Morrisey ha conseguido vender más de 35.000 ejemplares de su autobiografía (llamada, simplemente, Morrissey) en su primera semana en las librerías del Reino Unido, colocándose inmediatamente en las listas británicas de libros más vendidos.
Las ventas están pulverizando récords -se han comido a la última aventura de Bridget Jones- y ya son las segundas memorias más vendidas en su lanzamiento después de las de Madelanie McCann.
Este malsano por la vida y milagros del líder de The Smiths no es nuevo; siempre ha despertado la atención con declaraciones brillantes, fobias conocidas (Margaret On The Guillotine) y una lengua viperina que pone los pelos de punta a los carnívoros, a los que tacha de asesinos.
Tampoco es el único superventas que se entrega a la autobiografía musical. Uno de los últimos en ocupar las estanterías y sacar una importante tajada económica al desnudo personal ha sido Keith Richards. El guitarrista de los Stones dispara contra todo y mete unas cuantas puñaladas a su ex amigo y líder de la banda, Mick Jagger, aumentando con cada bala sus ventas e ingresos.
Richard, Mike, Neil y Rod
Richards, que recibió siete millones de dólares en concepto de adelanto, escribió Vida cjunto con el periodista James Fox. En sus más de 500 páginas -siempre hay mucho que contar y cobrar- nos muestra su animada carrera como “canto rodado” desde sus humildes orígenes en Dartford (Gran Bretaña) hasta sus problemas para encontrar agujas en lo que él llama “el pan nuestro de cada día en la vida de un yonqui”.
Después del éxito de estas confesiones con “mala leche”, el blanco de sus chanzas y el “siempre seremos amigos”, Jagger ha recibido tentadoras ofertas millonarias para contar su versión de los hechos. Pero el caballero Mick ya ha declarado que escarbar en su pasado es “aburrido y deprimente”. No se depriman: todo el mundo tiene un precio, como demuestran los libritos de Bob Dylan, Neil Young o Rod Stewart.
La decepcionante autobiografía de Dylan se limita a cuatro instantes de su vida, desde su llegada a Nueva York a la grabación de Oh Mercy en Nueva Orleans. Neil, el canadiense de los caballos locos, llega a confesar su afición por la construcción de trenes eléctricos. Rod Stewart cuenta poco de su infancia -largo e innecesario culebrón en muchas autobiografías-, habla mucho de música y lanza puyas con gracejo escocés: “La reina y yo tenemos una cosa en común, el mismo peinado durante 45 años”.
Pero no nos vamos a engañar, a casi nadie le importa cómo surgieron ciertas canciones o cómo creció escuchando música country en Nashville. No. El cotilleo puro y duro es también el motor del éxito y, si hay sexo y drogas, mejor que mejor.
Sexo, drogas y desparrame sin control
“Cuando esnifas cocaína en cantidades industriales se forma una mucosidad blancuzca que va goteando por la garganta”. Así explica Ozzy Osbourne sus primeros problemas médicos en su autobiografía Soy Ozzy (Confieso que he bebido), donde repasa su vida -después lo haría en un reality para la MTV- de excesos como líder de Black Sabbat y como afinador de bocinas (su primer trabajo musical).
Junto a él otras figuras del “lado salvaje” han dejado memorables historias personales para estómagos a prueba de bombas. Además del simpático Stone, Ron Wood, hay otros muy malos ejemplos. Trapos Sucios, la autobiografía de la banda heavy y de pelo cardado Mötley Crüe, se ha convertido ya en un clásico del género “sexo, drogas y desparrame sin control”.
Frente a este mundo infierno, están los caramelos con forma autobiográfica pero fondo promocional, que antes de las Navidades cautivan bolsillos de jóvenes admiradores. Este género le corresponde a artistas como Justin Bieber o One Directio, que no pueden faltar en una biblioteca adolescente aunque sus “interesantes” vidas no hayan superado la veintena.
De cara a fin de año, la industria editorial prepara algunos lanzamientos. Sin contar la autobiografía “no musical” del expresidente Zapatero, llegan las de David Bisbal, Jennifer López, Paul Stanley -el chico de la estrella de los Kiss- o Ryichi Sakamoto, que nos van a contar su vida para calmar la curiosidad de sus fans y cuadrar sus cuentas de ingresos.
Aunque no es todo por la pasta. Como dice Mark Olivert Everett, el líder de Eels, en su espléndida autobiografía Cosas que los nietos deberían saber, todo se reduce al yo: “¿Qué clase de ego hace falta tener para escribir un libro sobre tu vida y pensar que le puede interesar a alguien? ¡Uno enorme!”.