Portbou (Girona), 30 dic (EFE).- La parte más oriental de los Pirineos de la frontera hispano-francesa fue, al acabar la década de los 30 y al comenzar la de los 40 del siglo XX, el cruce macabro de caminos de aquellos que huían del franquismo y quienes lo hacían del nazismo, un trayecto que ahora se pondrá en valor gracias a un proyecto transfronterizo europeo.
La provincia de Girona y el departamento de Pyrénées-Orientales, ya en Francia, comparten en la actualidad todo un recorrido común formado por diferentes espacios de memoria que recuerdan aquella época; se rinde homenaje a las víctimas y, al comenzar 2024, recibirán un impulso en forma de proyecto transfronterizo europeo, denominado 'Exilios 1936-1946' y dotado con 764.000 euros.
Del lado español, los puntos destacados de ese mapa del exilio tienen que ver con lugares como Portbou, por donde pasaron en 1939 buena parte de los republicanos que acabaron en el campo de concentración francés de Argelès.
Allí fue también donde el filósofo alemán Walter Benjamin se quitó la vida en 1940 antes de que le repatriasen tras atravesar la frontera en sentido opuesto y entrar a España escapando de los nazis.
Las leyes de memoria democrática, con Francia más adelantada en el tiempo sin el peso de una dictadura que se prolongó hasta 1975, han visibilizado estos espacios y han posibilitado un relato compartido entre países que incluye además a Andorra.
Si en Portbou hay un Memorial dedicado a Walter Benjamin, obra del israelí Dani Karavan, o paneles que ilustran el paso de republicanos por el collado de Belitres, un alto desde el que se divisa la vecina población francesa de Cervère, en Argelès se recuerda a los 100.000 españoles a los que se encerró en condiciones infrahumanas en la playa.
La responsable del Memorial Campo de Argelès, Olga Arcos, guía a los visitantes y ensalza la continuidad del relato sobre el exilio a uno y otro lado de la frontera.
Arcos explica que, después de que fuese un tema “silenciado” en Francia por las miserables condiciones en que estuvieron aquellos españoles, se ha recuperado todo aquel pasaje.
“El año que viene hará un cuarto de siglo que el ayuntamiento de Argelès-sur-Mer decidió investigar sobre esta memoria y transmitirla”, detalla, a la vez que recuerda que ese gesto tardó más en producirse en España y celebra la ley de memoria democrática.
También evoca con satisfacción la visita del presidente español, Pedro Sánchez, a las tumbas en territorio francés de Azaña y Machado, “porque fue la primera vez que un jefe de gobierno en ejercicio venía a rendir homenaje y tributo a aquel exilio”.
Reivindica ante sus compatriotas que aquellos republicanos fueron “de los primeros en integrar la resistencia en Francia pagando un tributo muy alto con deportaciones a campos nazis”, y añade que si París fue liberado por la Segunda División Blindada de Leclerc, “como cada niño de aquí conoce, había dentro una compañía de élite que se llamaba La Nueve, no la Neuvième”.
“Estaba compuesta por republicanos y las órdenes se daban en español. Los parisinos esperaban a los aliados que habían desembarcado y llegaron los españoles en unos vehículos militares que se llamaban Madrid, Gernika, Teruel, Guadalajara o Don Quijote”.
El recorrido por la memoria de Argelès enlaza de manera natural con la denominada Maternidad de Elna, el edificio que Elisabeth Eidenbenz convirtió en lugar seguro para que aquellas republicanas que tuvieron que dar a luz en Francia lo hiciesen en condiciones dignas.
Aquella suiza, llegada a España en 1937 como voluntaria de ayuda humanitaria en plena Guerra Civil, continuó su labor en territorio francés y proporcionó a aquellas madres “un momento de tranquilidad fuera del campo de concentración”.
Quien lo explica es la persona al frente de la Maternidad de Elna como espacio visitable, Beatrice Verhille, que señala que allí se muestra “una historia que aporta esperanza y explica que dentro de la guerra hay un poco de luz”.
Lo que proporcionaba la Maternidad de Elna a aquellas republicanas era “acogida” y “tranquilidad”, según recuerda Verhille, después de que muchas hubiesen tenido que parir en un agujero cavado en la misma arena de la playa de Argelès.
Una de las personas que trabaja con todo este legado es el historiador David González, del Observatorio Europeo de Memorias, quien precisa que todos estos espacios transfronterizos van del exilio republicano a las deportaciones, internamientos y a la Segunda Guerra Mundial.
González cita puntos clave como el Museo Memorial del Exilio de La Jonquera, la mina de La Vajol donde se escondieron los cuadros de El Prado camino de la frontera o, ya en Francia, los campos de Argelès, Rivesaltes o la tumba de Machado en Collioure.
De Portbou concluye que destaca “por ser un lugar que transfiere una memoria dual, la de los que huyeron del final de la Guerra Civil española y la de aquellos que, huyendo de la deportación y el holocausto, tomaron el camino contrario desde Francia con el objetivo de entrar a España para escapar a un tercer país, habitualmente de Latinoamérica, Estados Unidos o al antiguo protectorado de Palestina”.
Actualmente, se puede rememorar aquel capítulo de la historia de Europa a través de estos escenarios, que vivirán un nuevo impulso con el arranque de ese proyecto transfronterizo a tres años para recuperar la memoria compartida del exilio.
David Álvarez