El escritor argentino Patricio Pron lleva años reflexionando sobre los vínculos entre arte y política, y esa “preocupación” late con fuerza en su novela “No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles”, una obra sobre el significado de la literatura y la legitimidad de la violencia.
Editada por Random House, la nueva novela de Pron plantea la necesidad de transmitir “el conocimiento político de unas generaciones a otras”, un proceso que en Europa se ha visto interrumpido “en los últimos cien años debido a las guerras y a los cambios de régimen”, afirma el autor en una entrevista con Efe.
“El debate sobre la Transición que hay en España arroja preguntas presentes en mi libro, entre ellas si una sociedad puede reconstruirse a sí misma sin tener en cuenta valores como la justicia o la igualdad ante la ley”, comenta el autor.
“Una sociedad en la que no gobiernen la verdad y la memoria es una sociedad que está viciada”, opina Patricio Pron, quien cree que las circunstancias que dieron lugar a la Transición española “han cambiado” y se pregunta “si no sería tiempo de hacer justicia y de abrir las fosas” que contienen los restos de los asesinados en la guerra civil y en la posguerra.
“Un país que no abre las fosas camina sobre muertos”, asegura el escritor, procedente de una sociedad, la argentina, que “ha llevado a cabo su propia búsqueda de verdad, justicia y memoria, sobre todo en los últimos doce años”.
En la nueva novela de Pron (Rosario, 1975), situada en distintos momentos del siglo XX y también en la época actual, es difícil saber qué corresponde a la ficción y qué a la realidad. Al lector le tocará averiguar si varios de los escritores que se mencionan en el libro existieron de verdad. Ese es uno de los juegos que plantea el autor.
El eje central de la novela es el Congreso de Escritores Fascistas Europeos que se celebró en el norte de Italia en abril de 1945, en una época en la que, como sucedió en otros momentos del siglo XX, “la literatura se convirtió en política y la política en crimen”, según decía Luca Borrello, uno de los autores asistentes y cuya brusca muerte obligó a interrumpir aquella reunión.
Los organizadores del congreso eran futuristas, una corriente “muy interesante”, liderada por Filippo Tommaso Marinetti. “Fue la primera vanguardia histórica -afirma Pron- y la que más lejos llegó en sus aspiraciones de fusionar arte y vida. Y fue la propuesta vanguardista que más cerca estuvo de que sus ideas se convirtieran en política de Estado”.
“Su experiencia histórica y política debería servirnos para pensar sobre si los artistas son los mejores gobernantes o si las ideas revolucionarias no pierden fuelle cuando se adhieren a organizaciones políticas”, añade Pron, autor de novelas como “El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia” o “La vida interior de las plantas de interior”.
Residente en España desde hace siete años, el escritor sostiene que “todo arte es político, en la medida en que sus efectos lo son. El autor puede fingir no ser consciente de ello o bien proponer una lectura política de su obra”.
La historia de los últimos tres siglos pone de manifiesto que “el arte se desplaza inevitablemente al ámbito de lo político. A lo largo de muchas épocas, y en particular en el siglo XX, el arte se convirtió en política y la política en crimen”, subraya Pron.
Este novelista no sabe a ciencia cierta si la literatura contribuye a mejorar la sociedad, y aunque piensa que “no se le puede pedir al escritor que sea revolucionario”, asegura que “estaría muy bien que al menos no fuese contrarrevolucionario”.
Que “la política se convirtió en crimen” estuvo claro en determinados momentos del siglo XX, pero en una época como la actual “la violencia no está escindida de lo político sino que la constituye, al menos como amenaza”.
Algunas medidas económicas de las últimas décadas “ponen de manifiesto que esa violencia es ejercida: que los bancos sean rescatados y no los sujetos que han contribuido a los bancos con sus ahorros es una forma de violencia. La desigualdad social es otra forma de violencia muy grave”, asegura Pron.
Dividida en ocho capítulos que conforman “una especie de poliedro”, la novela es fruto de muchas lecturas, de entrevistas y de estancias en varias ciudades italianas.
Una parte considerable del libro fue escrita en la residencia para artistas de Civitella Ranieri, en las afueras de Perugia, en la que “tuvo la oportunidad de respirar el mismo aire que los personajes”.
“Esa experiencia puso de manifiesto que cuando uno está en otro lugar escribe de forma diferente”, concluye.