El pasado 4 de octubre, Siniestro Total actuó en la Sala Penélope de Madrid. “Dentro de la sala había una pantalla con publicidad”, recuerda el cantante Julián Hernández, “y mientras estábamos tocando llegué a leer un anuncio de bonos del Estado, lo juro”. Sucedía tres días después de que publicaran un comunicado oficial donde desterraban la idea del álbum y pasaban a la publicación de canciones individuales. Allí llamaban a desandar el Sgt. Pepper's de los Beatles: hasta ese disco, se publicaban los singles por separado y luego se recopilaban en álbumes de larga duración. La banda decidía que era el momento de regresar a las canciones sueltas, y se remitía a los tiempos del sello Motown y de la Stax, pese a intuir que pocos peatones en la Gran Vía sabrían hoy tararear algún tema de Sam & Dave.
La declaración de Siniestro Total busca refugio en los clásicos pero en realidad atiende a otra cuestión. ¿Quién escucha hoy discos enteros? Ahora que los servicios de música en remoto permiten acceso a las discografías completas podría ser igualmente el florecimiento de los recorridos largos. También los libros para chavales se hacían progresivamente más y más breves hasta que aparecieron los gruesos lomos de Harry Potter. Ésta podría haber sido la época de los álbumes conceptuales, de la hora de sonido, del largo recorrido. Pero hoy la playlist tiene más entidad que el doble álbum.
El minuto de oro
El lema de nuestro tiempo es solo hits. Es el ritmo acelerado del lector de prensa deportiva, la aceleración As-Marca, donde justo ahora lo que estás viendo es el mejor equipo del mundo en la mejor liga del mundo con una posesión que no se veía desde la liga 1972-73 y el mejor goleador desde México'70. Cada minuto tiene asociado algún valor estadístico que lo convierte en el mejor de la historia. Con un partido del siglo por trimestre. Siempre con el volumen a tope, convirtiendo cada instante en principal. Todo es titular, sin posibilidad de ser contexto. No hay frases moderadas y todo se grita. La histeria se convierte en la normalidad: así es el periódico deportivo de la mañana, y así es la tertulia televisiva de las tardes. Punto Pelota y Sálvame son también todo hits.
En el contexto sin álbumes querremos proyectar el fantasma del single. Desearemos que todas las melodías puntúen por encima de la media, una imposibilidad matemática que se le escapaba este mismo año al secretario británico de Educación, cabalgado como nosotros en el todo éxitos, insistente en que el cien por cien de las escuelas debía estar en el cincuenta por cien de las mejores. Cada nueva canción que aparezca en la época de las publicaciones individuales aparecerá sin decorado comparativo: los observadores moderados verán un tema “normal” y los concienciados los juzgarán todos especiales, como deben hacer los hinchas.
Siniestro Total abandona los álbumes, pero es una gota lejana en esta época donde la música que nos suena se debe a algún spot publicitario de la tele, donde los conciertos aparecen rematados por una marca de cerveza patrocinadora. En la época de las canciones de los anuncios no hay apenas sitio para los anuncios sobre las canciones. Se entrevé allí, entre los logos de bonos del Estado.