ya sea en clave de humor o atravesadas por la furia. Porque ahora sí pesa la certidumbre de que aquel pisito en la calle Elfo, accesible para los progenitores de Alcalá Norte, es a día de hoy prohibitivo para cualquiera de los de su generación y/o clase.

Esta es, de hecho, la temática elegida por Carla Parmenter para certificar su regreso. La mitad de Las Bistecs, ahora SVSTO, acaba de publicar MIL€, una canción heredera de ese electro-disgusting que popularizara con su formación seminal, repleta de frases como “Antes todo esto era campo / Ahora es propiedad de los bancos” o “Si te consideras altruista / Ponte a buscar piso en idealista”. Pero no es la única. Las Nenas, Biznaga, Kokoshca y Corte! son otras de las bandas que no se limitan a la desafección nihilista, el baile hedonista o el amor en vena y recogen en sus letras reclamaciones de la calle. Estas cuatro formaciones acaban de publicar canciones –álbumes incluso–, absolutamente presentistas, comprometidas con una realidad necesitada de voceros y agitadores.

“No me extraña que alguien ya haya empezado a patologizar el problema de la vivienda, porque es lo que hacemos con todos los males del capitalismo”, reacciona Gonzalo Barbero, alma máter de Corte!, al término “inmoansiedad”, acuñado por una jovencísima banda, Las Nenas. Estas se presentan en su cuenta de Instagram como Viviana, Claudia y Naiara, amigas y residentes en Majadahonda. Dicen venerar tanto a los girl groups de los 50 y 60 como al dream pop de los 90 y tienen publicado un solo epé, Problemática juvenil (Disques Du Lac, 2024), en el que repasan malestares y adicciones propias de una generación que parece vivir al filo del apocalipsis.

En Inmoansiedad, uno de sus últimos sencillos, el trío verbaliza sus zozobras inmobiliarias en taxativas frases como “Zulos a precio de mansiones / exigiendo nóminas de millones” o “No computo como estudiante / para alquilar tu piso repugnante”.

Situaciones tan desalentadoras como generalizadas, causantes de una nueva dolencia a la que Las Nenas han puesto nombre: “Hay inmoansiedad cuando no tienes piso y tienes que buscarlo y hay inmoansiedad cuando ya lo tienes pero sabes que pueden echarte en cualquier momento. La única solución sería comprar, pero, ¿quién puede comprar un piso en Madrid? Es inevitable sentir que algo no marcha bien cuando con un sueldo decente no puedes vivir sola, cuando te echan para convertirlo en piso turístico, cuando se habla de inquiokupas como si lo fuesen la mayoría de las personas que vivimos de alquiler… Y mil historias más”.

Estas cuestiones también salpican líricamente Ahora (Montgrí, 2024), el excelente quinto álbum del combo madrileño de punk rock Biznaga. Y es reflejo, a su vez, del compromiso con las organizaciones implicadas en la causa habitacional. Esta entinta todos los cortes, pero se erige como protagonista en dos de ellos: Futuro sobre plano, con la especulación inmobiliaria como eje central, y Espejos de caos que es, en palabras de su bajista y letrista Jorge Navarro, “una canción política desde lo personal”. Aquello que anticipara Pet Shop Boys en Rent, aquí lo hace suyo Biznaga, apelando, esta vez sí, a una realidad ya extendida: “No se quieren ya, no se soportan / No se tocan ni con un pie / Pero cada mes se necesitan / Para pagar el alquiler”, apuntan en su letra.

Quienes también la incluyen en su repertorio son Kokoshca. Su nuevo álbum, La juventud (Sonido Muchacho, 2024) es, además de acopio de pop entusiasta, excepcional continente de monstruos habitacionales: Desde la turistificación que deslizan en Parkour hasta el éxodo a la periferia que detallan en Mi barrio, causa y consecuencia, respectivamente, de un mismo fenómeno. El que afecta, por igual, a todas las grandes urbes. “El deterioro del acceso a la vivienda tiene que ver con entenderlo como un bien de mercado exclusivamente –apuntan los pamploneses– y así se van vendiendo edificios a grandes tenedores que llegarán un lunes a su despacho de la city y mirarán una gráfica a mejorar mientras en el barrio cierran los negocios o desahucian a Paquita o a Manolo”.

En el caso de Corte!, el problema de la vivienda se toca tangencialmente en Falso techo, una decadente postal urbana de post-punk y ritmos kraut que reproduce el mantra optimista de toda agencia inmobiliaria: “Cuatro metros cuadrados, muy poco iluminado / Casi todo es interior, pero bien ubicado”. “Creo que la situación es de inoperancia –se pronuncia Barbero al respecto– y demuestra lo limitadas que son nuestras democracias y los partidos que las sostienen. Hay un miedo atroz a meter las narices en la propiedad privada, sobre todo cuando esa propiedad impide que otros tengan una vida digna, cosa que incluso refleja nuestra Constitución en el artículo 47 y que no se respeta”.

No es la única problemática cuya urgencia planea en los trabajos de estas formaciones. Biznaga, por ejemplo, también refiere cuestiones como la explotación laboral, la voracidad capitalista, la anestesia desmovilizadora de las redes sociales y las consecuencias psicológicas derivadas de las anteriores. “Tenemos una capacidad de adaptación al medio y una resiliencia tremendas, pero nadie puede realizarse si no puede emanciparse”, sostiene Navarro. No se puede ser feliz simplemente sobreviviendo. Las consecuencias de esto son el deterioro tanto de la salud física como de la mental y la creciente medicalización de la sociedad para paliar sus efectos“, añade. Por coherencia, el nuevo álbum de Biznaga es, además de muestrario de aflicciones, revulsivo en forma de manual de primeros auxilios con arengas a la acción directa y a la autoorganización.

Para Las Nenas y Corte!, la cuestión laboral es prioridad. Ellos forman parte de esa nueva generación de jóvenes JASP que lo son, no por estar sobradamente preparados como sus antecesores, sino por su eterna condición de precarios. Se aferran, sin mejor alternativa, a trabajos de subsistencia y trasladan esa frustración a sus creaciones. Lo hacen Las Nenas en Muerte laboral, en la que, desde una aparente ingenuidad doo wop, disparan certeros dardos punk: “Debe estar muy preparada / pero no espere cobrar nada”, “Queremos a alguien proactivo / explotar es adictivo” o “¿Tiene usted un doctorado? / El que tengo aquí colgado”.

“En ella hablamos de lo difícil que es trabajar en tu área profesional, o con una estabilidad o unas condiciones dignas. De tener carrera universitaria y másters pero ganar poco más del sueldo mínimo interprofesional. De que el sueldo más frecuente en España haya subido un 8% en 20 años cuando los pisos en Madrid han subido un 200%. Y de ser becario hasta los 40 o falso autónomo y saber que no vamos a tener pensión de jubilación ni dónde caernos muertas... Es un poco la otra cara de la inmoansiedad. Porque los pisos están imposibles, pero en gran parte porque los sueldos son una mierda”, se lamentan las madrileñas.

“Yo no he renunciado nunca al trabajo soñado porque no me ha llegado todavía, aunque creo que mi sueño es no trabajar, se pronuncia Barbero al respecto. ”Hace poco leí en un estudio que cada vez más jóvenes abandonaban su curro para poder dedicarse a sus pasiones y me pareció una gilipollez porque conozco a muy poca gente que realmente pueda dejarlo sin que eso sea un problema. A la mayor parte me la encuentro en esa rueda de ‘hago algo que odio, pero no puedo dejar de hacerlo’. Y ahí está todo el mundo, simplemente deprimiéndose y aceptando un sueldo y un plan difuso a cambio de todo“.

Pudiendo deleitarse en el ombliguismo escapista, estas cuatro bandas han optado por volcar miserias y angustias sistémicas en sus canciones, aunque solo sea con ánimo testimonial. “Si escojo hablar de ello es porque es real y ocurre, asevera Barbero. ”Cuando salgo a tomar algo con mis amigos hablo de estos temas, son las cosas que nos preocupan. Se me haría muy extraño ver a tanta gente jodida a mi alrededor y escribir sobre ser el tío más pleno y equilibrado del mundo“, dice.

Supongo que el tema reivindicativo suena a algo de hippies, de perroflautas o al rock radikal de Euskadi y la mayoría de grupos de ahora no parece que consideren hablar de los temas que les afectan a ellos mismos” exponen Las Nenas, quienes vehiculan su enfado a través del humor pero sin confiar demasiado en la capacidad transformadora de su mensaje: “A la gente le gustan nuestras canciones. Se ríen con lo que decimos o nos dicen que qué grandes verdades, pero no hacemos más que convencer a los convencidos. Hay mucha gente ahí fuera que piensa que las cosas están como tienen que estar, que es lógico pedir un millón por un zulo en Lavapiés o pagar por debajo del sueldo mínimo, y a esa gente no la vas a convencer con arte o cultura”.

Biznaga, por su parte, lo tienen clarísimo. “El arte realmente importante siempre ha cuestionado de alguna forma las nociones culturales establecidas o los marcos ideológicos hegemónicos. Lo otro podría ser entretenimiento o decoración, que no está mal, pero no es arte. Nosotros, desde nuestro ámbito, que es el musical, queremos contribuir a mantener vivo el debate sobre cuestiones que consideramos fundamentales como el trabajo, la vivienda o la salud mental” defiende Navarro para, a continuación, sentenciar: “Siempre es más sencillo evitar un problema que enfrentarlo. Al menos hasta que te explota en la cara”.