Dieciséis años esperando un disco nuevo. Se dice rápido, se vive como una eternidad. Songs Of A Lost World se publica el 1 de noviembre en todo el mundo, y el mundo entero debería ponerse a los pies de la banda de Robert Smith, porque hacer un disco tan grande como este con una carrera tan legendaria a sus espaldas, no es fácil.
Legendaria y longeva: 48 años, 14 discos; con hitos como Disintegration o Pornography. Canciones que no son canciones, sino sangre que se inyecta en las venas y bombea el corazón, como Lovesong, A Forest o Just Like Heaven.
A diferencia de otros grupos de su generación, asolados por la desidia, el cansancio, la falta de ideas o las rabietas, The Cure jamás se ha separado. Siempre ha estado ahí, aunque el hiato entre disco y disco fuera extenuante, como ha sido este caso.
Hace dos años, ya se conocía el título del álbum y se esperaba de manera inminente. “Está casi terminado”, dijo Robert Smith en mayo de 2022. Y la distancia entre el casi y el total, le ha llevado todo este tiempo. Se arrepintió, dijo hace poco, de haber dicho eso. Han sido dos años de presión. Pero pocos grupos pueden permitirse sostener esa presión, manejar los tiempos y las maneras.
Songs Of A Lost World es un disco de solo ocho pistas pero, a contracorriente del presente, muy largas. Desafía la ansiedad actual de darlo todo al principio de una canción para conseguir retener la atención del oyente al menos hasta el segundo 31 y monetizar así en el streaming. Los temas se caracterizan por larguísimas introducciones (Alone, Endsong, And Nothing Is Forever, I Can Never Say Goodbye) que son como pequeños pasos para adentrarse en el agua, todo lo contrario a zambullirse desde un tobogán. Es un disco ante el que no se puede ser impaciente y eso va, de nuevo, a la contra de 2024.
Será por eso que el álbum se titula “canciones de un mundo perdido” y que dice, en And Nothing Is Forever: “Sé que mi mundo se ha hecho viejo y que nada es para siempre”. Pero después de ese verso, Robert Smith escribe, en lo que vendría a ser una resolución típicamente thecuriana: “Aunque en realidad no importa, si decimos que estaremos juntos”.
Este es un disco que va señalando la salida, el final del grupo. Contiene reflexiones sobre hacerse mayor y la importancia de la música. Robert Smith ya ha explicado cuál es su plan para The Cure: poner punto y final en 2029, año en el que su primer disco, Three Imaginary Boys, cumplirá 50 años y él, 70. Hasta ese momento, espera sacar al menos un disco más, del que ha vuelto a decir que está “casi listo”. Pero ese adverbio suena temerariamente conocido.
Siguiendo sus planes, la continuación de Songs Of A Lost World se publicaría en 2025. Hasta ese momento, escasearán los conciertos, ya que solo quiere dar uno este año para presentar el disco y otro justo después de Año Nuevo. En un principio, había previsto tocar en festivales de verano el año que viene pero ha cambiado de idea y no habrá gira hasta el otoño de 2025. También quiere realizar un documental, pero son muchos planes y Smith se agobia con cierta facilidad.
The Cure ha conseguido que la fecha de lanzamiento de un disco vuelva a ser un acontecimiento especial, revistiendo el 1 de noviembre de expectación y actos particulares, como una entrevista el día antes en la BBC junto a un concierto realizado en sus estudios para el programa 6 Music Session (grabada en blanco y negro a petición del grupo) y la retransmisión de un concierto desde la sala Troxy de Londres el viernes a las 20:00 (19:00 hora peninsular). Además, desde que Robert Smith pudo retomar el control de su carrera y no depender de ninguna discográfica, hace diez años, hace gala de esa libertad, maneja los ritmos e impone su criterio. Han sido diez años donde el grupo se ha dedicado a tocar bastante y, según Smith en la entrevista que ha publicado en su canal oficial, le han parecido los diez mejores años de su carrera musical.
Otra de las consecuencias de ese control es que Robert Smith ha capitaneado una batalla contra los abusos económicos en la industria musical, en especial contra Ticketmaster. Hasta el momento en el que se puso a estudiar, recientemente, cómo funciona la industria musical, desconocía muchos de esos abusos. Ha bajado los precios de sus conciertos y ha prohibido que se comercialicen entradas con precio dinámico (suben si hay una gran demanda). Según ha explicado, han estrechado sus márgenes de ganancia al mínimo y, aun así, siguen ganando mucho dinero. Por tanto, se puede.
La gira Cure Tour Euro 22 llevó al grupo en ese año a 22 países y 44 fechas. Dos de ellas, Barcelona y Madrid en el mes de noviembre. En los directos cobraron vida algunas de las muchas canciones compuestas por Robert Smith y que pacientemente han esperado su turno para ser prensadas en disco. Alone, Endsong, And Nothing Is Forever y A Fragile Thing ya las conocíamos. El disco se completa con cuatro más.
Sus títulos son: Warsong, Drone/nodrone, I Can Never Say Goodbye y All I Ever Am. Warsong es un tema estridente e incómodo que revuelve las tripas y habla sobre la pulsión de guerra. Drone/nodrone es otra canción áspera que trata, como casi todo el disco, de hacerse viejo. En I Can Never Say Goodbye, dotada de un hermoso piano, aborda la muerte de su hermano mayor y en la larguísima y potente All I Ever Am, Robert Smith duda, a sus 65 años, de quién es él realmente.
Songs Of A Lost World no es un disco de pop. A estas alturas, los fans de Boys Don’t Cry deberían saber que esos tiempos, lógicamente, no volverán. Este es un disco gigante, arrollador, oscuro, difícil, melancólico, acogedor, profundo y arrebatador que no es música de fondo ni para un anuncio de televisión. Es un disco para aprender a vivir y morir.