Lapili: “A todas las mujeres se nos ha insultado llamándonos gordas”
En 2018 el dúo Glitch Gyals se convirtió en un fenómeno viral gracias al tema Cómeme el donut con el que se presentó a Factor X. Sus integrantes eran Lapili y Jirafa Rey que, como acertadamente les reconoció Risto Mejide, brindaron un espectáculo “mucho más serio” de lo que parecía. Tampoco dejaron indiferentes con Muslona, canción que reivindicaba el cuerpo de la mujer; muslos y celulitis incluida. “No Photoshop, no Paint, mejor un cocido”, rezaba su letra. Cinco años después, la cantante y bailarina ha lanzado el primer álbum de su proyecto en solitario, Piligrossa.
María del Pilar Robles (Ciudad Real, 1994), conocida como Lapili, presentó su disco, que está armado como si fuera un cuento con interludios, en los Teatros del Canal de Madrid. “Ser una mujer gorda me ha condicionado en muchas cosas”, reconoce a este periódico, condenando el castigo que supone no tener un cuerpo normativo. “Llega un punto en el que piensas que es más sencillo pasar por un quirófano o una dieta superestricta para encajar en la norma”, lamenta. Pero no fue su caso. Consciente de ello, ha convertido su proyecto en una “celebración de las mujeres de todos los cuerpos y formas”.
Elige Piligrossa como título para su primer álbum. ¿Por qué?
Es la unión entre mi nombre y grossa, que tiene que ver con lo grosero y grueso. También con la palabra peligrosa, por las muchísimas veces que se me ha dicho que soy un peligro por hacer cosas que no están dentro de la norma.
Tremendo mujerón es la primera canción. ¿Es una celebración del cuerpo de la mujer?
Es una celebración de la mujer de todas las formas y de todos los tipos de cuerpo. Ser una mujer gorda me ha condicionado en muchas cosas. En mi experiencia y mis vivencias. Pero el otro día hablaba con unas amigas de que, al final, a todas en algún momento se nos ha hecho sentir que somos gordas, que no somos lo suficientemente bellas, que no encajamos en esa norma. Y a todas, aunque no seamos gordas, se nos ha insultado diciéndonos que lo somos. Es algo con lo que todas nos podemos sentir identificadas.
¿En qué medida ha afectado su cuerpo a su carrera?
He tenido interés por aprender, hacer música y este show desde muy pequeña; y siempre se me han puesto impedimentos diciéndome: “No, tú no vas a poder hacer eso porque eres gorda y no hay ninguna artista gorda haciendo esto. No es viable”. También con que a la hora de querer trabajar no te cojan en castings por no tener ese cuerpo. Al final está implícito tener un tipo de cuerpo en concreto, sobre todo para la mujer, en determinados tipos de trabajo. Conectar con la música y la danza y ser visible con ello, me ha dado una apertura y espacio a la sanación y al empoderamiento muy grande. Estoy muy agradecida.
¿En algún momento ha llegado a pensar que sí que debería cambiar su cuerpo?
Claro. Un montón de veces porque todo el rato te están cuestionando. Llega un punto en el que piensas que es muchísimo más sencillo pasar por un quirófano o por una dieta superestrictas, hacer equis cosas para estar ahí y encajar en la norma. Pero, cuando he llegado a ese punto, también me he dado cuenta de que la forma en la que yo verdaderamente creo y consigo conectar con la gente y conmigo misma, es cuando estoy haciendo lo que verdaderamente soy. Siendo honesta, sincera y sanando algo conmigo misma.
La mayoría de artistas acaban pasando por estas presiones; y comprendo y empatizo con eso también. Hubiese sido muy fácil, pero no estaría contenta ni feliz porque mi proyecto no va de eso. Tiene que ver con muchas más cosas, aparte de lo superficial, lo más banal o el baile que se pueda ver; hay un concepto detrás muy importante. Son herramientas para sanar determinadas cosas y tienen que estar ahí.
En La Manada hay una reivindicación de la unión entre mujeres, y reza “no hay un solo podio”. ¿Quería hacer una contraposición ante cómo las mujeres hemos crecido educadas en esta idea de tener que competir entre nosotras?
Por supuesto. En la música se nos ha dicho muchas veces que “hay muchísima competencia porque los espacios son muy pequeños”. Te ponen esta metáfora de que hay una tarta, solo tenemos un trozo y tenemos que competir por él. Yo no lo veo así. Tenemos las herramientas suficientes para cocinar todas las tartas que nos dé la gana y que haya tartas para todo el mundo. Lo que tenemos que hacer es luchar, crear y hacer que ese espacio sea amplio y diverso para todas porque cada una tenemos algo que aportar como artistas. No somos iguales.
Ahora cuenta con su propio proyecto, pero su entrada en la escena pública fue en 2018 con su viral Cómeme el donut en el programa de televisión Factor X. ¿Cómo recuerda ese momento?
De Cómeme el donut me siento más disociada porque no era mi obra. Ahí hacía de intérprete. La que sí era mía es Muslona, que fue la que salió después. En ese momento no me planteaba hacer música. Ocurrió todo de una forma fortuita. Estaba más centrada en hacer performance y otro tipo de espectáculos, que era para los que creábamos este tipo de piezas. Gracias a eso y a polarizarme hasta tal extremo, me dio ese empoderamiento y valentía para decir: “Voy a empezar a crear música porque es algo que siempre he querido hacer y no me había atrevido”.
¿Cómo llegaron al programa?
Ya sabemos cómo van las cosas en televisión. En ningún momento decidimos presentarnos: nos llamaron porque alguien había visto el contenido que teníamos. De primeras estaba muy a la negativa y no quería ir. No estoy muy en contacto con los formatos de este tipo. Pero al final surgió así y fue una locura. Por un lado, fue superguay pero al mismo tiempo hay una parte del público que es muy televisivo, que realmente no tiene tanto interés musical, y se hacía un poco densa la energía. Están esperando algo de ti o tienen una imagen de ti que tú no eres, y que se han creado por el contenido que la televisión ha decidido mostrar de ti.
Si ahora le propusieran participar en otro formato, ¿repetiría la experiencia?
No lo sé. Depende de cuál. Un Tu cara me suena es muy interesante, pero a la vez piensas: “Hay muchas cosas ahí que no están bien”. Para empezar, todo el blackface que hacen. Dices: “Qué formato tan guay, me encantaría ir y tener que imitar a equis artistas, pero estaría bien darle una revisión antirracista”. Es lo que se me ocurre de primeras. Pero sí, si saliese otro programa que tuviese que ver con la música, puede que sí que me gustaría.
Volviendo al disco, el tema María Poderío cuenta: “Hoy es noche de fechoría, con las brujas haciendo brujería”. ¿Hay en sus letras una intención de impulsar a las mujeres a reapropiarnos de la noche, pese a ser un contexto ya tan vinculado con el peligro?
Así es. También esa 'manada' te permite sentirte supersegura. A poco que te pones a investigar... Mismamente en mi círculo hay varios casos de amigas que han salido por la noche, les han metido algo en la copa y han acabado en una situación muy desagradable. Muchas de ellas me decían: “Precisamente porque me ha pasado, lo último que quiero es reprimirme y no salir. Quiero poder cogerme el pedo más grande de mi vida al día siguiente y sentir que no me va a pasar nada. Estar protegida por todas vosotras”.
Es muy importante tener ese poder. Y no que siempre que vayamos a salir tengamos que estar con 80.000 cuidados porque nos puedan amenazar de un montón de formas. Mientras que por contra, un hombre sale tranquilo sin plantearse que tienen que acompañarle a la puerta de su casa o que tiene que estar pendiente de su copa toda la noche. Obviamente, pasan cosas en todos los sentidos, pero como mujeres estamos mucho más amenazadas.
En la canción lo relaciona con la imagen de brujas y aquelarres. ¿Cuál es el vínculo?
Viene de la caza de brujas. El cómo por ser una mujer feminista, empoderada, libre e independiente; que quieras hacer tus cosas al igual que las hace un hombre, se te demoniza y acabas siendo mala madre, mala hermana, mala hija y mala amiga por tomar esas decisiones. Tiene que ver con que como mujer se nos ha puesto una carga de tener que ser una serie de cosas que en realidad no tenemos por qué ser. Usar esa la palabra es adueñarnos de ella desde un sentido positivo. No estoy siendo una mala bruja o persona por hacer esto; estoy autocuidándome, siendo independiente y valiente. Estoy conectada conmigo misma y eso no me hace mala persona.
Esto es algo que está igualmente relacionado con la vivencia de las mujeres de su propia sexualidad. El tema Toto al control expresa: “¿Tú quieres gobernarme a mí? A ti te gobierna mi vagina?”. ¿Está socialmente aceptado que sea así?
No, por supuesto que no está aceptado que gobiernen nuestras vaginas. Muchas veces han venido hombres a intentar algo conmigo porque les ha atraído lo que yo era en ese momento; pero que cuando consiguen tenerlo, en ese espacio íntimo intentan censurarme un montón de cosas. Las que precisamente le han atraído, pero que en ese momento quieren controlar. Pues no. A ti te gobierna mi vagina. No hay más.
Teniendo en cuenta el contexto en el que estamos, con la extrema derecha espetando discursos que parecían superados, ¿están las mujeres más seguras que antes?
En España sí estamos más seguras que hace un tiempo, pero siguen ocurriendo cosas. El problema es que muchas veces se intentan ocultar y minimizar. Todo lo que tiene que ver con mi discurso y concepto me lo llevo más a un terreno emocional y espiritual que a algo político. No entiendo de política, no sé de política y no me interesa.
Controla todos los aspectos de su carrera. ¿Habría sido posible un proyecto como Piligrossa dentro de una discográfica?
Me gusta estar presente en todo porque me considero una artista completa. Tomar el control de lo que esté pasando, aunque haya cosas que pueda delegar, pero sabiendo lo que en conjunto quiero que sea. No sé cómo habría sido dentro de una discográfica porque no he podido experimentarlo, pero sí que a lo mejor habría habido una serie de límites. A su vez, pienso que quizás habría tenido un equipo más grande, y eso me hubiera permitido no tener que encargarme de cosas que a lo mejor no me interesan tanto.
¿Cómo es la industria musical con las mujeres, un territorio que acepta o más bien hostil?
Es más hostil en general. Al final, por encima de todo hay una parte de negocio y comercio en la que afectan muchas cosas que tienen que ver más con lo económico que con el arte. Considero que mi proyecto es muy novedoso, con una música que no viene de este país ni es aquí donde más se escucha, con un formato que tiene que ver con lo teatral y un discurso superfeminista y en pro a los cuerpos no normativos. Entiendo que a priori no es lo que más quiere una multi. Aunque, sinceramente, estamos en un punto en el que todo está cambiando y las multis necesitan cosas así. Espabilarse y darse cuenta es ya su vaina. Yo tengo muy claro lo que quiero hacer y no estoy como para limitarme ni cambiar este concepto.
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