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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

No solo Shakira encendió la fotocopiadora sin permiso

En el siglo XX se ha vivido todo tipo de etapa, moda, cadencia y revolución musical, pero lo que comparten cualquiera de ellas es un desamor con las musas (de otros). Aunque algunos apelan al ménage à trois con la misma y otros acusan de adulterio a la personal, la delgada línea que separa la inspiración atribuida y la apropiación indebida es endeble. La de Shakira, concretamente, lleva algunos años difuminada, como ha declarado un juez de Nueva York que ha fallado en contra de la reina del pop latino, colgándole a su Loca el cartel de plagio. La colombiana no es ninguna primeriza en el terreno procesal, pues canciones como Waka Waka, Hips don't lie y Rabiosa ya fueron denunciadas por artistas y sellos discográficos.

La música es como arenas movedizas para el copyfight, donde lo evidente se convierte en exagerado y la admiración en hurto. “El plagio es un homenaje”, decía Borges, y de esta incertidumbre se deriva la escasez de sentencias resolutivas. Los dedos acusadores se lanzaron como metralla contra el compositor John Williams y su Marcha imperial al comparar algunos acordes con el primer movimiento de Los Planetas de Gustav Holst. Pero ni el jurista más experto en casos sacados de quicio sabría dirimir ciertas semejanzas, como las forzadas entre Bob Dylan y Dr.Dog, según defienden en JotDown.

Los artistas crean en base a conocimientos previos, por imperativo. Sobre todo en la época del pop y el rock, reconocer el mismo marco melódico es casi una exigencia del guión. En los tiempos que corren, el compás y los tempos de la base apenas varían y lo que realmente identifica una canción es la primera capa vocal; y si ni eso te salva, es que has cometido un plagio sangrante. De natural, si el asunto llega a los tribunales, se soluciona con la compensación de los correspondientes royalties o atendiendo alguna petición peculiar del demandante. E incluso hay veces que se perdona el parecido razonable con tal de no meter en pleitos a titanes discográficos como Sony Music, Warner o Universal. Absueltos o no, la historia reciente está plagada de fragmentos copiados o frases calcadas, y aquí van algunos de los más sonados.

Mitos dolorosos

Hay leyendas negras que rascan la memoria colectiva como en un mal sueño, como todo lo que pueda poner en duda el honor de The Beatles. En 1969, cuando salió a la venta el álbum Abbey Road, la canción Come Together fue acusada de plagio por los representantes de un mito de las pistas de los 50, Chuck Berry. La discográfica defendía que el ritmo e incluso un verso habían sido robados del tema You can't catch me. Finalmente, el asunto no llegó a los tribunales pero John Lennon tuvo que incluir una versión de la canción original de Berry en un disco homenaje titulado Rock 'n' Roll. El de Liverpool reconoció en 1980 a la revista Playboy que “sí, era yo componiendo oscuramente sobre un viejo tema de Chuck Berry. A pesar de que no es para nada como la canción de Chuck Berry”

En el caso de los Red Hot Chili Peppers, la bomba fue más mediática que procesal. En 2006, un influyente locutor de radio estadounidense, Dan Gaffney, reconoció en antena lo mucho que se parecía el último éxito de la banda, Dani California, a la canción de Tom Petty, Mary Jane's last dance. Por suerte para los de Los Ángeles, aunque la opinión pública pusiese el grito en el cielo, el bueno de Tom quitó hierro al asunto. “Dudo seriamente que haya mala intención en esto. Mucho rock'n' roll suena parecido. Pregunta a Chuck Berry. The Strokes también se fijaron en American Girl [para su canción Last Nite] y vi una entrevista donde ellos mismos lo admitían. Eso me hizo reír muchísimo. Era como... vale, bueno, para ti”.

Y de vuelta a The Beatles, su miembro más espiritual también fue señalado por un juez por haber copiado su gran éxito, My sweet lord. En 1970, recién estrenado el álbum debut en solitario de George Harrison, la firma Bright Tunes Music acusó al músico de haber plagiado en su tema a He's so fine, de la banda femenina The Chiffons.

Lejos de quedar en una pacífica anécdota, la batalla legal se alargó cinco años y culminó con una sentencia de “plagio subconsciente”. Por si fuera poco, el abogado de Harrison se convirtió en su mayor enemigo al comprar los derechos de la canción de las Chiffons y obligar al exbeatle a pagarle más de 300.000 dólares. El triple disco All things must pass se convirtió en la emancipación más accidentada de la banda británica.

El paraíso del descaro

Parece que no solo los grupos talludos tienen manchado su expediente, pues tampoco se salvan los que se reconocían como la esperanza del panorama musical. En plenos 90, surge una banda en el valle del Támesis que resitúa el foco sobre el rock británico. Radiohead se estrena con un disco que revoluciona al público más joven, con una canción que hace en especial las delicias de los melómanos: Creep.

Todo en orden, hasta que los críticos más entrados en años reconocen de forma inequívoca un tema bastante más antiguo de aquel grupo de los 70 ensombrecido por los Beatles y Rolling Stones, The Hollies. Aunque los músicos defendían su “homenaje” a The air that I breathe, accedieron a acreditar la coautoría de la canción con dos de los Hollies.

Sin salir del Reino Unido, los que recogían el testigo de U2, Coldplay, fueron llevados también ante la palestra. Viva la vida, una de sus canciones más celebradas, se lleva el récord a la cantidad de supuestos plagios. El primero fue Joe Satriani, quien inició acciones legales para reconocer su virtuosa guitarra en If I could fly en el nuevo tema de los londinenses. “Casi inmediatamente, al minuto de que su canción saliera a la luz, mi bandeja de email se llenó de correos de gente diciendo ”¿has oído la canción de Coldplay? Te la han robado“. El caso quedó en nada, pero abrió la veda a los fanáticos para establecer similitudes con Roxette y con la francesa Alizee.

Truhanes y señores

Si estás dispuesto a meter en pleitos judiciales a Sol y a Warner Music México, dos de las productoras más importantes de América Latina, es por una buena razón. El compositor Marco Lifshitz la tuvo contra Luis Miguel por usar su canción Siento nuestro aliento para crear el hit Amarte es un placer. En esta ocasión, el demandante se vio millonariamente compensado debido al éxito de ventas que tuvo la copia desde su lanzamiento.

El rey del pop protagonizó también en 1991 el rey de los plagios. Con una carrera larga y conocida por reinventarse continuamente, Michael Jackson vio cómo se resentía su reputación por culpa del tema Will you be there?. El cantante Albano Carrisi -esposo y pareja artística de la insustancial Romina Power- acusó a la leyenda musical de haber plagiado su I cigni di Balaka.

Aunque los tribunales fallaron a favor del italiano, la sentencia quedó anulada y el suceso cayó en saco roto. Todo después de haber encargado el análisis exhaustivo de la canción a un prestigioso musicólogo romano. “Los seis primeros compases son prácticamente dos gotas de agua. Poniendo una partitura al lado de la otra, vemos que hay 37 notas iguales y sólo nueve diferentes. Un plagio tan evidente no se ha visto nunca”, dictaminó el experto.

El batacazo de Mikel Erentxun no fue uno de los más sangrantes, pero sí uno de los que se hizo más sangre por irrisorio. Como dice el periodista Manuel de Lorenzo, puede ser porque todo el mundo conoce a The Lightning Seeds por la Eurocopa de 1996 o porque la canción estaba interpretada por Fran Perea. El caso es que la demanda interpuesta por Ian Broudie por el tema 1+1 son 7 fue más legitimada por la opinión pública que la resolución del juez, que descartó la imitación de Pure. Pocos pudieron volver a ver Los Serrano con la misma mirada incólume.

Las divas del copy-paste

Parece que toda buena diva debe ser acusada de plagio para presumir de su etiqueta, lo malo es cuando el cargo es cierto. En este último caso recuperamos a la ambición rubia y la situamos en Bélgica, donde su canción Frozen no se puede escuchar por ser considerada una copia. El tribunal de Mons prohibió la venta y difusión del tema de Madonna por considerarlo un plagio de Ma vie fout le camp, de Salvatore Acquaviva. Aunque parece inverosímil, la relación entre la artista y el belga se fraguó a finales de los 70, cuando ella bailaba en el grupo donde Acquaviva componía las canciones.

Rihanna, Lady Gaga, Beyoncé, Katy Perry o Britney Spears tuvieron sus correspondientes coqueteos con la imitación, pero ninguna terminó en el palco de los acusados. El caso de Shakira es inusual porque su affaire con la musa del dominicano Ramón Arias Vázquez estuvo bien alejado de la clandestinidad. Pero, como dijo alguien alguna vez, “¡qué demonios, puestos a plagiar, plagiemos a lo grande!”.