“Hemos venido a celebrar la amistad que nos ha reunido estos 25 años. Hemos venido a festejar el trabajo colectivo en estos tiempos de individualismo feroz. La humanidad, el cariño, los cuidados, la atención, la empatía”. Cuatro canciones después de empezar el, por el momento, último concierto de Vetusta Morla; Pucho, su líder, ya empapado en sudor, ha pronunciado este lunes estas palabras ante una sala La Riviera de Madrid igual de mojada y eufórica que él. Entregada a lo que no sabe si será el 'hasta pronto' o 'hasta siempre' de la banda.
El grupo ha conseguido que su calendario haya quedado en un segundo plano durante las dos horas que, sobre el escenario, han puesto el broche a su particular punto y seguido al ritmo que llevan siguiendo desde hace un cuarto de siglo. “Esto es una fiesta y vamos a bailar”, ha dicho nada más comenzar el vocalista. Y así ha sido. Los bailes, los saltos, los gritos, los brazos en alto, mucho calor, y aún más cariño han sido los protagonistas de la velada.
La formación ha arrancado su recital con Los puentes, donde han incluido su primera reivindicación, con recuerdo y apoyo para Palestina. El discurso del rey, Fiesta mayor y Golpe maestro han sido las siguientes canciones, encargadas de abrir la gran cita y de conseguir generar el ambiente para que sus letras cobraran sentido y fueran entonadas al unísono. La ubicación elegida ha sido una sala alejada de los grandes recintos que parecen presidir cada vez más el ranking de los espacios que cualquier artista debe aspirar a abarrotar. Vetusta Morla no ha querido llenar el estadio Santiago Bernabéu ni el WiZink Center antes de su paréntesis. Ha vuelto a 'casa', a un local con un aforo de 2.500 personas, donde no actuaban desde 2014, cuando presentaron su álbum La deriva.
“Las Cajas Mágicas, los Metropolitanos, los Palacios de los deportes están muy bien pero, cómo mola volver a una sala, ¿no?”, ha reclamado Pucho, acometiendo el “atraco perfecto” del que habla su tema Golpe maestro. Vetusta Morla anunció que se daría un descanso tras el lanzamiento de su disco Figurantes el pasado mes de abril. Las alarmas saltaron, aunque tenuemente, ya que su mensaje fue y se ha mantenido claro desde entonces: “Si todo va bien volveremos a juntarnos en 2026”. No es el final. “Necesitamos apartarnos para fortalecernos”, explicaron.
Este será el camino que emprendan desde este lunes. Sí, lunes, un día extraño, raro, para decir adiós en una jornada marcada por las 'vueltas al cole' para los más pequeños y el regreso tras las vacaciones para tantos otros. Pero para cuando el sol ya se había escondido tras el horizonte, la capital ha encendido sus farolas al ritmo de la banda que ha concluido abrazada, entre lágrimas y sudor. Y por segunda jornada consecutiva, ya que venían de tocar este domingo en la misma sala.
“Lo de la noche de anoche, como canta la Rosi, es algo que no se puede explicar”, ha defendido Pucho en el inicio, haciendo referencia a la canción de Rosalía y Bad Bunny, “esperemos que los aquí presentes volvamos a repetir algo como lo de ayer”. Y para ello han tirado un repertorio que ha abierto sus brazos a toda su trayectoria.
“Esta noche Figurantes es un figurante más de nuestra carrera”, ha asegurado Pucho, que posteriormente ha vuelto a acordarse del título mucho más avanzada la velada, esta vez para apelar directamente al público madrileño: “Siempre hay una energía especial. Da igual si habéis venido hoy por primera vez o si estuvisteis en el Café la Palma. Gracias por todo lo que nos habéis dado. No sois figurantes, sois las estrellas de todo esto”. Los primeros gran éxtasis, eso sí, han llegado con Un día en el mundo y Maldita dulzura.
Contra la gentrificación en un homenaje a Madrid
Pucho ha confesado que, hasta hace bien poco, pensaba que los momentos en los que los fans agitan los brazos de un lado al otro en sus directos, coreografiados al son de sus canciones, era algo que surgía “espontáneamente”. La realidad es otra, ya que el verdadero 'culpable' es el percusionista Jorge González, que orquesta los movimientos detrás de él. Todo ello antes de dar paso a ¡Ay, Madrid!.
“Este es un canto de amor, con mucha mala baba, a nuestra ciudad”, ha planteado el cantante. “Por la gentrificación, los barrios que expulsan a la gente, la gentrificación, los alquileres, la turistificación, la riquización [término que ha reconocido haber inventado], la centralización de los eventos. ¿Por qué todo tiene que estar en el centro?”, ha cuestionado.
“No queremos que talen más árboles”, ha añadido con el mismo ímpetu, “respeten la naturaleza”. “A pesar de todo esto, le hacemos canciones tan bellas como esta”, ha concluido antes de comenzar a interpretar el tema, que ha sido acogido con ternura desde la sala. “Me dejé las alas en el metro y no sé seguir. No, no puedo sin ti. Ay, Madrid. Se te empaña el rostro en el espejo. Te extraño tanto como a mi”, reza su estribillo, que ha resonado entre muchas pieles de gallina.
23 de junio, Copenhague, Mapas, Te lo digo a ti, Sálvese quien pueda y Valiente han seguido completando la setlist elegida por Vetusta Morla para su fiesta de despedida. Abrazados, han abandonado el escenario durante el impasse que ha permitido que el público se girara a comentar lo vivido, a pronosticar cuáles serían los temas que elegirían para cerrar el evento. La banda ha regresado entonces para sentarse en torno al batería, David García, 'El Indio', con el guitarrista Guille Galván también a sus pies. “Elige tus victorias y déjalas que sangren” han cantado.
Lo siguiente ha sido un homenaje al equipo de producción que también lleva acompañándoles durante 25 años. “Sin ellos esta industria, todo lo que veis y disfrutamos, y espero que valoréis, no sería posible”, ha recordado el cantante.
Un lunes, raro
“Es una movida guay acabar unos cuantos años de gira en lunes. Te da un carácter de las cosas, un peso”, han reconocido antes de dar paso al concurso que han preparado para sus cuatro últimos conciertos antes de estar en Madrid han actuado en Barcelona–, midiendo los decibelios generados en cada uno de ellos. El gran premio se lo han llevado los presentes en el último recital, donde se han alcanzado los 117. “Los bolos en las grandes ciudades y en los festivales no suenan. El rock sin decibelios no suena”, ha reivindicado Pucho. Pero esta noche sí que ha sonado, ha retumbado, ha removido.
Elegir el momento de despedirse, de retirarse, es por norma una misión condenada si no al fracaso, sí que por lo menos a unos cuantos quebraderos de cabeza. ¿Debe hacerse cuando se está en la cresta de la ola? ¿Tras lanzar 'el mejor' disco? ¿Tras dar el concierto más grande, el más especial? ¿Y si en realidad las despedidas no existen? A Vetusta Morla le rodean ahora varios interrogantes, con un año por delante para hacer efectivo el parón que han asegurado necesitar.
Optemos entonces por confiar en que esto es solo un 'hasta pronto' con sabor a final. Pero también a comienzo del nuevo ciclo que se quieran inventar, sabiendo que, si este concierto acaba pasando a la historia como su desenlace, ha sido más que digno merecedor del aplauso con el que dejar toda conciencia tranquila y las arterias con euforia drenando a borbotones.
“Toca afinar, definir el trazo. Sintonizar, reagrupar pedazos. A mi colección, de medallas y de arañazos. Ya está aquí, quién lo vio bailar como un lazo en un ventilador. Quién iba a decir, que sin carbón, no hay Reyes Magos. Aún quedan vicios por perfeccionar en los días raros”, han recitado en su cierre temporal. Un día raro, un lunes raro que concluir amparados por la letra de la misma canción: “Nos quedan muchos más regalos por abrir. Monedas que al girar descubran un perfil. Que empieza en celofán y acaba en eco”. O que simplemente, no acabe.