The Killers
The Killers
Wonderful wonderfulIsland / UniversalPOP4/10Wonderful wonderful
Vamos con la verdad por delante: no soporto a The Killers. Representan todo lo que odio en el terreno de la música popular; una supuesta autenticidad que se desploma a poco que rasques la superficie; ausencia de cualquier tipo de compromiso ético o estético a pesar de su publicitada militancia mormona; un divismo que roza la egolatría; y aquello que a fin de cuentas puede ser lo más grave de todo tratándose de una banda de pop: un terrorífico sentido del gusto.
Todo esto, que sospeché el primer día que me enfrenté (nunca mejor dicho) a su música, se confirmó cuando Luis María Ansón escribió aquella memorable columna para El Mundo comparándoles con los Beatles y los Stones. Arrancaba así: “Estaba todo Madrid, desde Aznar, el político, a Guti, el futbolista; desde Hugo Silva, el televisivo aspirante a actor, a Mónica Cruz, la actriz excelente”. Acabáramos...
Ni tan siquiera la amistad de los aún admirables New Order ha sido suficiente para hacerme cambiar de opinión. Pero no nos engañemos, más allá de las filias y las fobias personales, la culpa de tanta inquina acumulada la tienen sus discos, cinco álbumes de estudio de los que apenas se salva alguna cancioncilla resultona.
Su pop comercial para chicas y chicos buenos resulta tan inane que la experiencia de “interpretar” una de sus canciones en el popular videojuego Rock Band se convierte en poco menos que surrealista: los desarrolladores del mismo han tenido que sudar tinta para recrear líneas de bajo, guitarra y batería en una papilla sonora cocinada con probetas en postproducción.
Wondeful wonderful desde luego no es el disco que viene a hacerme cambiar de idea. La nota que aparece sobre estas líneas no alcanza el suspenso rotundo porque el oficio (y la pasta) se dejan notar en una grabación impecable desde el punto de vista técnico, pero fútil artísticamente hablando.
A lo largo de estas nuevas diez canciones The Killers vuelven a demostrar que su mayor logro ha sido el de reunir lo peor de U2, lo peor de Pink Floyd, lo peor de Coldplay y lo peor de Queen, envuelto en celofán plateado para su consumo inmediato. Un par de estribillos quedones, una balada con la que desenfundar los mecheros y la nada más absoluta. Rompecorazones en el mal sentido del término.
Ariel Pink
Ariel Pink
Dedicated to Bobby JamesonMexican Summer / Popstock!POPâ Dedicated to Bobby Jameson
7/10
Bobby Jameson estaba destinado a ser una gran estrella del pop. Su compañía discográfica así lo creía y en los tempranos sesenta apostó fuerte promocionando sus discos como alternativa norteamericana a la invasión beat. Sin embargo pocos recuerdan hoy a Bobby.
Redescubriendo aquellos discos e incluso esa suerte de obra de culto que firmó en 1965 bajo el nombre Chris Lucey (Songs of protest and anti-protest) lo cierto es que sus canciones tampoco daban para tanto, así que ocurrió lo inevitable: el sello terminó por darle la espalda, Bobby se convirtió en un juguete roto y años después cayó en una profunda depresión.
Cuando hace una década, con motivo de la reedición de Songs of protest and anti-protest volvió a dar señales de vida con una serie de notas en Internet, su figura se había convertido en símbolo de lo que la industria discográfica hizo a tantos y tantos músicos a los que encumbró para abandonarles después en caída libre desprovistos de derecho alguno sobre su obra.
La carrera de Ariel Pink no es comparable en ningún caso con la de Bobby Jameson. Durante dos décadas ha publicado discos con libertad absoluta, desde la autoedición inicial hasta su fichaje por 4AD, con Animal Collective ejerciendo de padrinos y devotos confesos del trabajo del californiano. Cuenta con un respeto unánime por parte de la crítica y relativo éxito. Así que esta dedicatoria por parte de Pink al artista de Glendale en realidad esconde pocos paralelismos, tanto en la situación personal y profesional de ambos como en el aspecto meramente musical.
Esta nueva colección de canciones, catorce, es posiblemente una de las más accesibles firmadas por Pink a lo largo de su carrera. Envuelta como casi siempre en una producción nebulosa, entre la hipnagogia y la nostalgia, aquí encontramos desde ejercicios de garage y psicodelia sesentera (Dreamdate narcissist, el propio tema que da título al disco) a soft pop (Another weekend) y alguna canción como Feels like heaven que podría haberse escapado de un recopilatorio de C86. En su caso no hay motivo para la depresión.
Lee Ranaldo
Lee Ranaldo
Electric trimMute / [PIAS]ROCK7/10Electric trim
A Lee Ranaldo a menudo se le ha tenido por el elemento extremista de Sonic Youth. Los temas más extraños en los discos de la banda de Nueva York solían venir firmados por él, y sus primeras entregas en solitario ahondaron en ese universo que rayaba en el avantgarde y lo radical. Llegó a valorar que el vinilo de su primer disco, From here to infinity (1987), saltara por los aires al llegar la aguja al último surco, aunque desestimó la idea por temor a las posibles demandas de los compradores que no estuvieran sobre aviso.
Curiosamente el tiempo le ha templado y la carrera en solitario del italoamericano ha dado un giro con motivo de la disolución de la banda madre. Es cierto que Ranaldo sigue colaborando en discos e improvisaciones que son puro avantgarde, pero sus trabajos recientes verdaderamente relevantes -Between the times and the tides (2012), Last night on Earth (2013) y Acoustic dust (2014)- dan rienda a suelta a una inédita pasión por el rock clásico norteamericano que le convierte en una suerte de alumno aventajado de Neil Young.
Electric trim es un disco que todavía podemos identificar con esa línea, bien presente en esa bonita balada junto a Sharon Van Etten (Last looks) o la exquisita corrección del tema de cierre, New thing. Pero, bien sea por los retos que le haya supuesto la producción del barcelonés Raül Refree o por el natural devenir de las cosas, en Electric Trim Ranaldo recupera parte del espíritu explorador que siempre le ha caracterizado. Eso se traduce en experimentos controlados que encajan dentro del contexto “canción” y perfectamente podrían haber formado parte de las últimas entregas de Sonic Youth.
Metz
Metz
Strange peaceSub Pop / Popstock!ROCKâ Strange peace
8/10
Desde el advenimiento del hardcore, hace ya casi cuatro décadas, cada nueva generación ha contado con un perfil de banda ruidosa, pesada, excesiva e incluso molesta si se quiere, que generalmente exuda masculinidad por todos sus poros. Caben en esta definición desde la saga Big Black/Rapeman/Shellac, a Unsane, Jesus Lizard, Melvins, Pussy Galore, Cop Shoot Cop, Future Of The Left y tantos otros que curiosamente (o no) guardan casi siempre un vínculo importante con Steve Albini. Y los canadienses Metz no son una excepción.
Con tres discos publicados en -cómo no- Sub Pop, este trío de Ontario resucita la fórmula que en esencia sirve para definir a todos esos ilustres predecesores: martillo pilón rítmico, tribal y embrutecido, una distorsión guitarrera al límite de lo audible e interpretación vocal a medio camino de lo borrachuzo y lo desgarrado.
Con el paso por primera vez por los estudios Electrical Audio de Albini potencian la crudeza de una propuesta que ya supuraba sangre y bilis en las dos entregas anteriores, porque no en vano en todas ellas la producción corre a cuenta del grupo. Aquí no hay trampa ni cartón: los aficionados al género gozarán con este disco cual gorrinos en porquera para desespero del vecindario. El resto difícilmente va a acercarse a la propuesta de Metz ni con un palo.
Varios
Varios
Closed circuits: australian alternative electronic music of the '70's * 80's volume 1Warner / Music As UsualELECTRÓNICA7/10Closed circuits: australian alternative electronic music of the '70's * 80's volume 1
Hasta el estallido punk la aportación australiana al pop y el rock había dado algunos grandes nombres como los de AC/DC, The Bee Gees o The Easybeats, pero en líneas generales las bandas australianas eran poco menos que una rareza en el mercado global de la música popular. Esto cambia a finales de los setenta con un estallido que tiene en The Saints y Radio Birdman su desencadenante y que pocos años más tarde ya se ha convertido en fenómeno con múltiples caras que van de un rock con denominación de origen (la saga Birthday Party, Kim Salmon...), lo industrial (SPK y Foetus) o la elegancia de Go Betweens y Triffids. Y, paralelamente a todos ello, una subterránea escena technopop que puede considerarse el antecedente más claro de los Cut Copy, The Presets, Midnight Juggernauts y otras bandas exitosas bandas de pop bailable de la actualidad.
El subtítulo de Closed circuits deja bastante claro lo que vamos a encontrar en esta hora larga (un CD, dos discos en la edición vinilo) de música. Aunque el periodista musical David Nichols asegura en las notas interiores que la compilación refleja un amplio espectro de sonidos que van de lo puramente experimental al pop facturado con máquinas, lo cierto es que el grueso de estas piezas encaja casi a la perfección en la etiqueta technopop.
Se trata de un puñado de canciones publicadas mayormentes en singles ignotos. Hay un par de bandas como son The Metronomes o The Reels con un mayor legado discográfico, y nos encontramos también con un tema, una preciosidad titulada Cold café firmada por Karen Marks, que formó parte de uno de los mejores recopilatorios publicados el pasado año: Sky girl.
Menos recorrido han tenido las canciones aquí incluidas de bandas como Whirlywirld, The Limp, And An A, Anne Cessna o Bring Philip. El conjunto supone un excelente complemento para otras series recientes en una línea similar como Cold waves minimal electronics o los diversos volúmenes de Minimal wave tapes.
Neuman
Neuman
CrashpadSubterfugePOPâ Crashpad
8/10
Mucha culpa de la buena impresión que me ha causado Crashpad, cuarto álbum de Neuman, la tiene Deleted files, el tercer tema del disco. Se trata en esencia de la repetición de unos patrones de piano y guitarra que se va hasta los doce minutos de duración, sin apenas letra, y en la que a pesar de lo minimalista de su estructura Paco Román maneja con sabiduría los progresivos niveles de intensidad hasta conseguir una pieza emocionante. Se trata de una rareza en los estándares del pop nacional de ahora mismo, con la que a partir de planteamientos cercanos al academicismo minimalista, Neuman reinventa su sonido deudor del folk-rock psicodélico y el shoegaze noventero. De (Gavin) Bryars a Byrds.
Pero Deleted files es sólo una isla en un disco cocinado a fuego lento por el músico murciano en su propio estudio, y que se convierte en la colección de canciones más sentida y sincera de su carrera. Hasta el punto de desnudarse sin pudor en Quiet, tema que interpreta en inglés y castellano con un falseto a punto de romperse y la única ayuda del piano.
Acostumbrados como estamos a letras en nuestro idioma que se esconden tras palabrería hueca, ese crescendo final en el que Paco se quita la careta saltando súbitamente del inglés al castellano, de íntimo puede hasta ruborizar: “Oh mamá, quiero verte feliz mamá / quiero verte reír mamá a ti / Oh mamá si un día ya no estás yo te recordaré feliz”.
En realidad, aunque en el resto del disco no se alcanza semejante grado de pornografía emocional y musicalmente domine el Neuman beatleliano y cercano a Teenage Fanclub que todos conocemos, el uso de grabaciones de campo y recuerdos hechos jirones sonoros, nos recuerdan todo el rato el material altamente sensible del que está hecho Crashpad. Respeto.