El rock y cualquiera de sus derivados, los que van de heavy al punk, están asociados a conceptos como rebeldía o libertad. Dicha noción tenía sentido cuando estas corrientes nacieron –la más vieja de ellos, la madre de la estirpe es el rock & roll y está a punto de cumplir 70 añosâ pero como tantas otras cosas, los conceptos que las alimentan piden ser revisados porque hace tiempo sonaba utópico, hoy mucho peor que un tópico.
Así pues, resulta fundamental observar estas músicas desde ángulos como la diversidad cultural y sexual o la igualdad. Acerca de la relación que mantiene esta última con el rock acaba de publicarse un libro. Su autora, la valenciana Monty Peiró, es psicóloga y antropóloga, pero es también cantante y guitarrista de rock. Fue la voz principal de Sweet Little Sister y guitarrista en The Sheenas, una banda de mujeres que tocaba canciones de Ramones. El título de su primer ensayo, El diablo vino a mí. Género, drogas y rock and roll, no deja lugar a dudas. Uniendo la perspectiva académica con las experiencias personales, Peiró investiga acerca de lo que supone ser mujer y hacer rock en un terreno donde imperan las leyes masculinas. Desde hace años participa en el programa de la radio autonómica valenciana Territori Sonor con la sección Pioneres, donde reivindica el papel que tuvieron artistas femeninas de la Comunidad Valenciana.
En su libro, Peiró revisa un asunto que es tan viejo como aquella Me gusta ser una zorra, que cantaban Vulpess en 1983. En dicho capítulo, la autora escribe: “Aunque personalmente no tengo del todo resuelta esta cuestión y sigo reflexionando sobre estos temas, creo que las mujeres deberían tener derecho a ocupar todos los roles y a jugar con la sexualidad de todas las maneras posibles, incluyendo la ordinariez, la vulgaridad y la hipersexualización. Evidentemente, en una sociedad que premia la sexualización de las mujeres, ocupar esos espacios será más sencillo, pero no por eso debería devenir algo censurable o cuestionado”.
El día en el que tiene lugar esta entrevista, la polémica que ha desatado la canción Zorra de Nebulossa sigue en el aire. “¿Otra vez estamos aquí, discutiendo si esto es bueno o malo? Esto es arte, es cultura y no tiene por qué ser ni educativo ni correcto ni complaciente. Tampoco creo que sea una canción revolucionaria ni tenga nada transgresor. Me aburre mucho que cualquier cosa que cante una mujer tenga que ser analizada con lupa para comprobar si es lo suficientemente feminista. Como digo en el libro, estaría bien aspirar a la naturalidad y que las mujeres podamos cantar lo que nos dé la gana”. Tocar la guitarra. Drogarse. Obtener el reconocimiento artístico merecido. Cualquier tema relativo al rock deja de ser algo rutinario si cambia el género de los aludidos.
Una vez terminó su grado en Antropología, Peiró se dio cuenta que echaba de menos seguir investigando tal como había hecho para su trabajo de fin de carrera, que en este caso había versado sobre la violencia contra las mujeres españolas en la Alemania nazi. “Paz Moreno Feliu, una antropóloga a la que admiro, me enseñó que investigar puede ser apasionante y divertido. Así que decidí sumergirme en un nuevo proceso de estudio, uno en el que podían estar presentes la psicóloga, la antropóloga y la rockera”.
El libro, que cuenta con un prólogo de María Bastarós, una de las autoras más apasionantes de la actual literatura española gracias a títulos como Historia de España contada a las niñas y No era esto a lo que veníamos, aporta un texto que se erige sobre la erudición y el rigor, pero fluye gracias a la pasión. “He leído textos sobre ideas preciosas que eran infumables en la cuestión formal. Era muy importante que fuese un texto de ciencias sociales, un trabajo riguroso que permitiera disfrutar de lo explicado”, dice la autora.
El diablo vino a mí plantea cuestiones que necesitan ser planteadas y revisadas una y otra vez. “Todavía queda mucho por deconstruir, mucho que reflexionar porque hay cuestiones acerca del machismo que tenemos completamente normalizadas, yo también”.
Peiró es fan de Kiss y Mötley Crüe, de PJ Harvey, Shirley Manson (cantante de Garbage) y de Courtney Love. Y lo es, sobre todo, de Joan Jett, a la que dedica el libro. Desde que empezó a hacer música tuvo que asumir que, siendo mujer, no era sencillo replicar las conductas de sus ídolos masculinos. Una de las primeras cosas que se aprende leyendo este libro es que no es fácil ganarse el respeto de la gente si eres mujer y haces rock. Por eso habla no solamente de la importancia de tener referentes femeninos sino de que estos se den también en un ámbito local.
“Hay algo muy potente cuando ves a una mujer de tu ciudad tocando en un pequeño escenario. De alguna manera, te está diciendo que tú también puedes, porque Joan Jett es una superheroína, pero si ves a Iosune Nogueras [del grupo Mantequilla Voladora] tocando la guitarra en un club de tu ciudad, te das cuenta de que tú también puedes”, dice.
Es por eso que en El diablo vino a mí se combinan referencias y testimonios de músicas populares (Amparo Llanos, Christina Rosenvinge, La Zowi) con otros de artistas más anónimas. “Mi intención también era reconocer a mis compañeras de escena, no solamente a las que están en primer plano. Sus experiencias son tan válidas como cualquier otra porque además reflejan lo que ocurre en la calle. Es también un intento de subvertir la lógica patriarcal de la fama y darle voz a quien lo tiene más difícil para ser escuchada”, añade.