Jeff Tweedy escribe una guía de autoayuda para el aprendiz de músico

Elena Cabrera

7 de enero de 2022 22:06 h

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“Quiero ser alguien que anime a otras personas a tener momentos íntimos de creatividad”, escribe Jeff Tweedy como resumen de por qué ha escrito el libro Cómo componer una canción (Contra, 2021) sobre cómo lo hace él. “Creo que no hay nada que mole más en este mundo que cuando alguien se sale de lo que se da en llamar su condición para permitirse un momento de realización personal de 'el arte por el arte'”, continúa en esa misma página. Tweedy, el cantante y compositor del grupo de rock alternativo Wilco, en activo desde 1994, ha escrito un libro en ese tono: un hilo de sinceridad coloquial —y que suena terriblemente afectado debido tanto a la traducción como al estilo— con poca ambición literaria, más cercano a lo que sería un monólogo de varias horas en un bar donde el músico cuenta todo lo que se le viene a la cabeza en relación al hecho creativo.

Cómo se crea una canción es un misterio. El libro lo aborda de una manera tan sencilla y directa que acaba por hacerlo asequible. En el mes de diciembre y en el último minuto Jeff Tweedy suspendió las entrevistas que tenía apalabradas con los medios con motivo de la publicación en español de su libro, por lo que el monólogo que acaba en la página 166 no puede continuar más allá en formato conversación. No obstante, puede que todo lo que tenga que decir al respecto, ya esté escrito.

Tweedy equipara el hecho creativo a un “desahogarse”, y afirma que es “lo más puro” a lo que alguien puede aspirar. Baja la creación a la tierra, le quita cualquier atisbo de divinidad y endiosamiento e invita a los lectores a que lo hagan, con una actitud de raíces punk y populares. Tweedy, de 54 años, es de los que creen más en la disciplina que en la inspiración. Pone como ejemplo de ello una anécdota que le sucedió cuando entregó a la discográfica Reprise (Warner) su disco de 1999 Summerteeth. Los ejecutivos le dijeron lo que el músico considera “el mayor cliché que cualquiera se pueda imaginar”: “Falta un single”. En lugar de enfadarse, ya que consideraba que todas las canciones eran buenas, les contestó que efectivamente tenía “la canción perfecta” pero la había dejado fuera del disco. Era mentira. No tenía nada en la recámara. Le pidió al sello que le enviaran de vuelta a Los Angeles para grabarla: “Pensé que sería interesante fingir cómo sonaba una canción pop que arrasa en las listas de éxitos”. En el mismo avión compuso Can't Stand It, la resultona canción que abre el disco. “La inspiración está sobrevalorada”, dice.

Tweedy defiende la figura del músico como artesano de la canción, con un horario de trabajo y una metodología. La composición de canciones como hábito. Uno de los primeros consejos que da en esta especie de libro de autoayuda para compositores debutantes es enfrentarse “a las dudas e inseguridades que te van a bombardear despiadadamente a diario. En plan: '¿Quién te crees que eres?' o '¿Me estás tomando el pelo con esta mierda?'”. Se trata de saber contestarse adecuadamente en el diálogo interior.

Ante el “no tengo tiempo”, hay que evaluar cuánto pasa uno jugando al Candy Crush o viendo “videos de carreras de canicas en YouTube”. Aunque sea cinco minutos, hay que probar qué sale de “la escritura libre” o del coger una guitarra “y gritar como un puto loco”. Frente al “no soy capaz”, Tweedy, con una carrera de una docena de discos y 25 años a sus espaldas, admite que ese pensamiento nunca le ha abandonado del todo. El músico aconseja que hay que hacer las cosas, aunque sean mal, sin tener siempre presente el juicio de que lo que es “bueno”. Hay que intentarlo. “El fracaso puede ser ese tipo de dolor que no deberías desaprovechar, al menos mientras te encuentres en el lugar adecuado a nivel mental”. Aquí el líder de Wilco trae a colación la reacción de los ejecutivos de la discográfica Warner, que detestaban todas las canciones del disco Yankee Hotel Foxtrot (2002). ¿El resultado? Les echaron, pero otro sello del mismo grupo compró el disco. “Fue liberador darme cuenta de que era capaz de sobrevivir al peor de los casos al que se puede enfrentar un artista: ¡que te digan directamente y sin tapujos que eres una mierda!”, escribe.

Y si componer una canción es un acto de artesanía, ¿cómo se hace? Jeff Tweedy enseña un método sencillo en tres pasos. Primero hay que hacer acopio de palabras, por medio de la escritura libre o de la escritura de poemas. Después se hace acopio de música: grabando retazos sueltos que vienen a la mente, aprendiendo a tocar canciones de otros. Y, por último, se trata de emparejar palabra y música, encontrando las correspondencias entre el material almacenado.

En la segunda parte del libro, Tweedy crea un verdadero manual de la composición desde el punto de vista no profesional y de una manera que cualquier no músico puede acometer. Disecciona cada uno de los tres pasos. Respecto al primero, emplea la metáfora de “hacerle un puente al lenguaje”, como se arrancan los cables de los coches robados para que se encienda el motor. “Otra analogía sería pensar que damos un rodeo a tus hábitos lingüísticos”, añade. Se trata de extraer las capas que hay por debajo de lo obvio, de darle intencionalidad a las palabras, que estas “irrumpan en la sala, reclamen tu atención y te recuerden lo emocionantes que pueden ser las cosas”. Pero con un lenguaje sencillo, al que se llega haciendo “escaleras” de palabras, robando, recortando, adjetivando, extractando de conversaciones o rimando.

La creación musical diseccionada llega en la tercera parte, partiendo de riffs de guitarra, de trozos de melodías vocales, progresiones de acordes o sonidos. El compositor de Wilco no duda en recordar una y otra vez que la música no es una creación aislada, que hay que escuchar a los otros e incluso “robar”. “No creo que debas tener miedo de usar la influencia directa del trabajo de otra persona, aunque nos hayan enseñado que está mal apropiarse de algo sin permiso”, escribe. Y añade: “Todo el mundo al que podrías robar en este momento de la evolución humana es un ladrón”.

Y el último paso de la composición se asoma en la cuarta parte de libro, “cuando las cosas rozan lo místico”. Quizá la parte más difícil de explicar, la unión de una letra y una música. Aquí Tweedy también tiene sus consejos muy concretos e incluso cómo superar el bloqueo de escritor. El momento final de la narración de esta especie de larga y útil TEDTalk llega con la pregunta de qué hacer con una canción compuesta. ¿Grabarla? La recomendación es: “Toca tu canción al menos una vez para una persona que no seas tú” para sentir “la intimidad y la vulnerabilidad” de cantar la composición propia en voz alta.